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El artesano de la córnea

Es responsable de la unidad de referencia nacional para la Reconstrucción Compleja de la Superficie Ocular / En 2018 el servicio batió su récord y alcanzó los 110 trasplantes, el 75% de los que se realizan en Castilla y León / Usan una técnica que reduce el postoperatorio.

El especialista en oftalmología José María Herreras en las instalaciones del Hospital Clínico Universitario de Valladolid.-J. M. LOSTAU

Publicado por
Estibaliz Lera

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Habla con pasión, alejado de cualquier molde y con las ideas muy claras. Prudencia, decisión y visión son sus mejores acompañantes. En cada paso que da concilia intereses distintos para subir un peldaño más y construir una sociedad libre y comprometida. Es reparador de miradas. Desvela para encontrar la verdad. Y lo hace a través de los ojos. Cuando mira, analiza todo lo que alguien lleva dentro. José María Herreras es vallisoletano y electricista de la visión.

Nació en la casa de sus abuelos maternos, situada en el paseo de San Vicente. Pero pronto abandonó ese hogar en el barrio de las Delicias para trasladarse a Casasola de Arión. Allí, su madre ejercía de maestra. Vivió su primera infancia en ese municipio, donde se fabricaban las máquinas aventadoras. Regresó a sus orígenes y empezó a estudiar en el colegio Miguel de Cervantes. Más tarde, en La Salle. Y de allí, a la Facultad de Medicina. Fue alumno voluntario de Fisiología con Benito Herreros y Constancio González. También se convirtió en alumno interno de Patología General. «Fueron mis mejores años de vida profesional, por mi ansia insaciable de aprender y por el derroche de ilusión por enseñar», reconoce.

Tras acabar la carrera, su siguiente paso fue preparar el examen para la formación de especialistas. «Durísimos y desequilibrantes meses, salvados por el apoyo de mis amigos y de mi novia, que sigue siendo mi compañera». Aprobó y se posicionó al lado de un referente en ojos, José Carlos Pastor. Se convirtió en «maestro» y con el tiempo en «amigo». Con él se sumergió en una especialidad «muy compleja y apasionante». La tesis doctoral fue acompañada de muchos pacientes, visitas, muestras que analizar, animales, ratas, cobayas, experimentos, fracasos, decepciones... En ese tiempo tuvo una mano alentadora, la de la profesora Margarita Calonge, jefa del grupo de investigación de Superficie Ocular del IOBA.

Para trabajar al lado de Pastor era «imprescindible» salir fuera de España «a quitarse la boina». Y Herreras se la quitó en Chicago y en Boston, a la vez que remataba su formación en córnea, conjuntiva, cataratas, trasplantes, uveítis e inmunología ocular. En la actualidad es el responsable de la Unidad de Reconstrucción Compleja de la Superficie Ocular y jefe de Unidad de Oftalmología del Hospital Clínico Universitario de Valladolid.

Herreras atiende a pacientes con enfermedades inflamatorias de la córnea, conjuntiva, úvea y retina. Opera cataratas complejas y trasplanta córneas. Sobre este último punto, comenta que el aval de los suyos son 1.500 trasplantes, una cifra «que alcanzan muy pocos centros en España». El año pasado batieron su propio récord y llegaron a los 110 trasplantes, el 75% de los que se realizan en Castilla y León. De hecho, se encuentran entre los siete centros más trasplantadores del país. Son capaces de hacer todo tipo de trasplantes de córnea, incluidas las artificiales. «La córnea tiene un espesor de 600 micras, y hemos aprendido a trasplantar solamente alguna de sus capas. Pacientes que sufrían postoperatorios de tres años con resultados mediocres, alcanzan ahora, merced a estas técnicas, el 100% de su fusión visual en dos o tres meses», explica el vallisoletano.

En este servicio también ejerce de tutor coordinador. Forman a tres nuevos oftalmólogos cada año. Además, con ellos hacen estancias por algunas unidades residentes de toda España. «Son nuestro relevo». La formación está muy dirigida, muy controlada. Reconoce que es muy exigente y hace «un control exhaustivo del aprendizaje, incluso se les examina». «Nuestra filosofía de la formación de nuevos especialistas se aleja de la inmediatez de resultados, y opta por lo valioso, lo indeleble. Preparar profesionales con conocimientos médico-quirúrgicos sólidos, con una fuerte base investigadora y con espíritu docente. Queremos clínicos-científicos, no médicos-artesanos», subraya José María Herreras para, más tarde, añadir que «en España tenemos fama de raros, de demasiado exigentes, de teóricos, poco prácticos, y nos califican como friquis. Falso todo, pienso».

Afirma que en el IOBA es donde se demuestra el trabajo en equipo, y si además es multidisciplinar, incrementa de forma exponencial la producción científica. Forma parte del grupo de Superficie Ocular, considerado Unidad de Investigación Consolidada y Grupo de Investigación Reconocido por la Universidad de Valladolid, y en el que trabajan médicos, biólogos, bioquímicos, optometristas, matemáticos y enfermeras. Estudian la inflamación ocular –ojo seco y uveítis–, terapias avanzadas –terapia celular, ingeniería de tejidos y terapia génica para la reconstrucción de la superficie ocular– y la nanomedicina –nuevos tratamientos para enfermedades inflamatorias– y, por supuesto, ensayos clínicos. Herreras celebra que sean pioneros en Europa, y el único centro en España, que ha implantado células madre expandidas para el tratamiento de ciertas enfermedades de la córnea conocidas como insuficiencia límbica.

En su opinión, la administración española tiene problemas para reconocer al profesional de la investigación. «Casi todos los investigadores españoles tienen que obtener sus salarios de otras actividades complementarias, lo que mina su capacidad creativa y su capacidad de desarrollo de los proyectos», apunta antes de agregar que el resultado es que en España la producción científica es «lenta y muy escasa», lo que obliga a estar «al rebufo» de los países de nuestro entorno.

El vallisoletano no es optimista, ya que las autoridades han decidido invertir «ingentes cantidades» en multiplicar administraciones, generando una burocracia sólo útil para «demoler» al que trabaja y para «devastar» las arcas públicas. Además, sostiene que se han diseñado e implementado miles de profesiones dedicadas a atender, planificar, programar, diseñar, evaluar, controlar, auditar, cualificar, calificar, cuantificar, acreditar, desacreditar, inspeccionar, expedientar y fiscalizar, que producen «una falsa sensación de complacencia» al usuario y «atormentan» al productor. «Hay más jefes que indios. Quedan pocos recursos y energía para la investigación», concluye apenado y desilusionado.

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