Burgos
Fluorescentes para atrapar explosivos desde Burgos
Una egresada de la UBU estudia nuevos derivados de unos compuestos químicos con potencial aplicación para la detección de especies oxidantes
Logra el premio al mejor Trabajo Fin de Grado en Química 2023 del COQIQ
Tiene un nombre inquietante: la ‘madre de Satán’. Este mortífero explosivo casero puede fabricarse mezclando acetona, agua oxigenada y un ácido (sulfúrico, clorhídrico o nítrico). Un proceso sencillo y al alcance de cualquiera que sesga vidas; vidas como las que los yihadistas cortaron de raíz en los ataques de Las Ramblas y Cambrils del año 2017. Por esta razón, es clave dar un alto a este producto químico artesanal.
Con este cometido Valeria Alonso Triñanes se lanzó a la investigación. Esta coruñesa se graduó en Química en la Universidad de Burgos (UBU), empujada por su pasión por la ciencia. «Decidir qué carrera estudiar no fue fácil». Es verdad que su primera opción (también la segunda) era cursar Física, si bien no obtuvo la nota requerida, así que probó suerte en química. «Desde el minuto uno supe que tenía un concepto equivocado de lo que era la química», asegura antes de añadir que «es mucho más interesante de lo que parece».
Con la mochila llena de nuevas sensaciones y conocimientos llegó al grupo de investigación SUPRABUR, que trabaja en la búsqueda de compuestos fluorescentes capaces de detectar la presencia de sustancias explosivas. Una meta que sirvió de hilo conductor de su trabajo de fin de grado. «Cuando los profesores Tomás Torroba y Teresa Rodríguez me explicaron las líneas de investigación, y me dejaron decidir qué línea quería seguir, la verdad es que les comenté que me daba igual, ya que todas me parecían interesantes, aunque creo que me daban un poco de miedo por si no conseguía lo que se esperaba de mí», reconoce.
La elegida fue la de los sensores de explosivos. En concreto, Alonso Triñanes se centró en los BODIPYs –compuestos químicos que presentan propiedades como estabilidad térmica y fotoquímica, un alto rendimiento cuántico de fluorescencia, absorción intensa, escasa formación de estado triplete, alta solubilidad y robustez química–, puesto que a nivel estructural son muy versátiles y presentan gran fluorescencia.
Poco a poco, esta coruñesa fue superando sus miedos gracias, tal y como admite, a los integrantes de este equipo burgalés que la ayudaron a que sus miedos fuesen desapareciendo, a la vez que iba aprendiendo cómo se trabaja entre pipetas y microscopios. Después de muchas horas de investigación bibliográfica y de laboratorio y, sobre todo, de bastantes intentos fallidos, llegaron a un par de compuestos que «tenían muy buena pinta». Realizaron los ensayos y todo salió bien, es decir, se producía una fluorescencia característica de los compuestos en presencia del explosivo analizado: el triperóxido de triacetona, conocido como la ‘madre de satán’.
Esta coruñesa manifiesta que le hubiera gustado llevar a cabo más pruebas para conocer si podrían utilizarse o no como detectores de este compuesto y para analizarlos como posible elemento para la terapia fotodinámica, si bien no llegó a tiempo de hacerlo antes de presentar su trabajo de fin de grado, con el que logró el premio al mejor TFG 2023 convocado por el Colegio Oficial de Química e Ingeniería Química de País Vasco, Burgos y La Rioja (COQIQ).
Una espinita que espera arrancarse algún día. En la actualidad, lamenta, no ha podido ponerse la bata blanca y poner en práctica todo lo aprendido. «Está muy complicado encontrar trabajo. Siempre buscan a gente con años de experiencia, los cuales evidentemente una persona recién graduada no tiene», apunta. En este camino, relata Valeria Alonso Triñanes, ha enviado su currículo a muchas empresas, si bien la mayoría de las compañías ni siquiera la han respondido, aunque fuese con una negativa. No obstante, sí que está dentro del mercado laboral con un fin: ahorrar para poder estudiar un máster el año que viene.
En su opinión, Castilla y León no es una de las comunidades autónomas donde más se invierte en I+D, al igual que en el caso de España en comparación con otros países de la Unión Europea. «Espero que poco a poco esta situación vaya cambiando no solo hasta equipararse el nivel de inversión, sino también a nivel de reconocimientos y méritos tanto a nivel nacional como autonómico».
A esto se suma una carrera llena de obstáculos para convertirte en investigador, lo cual, comenta la egresada de la UBU, hace plantearse de qué sirve formar a miles de personas en un campo, si no hay salida para ellos en España. El broche lo pone el acceso al mercado laboral, donde se buscan empleados cada vez más formados para los distintos puestos de trabajo, lo cual sí que perjudica a los jóvenes y, además, influye en muchos otros aspectos de la vida cotidiana. «Solo podemos acceder a trabajos cuyas condiciones no son buenas, muchos de ellos no están ni relacionados con nuestros estudios», reflexiona Alonso Triñanes para, a continuación, señalar que, si no tenemos dinero, tampoco se puede seguir estudiando para adquirir el nivel que se pide.
Esto, explica la química coruñesa, influye en que no pueden alquilar ni comprar una vivienda, por lo tanto, tienen que seguir viviendo con sus familiares. «Y ya no hablemos de pedir una hipoteca, pagar los gastos de una vivienda u otras cosas básicas del día a día». Sin embargo, se ha enfrentado a comentarios sobre que, si tuviera verdadera falta de dinero, lo buscaría en cualquier lugar. Pero, afirma, ¿a qué precio?
Otro punto que destaca es que la ciencia no es tan amable como parece porque hay muchos casos de robos de ideas, patentes e incluso de falsificación de datos, todo ello para obtener reconocimiento o distinción. Por este motivo, está convencida de que habrá una parte de la sociedad que premie el talento y la innovación, pero también habrá mucha gente que la envidie.