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Venenos que frenan el cáncer de hígado

Un vallisoletano trabaja en el desarrollo de una plataforma de selección de compuestos bioactivos con capacidad de inhibir la proliferación de células hepáticas cancerígenas.

El biólogo vallisoletano Manuel Fernández en las instalaciones del Instituto IMDEA Alimentación.-EL MUNDO

Publicado por
Estibaliz Lera

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Son enfermedades complicadas, esquivas, invisibles tanto a los ojos de los afectados como de los médicos. Las dolencias hepáticas se camuflan de tal manera que aunque se busquen a conciencia no se encuentran hasta que no están avanzadas. El hígado es un órgano esencial para el funcionamiento normal del cuerpo humano. Además, tiene una capacidad regenerativa para recuperar la masa de tejido que se pueda perder en respuesta a daños mecánicos o causados por agentes químicos.

Al mismo tiempo, la sociedad está sufriendo un incremento indiscriminado de los casos de enfermedades crónicas hepáticas y cáncer de hígado debido a los malos hábitos alimenticios, incluido el abandono de la dieta mediterránea, la falta de actividad física y la ausencia de tratamientos específicos contra estas patologías. A esto se une el incremento de otras pandemias como la diabetes, los problemas de corazón y el cáncer. En este contexto, el hígado pierde la capacidad de regenerar lo que dificulta la recuperación de los pacientes que hayan sido sometidos a cirugía hepática.

Con este importante reto en mente, el vallisoletano Manuel Fernández montó su laboratorio de Medicina Regenerativa Hepática dentro del programa de Nutrición de Precisión y Envejecimiento en el Instituto IMDEA Alimentación de Madrid para hallar nuevas estrategias terapéuticas que puedan, por un lado, prevenir el desarrollo de enfermedades crónicas hepáticas y cáncer de hígado y, por otro, recuperar la capacidad regenerativa del órgano más grande del cuerpo humano. Para ello, tienen varios frente abiertos. Primero, van a describir detalladamente los mecanismos moleculares y metabólicos claves en estos procesos. Segundo, examinarán si se pueden descubrir nuevas terapias no invasivas como modificaciones en la dieta o nuevas drogas a partir de principios bioactivos.

Respecto a este último punto, en colaboración con la doctora María Ikonomopoulou, jefa del grupo de Venómica Translacional en el Instituto IMDEA Alimentación, están desarrollando una plataforma de selección de compuestos bioactivos a partir de venenos o de plantas con la capacidad de inhibir la proliferación de células hepáticas cancerígenas. Al mismo tiempo, buscarán compuestos que puedan recuperar la capacidad regenerativa del hígado.

Asegura que la aplicación de modificaciones dietéticas no es innovadora per se. De hecho, hay grandes investigadores que trabajan en esta línea, sin embargo, Fernández tiene claro que su equipo puede ser el primero en aplicar las modificaciones de la dieta para recuperar la capacidad regenerativa del hígado y para reducir «de forma significativa» las enfermedades hepáticas y el cáncer. Además, al no ser invasivo y puesto que cada persona presenta un metabolismo diferente, «creemos que podríamos llegar a impartir medicina personalizada a partir del desarrollo de estrategias dietéticas específicas para cada persona».

Por otro lado, expone que el uso de venenos animales como fuente de nuevos compuestos con propiedades regenerativas en el hígado o terapéuticas contra enfermedades hepáticas y cáncer es un proyecto inagotable. «La doctora María Ikonomopoulou está intentando crear uno de los mayores bancos de venenos animales con fines terapéuticos en Europa. Los venenos constituyen un conglomerado de hasta 1.000 compuestos muy diversos con diferentes propiedades farmacológicas. Se ha estimado que sólo se han investigado aproximadamente un 5% de los venenos animales. Por lo tanto, creemos que las perspectivas de progresión y éxito de nuestro proyecto son inmensas», señala Manuel Fernández.

Detrás de estas iniciativas se encuentra un biólogo de 43 años. Comenzó sus estudios universitarios en León pero acabó en la Universidad de Barcelona. Su pasión por la investigación le viene desde pequeño. Reconoce que la biografía del explorador David Livingstone le marcó mucho a la hora de interesarse por todo aquello que no se conoce y el llevar «nueva medicina» a la gente. Después, una vez que dejó claro que quería hacer algo relacionado con la ciencia, su madre siempre que aparecía el investigador Mariano Barbacid en la televisión le llamaba al salón. Con el paso de los años se decantó por la biología y la investigación biomédica. «Descarté hacer medicina porque era un camino mucho más largo hacia el laboratorio, aunque también he estado interesado en ingeniería».

Obtuvo el doctorado en Biología Celular en el año 2005 bajo la dirección del doctor Albert Pol y el catedrático Carles Enrich. Fruto de esa tesis fue galardonado con el premio Margalef por la Universidad de Barcelona dentro de la categoría del mejor estudio publicado relacionado con una tesis doctoral en reconocimiento a sus investigaciones en el papel de la caveolina-1 durante el proceso de regeneración hepática. A los pocos meses se marchó de España con un contrato de seis meses al laboratorio de Rob Parton en el Instituto de Biociencias Moleculares de la Universidad de Queensland en Brisbane, Australia.

El contrato se amplió y fue galardonado con la beca posdoctoral del Ministerio de Educación y Ciencia. Cuando estaba a punto de volverse a España, conoció a la que hoy es su mujer y Fernández se quedó otros nueve años más. Primero en el laboratorio de Rob Parton, luego en Melbourne y, más tarde, Brisbane. Entonces comenzó a trabajar en el laboratorio de Fibrosis Hepática comandado por el profesor Grant Ramm. A finales de 2016 el gobierno de la Comunidad de Madrid le concedió un proyecto de investigación de cuatro años dentro del programa de excelencia en investigación de atracción de talento. En 2017 se volvió a España y montó su grupo de investigación. Cada día lucha para poder conseguir todos los objetivos que se ha marcado.

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