Diario de Valladolid

Té verde para revertir malformaciones cardíacas

Investigadores de la ULE identifican un componente que bloquea los efectos de un contaminante plástico en la formación del corazón / El trabajo analiza la transmisión de la toxicidad por vía masculina.

Las investigadoras Marta Lombó y Paz Herráez en las instalaciones de la Universidad de León.-EL MUNDO

Las investigadoras Marta Lombó y Paz Herráez en las instalaciones de la Universidad de León.-EL MUNDO

Publicado por
Estibaliz Lera

Creado:

Actualizado:

Cuando el espermatozoide se une al óvulo, la información que contiene en el interior comienza a construir una nueva vida. Todo se ordena para dar lugar a un individuo. Las células se colocan en el sitio que les corresponde para formar los órganos. Pulmones, hígado, bazo, riñones, corazón... Piezas que buscan que el rompecabezas encaje. Nada se sale de la ruta marcada. O sí. Las malformaciones están ahí. Son fruto de una mala lectura genética. En ocasiones corrigiendo determinadas circunstancias, el proceso puede revertirse.

Investigadores de la Universidad de León (ULE) han identificado un componente del té verde que bloquea los efectos de un contaminante plástico común, el bisfenol A, en la formación del corazón. El trabajo, publicado en la revista científica Environmental Pollution y financiado por el Plan Nacional de Investigación, se ha centrado en estudiar los efectos de varios contaminantes sobre la calidad del esperma y evaluar la posible transmisión de sus efectos a las siguientes generaciones.

Y es que, según expone Paz Herráez, investigadora principal del proyecto, cada vez más estudios ponen el foco en la relación entre la calidad seminal y la salud fetal, un factor que tradicionalmente se ha menospreciado al considerar mucho más determinante la transmisión por vía materna. «Desde los primeros resultados ya observamos que el bisfenol A no sólo produce malformaciones cardíacas cuando entra en contacto directo con el embrión, como ya estaba descrito, sino que además, en dosis altas, aumenta las malformaciones en el corazón de la descendencia de padres tratados con el tóxico y madres no tratadas», indica antes de añadir que los efectos del contaminante plástico se transmiten por vía paterna a una descendencia que nunca ha tenido contacto con el tóxico.

En este sentido, la también catedrática de Biología Celular de la ULE asegura que tras estudiar en profundidad lo que ocurre al tratar directamente los embriones con el tóxico y analizar los cambios que produce el bisfenol A en la información que el espermatozoide transmite al embrión, se pudo identificar cómo el contaminante también produce daño genético en los espermatozoides y altera la forma en la que se empaqueta el ADN en el núcleo de las células formando la cromatina, lo que se denomina epigenética. «Las modificaciones epigenéticas que se producen con el bisfenol A, ya sea en los espermatozoides o en las células embrionarias, cambian la manera en la que las células leen algunos de sus genes, entre ellos los que son necesarios para la formación del corazón».

De esta forma, manifiesta que trasmiten información que afecta al desarrollo cardíaco. A partir de ahí, este equipo leonés decidió ir más allá y buscar alguna molécula capaz de revertir estos cambios específicos que habían hallado. Lo hicieron. En concreto, un componente del té verde, llamado catequina EGCG, permite revertir los efectos tóxicos, formándose el corazón correctamente. Un descubrimiento único, ya que hasta el momento, según asegura Herráez, ningún otro estudio ha conseguido revertir los efectos del bisfenol A.

Para este trabajo, en el que también han participado las investigadoras Silvia González, Cristina Fernández y Marta Lombó, han utilizado pez cebra como modelo experimental, lo que ha facilitado los estudios de transmisión a la descendencia y el seguimiento de las malformaciones cardíacas durante el desarrollo. Los métodos empleados han sido los propios de su disciplina, la biología celular y molecular, incluyendo técnicas de inmunodetección, microscopía confocal, análisis de metilación del ADN y acetilación de historias mediante distintos procedimientos, inmunoprecipitación y ampliación de cromatina, entre otros.

En su opinión, la investigación es innovadora porque estudia contaminantes emergentes, cuya concentración se ha incrementado en los últimos años como consecuencia de la actividad humana; y en particular del bisfenol A, cuyo uso ya empieza a limitarse en productos de consumo que pueden representar una fuente de liberación al ser humano. Otra razón, agrega, es que el proyecto analiza la transmisión de la toxicidad por vía masculina, contribuyendo a descifrar cómo las condiciones ambientales y la salud paterna influyen en el desarrollo de la descendencia. A esto se une, dice, que se centra en la evaluación de un tipo de efectos, los epigenéticos, aún poco estudiados; pero, sobre todo, es innovador porque una vez identificado uno de los mecanismos que contribuye a las malformaciones cardíacas, han sido capaces de revertirlo.

Los investigadores de la Universidad de León llevan muchos años trabajando en reproducción y les interesaba mucho estudiar los efectos contaminantes cuya presencia ha aumentado, en especial de los componentes plásticos y de los residuos de medicamentos. Una vez identificados alguno de los mecanismos de la toxicidad buscan la manera de corregir el origen del problema, identifican la molécula que pueda contrarrestar los efectos causados por el bisfenol A y la ensayan. «La ventaja es que además la molécula en cuestión está presente en plantas a las que se reconoce un valor saludable», celebra Paz Herráez.

En la actualidad están comprobando si las células del corazón del mamífero responden de la misma manera que las de pez cebra al bisfenol A y la catequina EGCG. Para eso, trabajan con cultivos de células cardíacas de rata. El siguiente paso será trabajar con células humanas. Además, continúan evaluando los mecanismos de transmisión paterna y valorando posibles aplicaciones de los resultados en el campo de la salud y la producción animal.

tracking