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VALLADOLID

Freno a la calcificación del catéter urinario

El Río Hortega propone controlar la acidez del pH de la orina del paciente con un dispositivo digital y un complemento alimenticio.

-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Publicado por
Estibaliz Lera

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El cólico renal es una auténtica pesadilla. De hecho, en la historia médica este dolor es conocido como el más intenso que existe, peor que un parto o una rotura de un hueso. Se caracteriza por una presión brusca que empieza en la zona lumbar, y suele ir acompañada de nauseas, vómitos y sudoración. Las piedras en los riñones son las desencadenantes de este episodio. Normalmente se eliminan sin ayuda médica. Pero algunas pueden atorarse en las vías urinarias, bloquear el flujo de la orina y causar ese temido dolor. Y no sólo dolor, en ocasiones, es necesario implantar un catéter doble J.

Se trata de tubos de silicona, poliuretano u otros materiales que se colocan de forma endoscópica desde la vejiga y que permiten conectar el riñón con la vejiga en casos de obstrucción uretral. También se requiere en oclusiones de tumores del uréter o cánceres de colon y ginecológicos. En algunos pacientes se colocan durante días o semanas, pero en otros puede ser necesario llevarlos varios meses o incluso de forma crónica con recambio periódico.

Cada año se implantan en España 90.000 catéteres doble J, de los cuales un 25% genera complicaciones. Para esquivar estos problemas, el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid propone controlar la acidez del pH urinario del paciente mediante un dispositivo digital y un complemento alimenticio. «Cualquier material que está en contacto con la orina tiene tendencia a calcificarse con el tiempo, y en algunos pacientes puede comportar complicaciones importantes tanto durante el tiempo que lo llevan puesto, como en el momento de la extracción del mismo», explican los urólogos José Heriberto Amón y Simbad Costas.

El estudio «pionero a nivel internacional» consiste en la toma de un complemento alimenticio que contiene L-Metionina y que logra aumentar la acidez de la orina –«bajar el pH en torno a 5,5 y 6,2», puntualizan los especialistas–, y el uso de una herramienta que mida el pH en orina durante todo el tiempo que la persona lleve puesto el catéter. Un paso que podría evitar las incrustaciones que convierten una operación que dura minutos en una intervención «compleja y de riesgo».

Los catéteres ureterales se llevan utilizando desde 1978 cuando fueron inventados. La importancia de este trabajo, como comentan, radica en que los profesionales son cada vez más conscientes de que el tiempo que se lleva este tubo, el enfermo puede tener molestias, y muchas de ellas podrían estar en relación con la obstrucción del mismo. Por este motivo, consideran interesante poder minimizar dicha calcificación con algún fármaco o complemento alimenticio a fin de reducir las complicaciones.

En el ensayo clínico participa un centenar de pacientes de ocho hospitales españoles, bajo el liderazgo del Universitario de Bellvitge, en Barcelona. En el Río Hortega tienen que reclutar a 15 voluntarios, seleccionados de forma aleatoria entre las personas a las que hayan implantado un catéter doble J entre enero y abril. Por ahora ya han participado 12 y esperan en las próximas semanas reclutar a los tres que faltan. También forman parte de este proyecto el Complejo Hospitalario de Santiago de Compostela, la Fundación Puigvert, el Hospital Universitario de Valme de Sevilla, el Hospital Universitario La Paz de Madrid, el Hospital Universitario San Cecilio de Granada y el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo.

Se han seleccionado, según cuentan los urólogos del complejo vallisoletano, con el criterio de que los centros tengan un alto volumen de pacientes renales y un manejo habitual de técnicas de endourología avanzada como la cirugía retrógrada intrarenal (CRIR) o la cirugía percutánea renal. La primera consiste en destruir cálculos renales en las vías urinarias con un láser de última generación, con menos agresión al organismo y facilitando una rápida recuperación. Se realiza desde el interior del riñón sin necesidad de heridas. La segunda es un procedimiento quirúrgico mínimamente invasivo que permite remover piedras de gran tamaño a través de una incisión de sólo un centímetro en la piel.

En su área de asistencia implantan alrededor de 750 catéteres al año por lo que extrapolando esos datos a toda Castilla y León, Amón y Costas estiman que más de 7.000 pacientes anuales van a ser portadores de un catéter doble J. De esos, un 5%, «un porcentaje mínimo», se calcificarán. Con el procedimiento estudiado quieren que los portadores de estos catéteres, tomando un complemento alimenticio y controlando su pH urinario, manteniéndolo en el rango en el que se sabe que disminuye la calcificación, tengan menos molestias durante el tiempo que lo lleven, menor riesgo de que se obstruya su luz y menor riesgo de complicaciones, por ejemplo, infecciones, a la hora de retirarlo.

Para los especialistas del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, la Urología es un campo de medicina «especialmente dependiente y favorecido» por los avances tecnológicos. La tendencia es a «miniaturizar» los accesos quirúrgicos gracias a cámaras cada vez mejores y de menor calibre. En este aspecto en su servicio están siempre intentando implementar y participar de las técnicas más novedosas como la mininefrolitotomía percutánea –intervención que permite extirpar piedras de más de dos centímetros a través de una incisión de dos centímetros en la espalda–, la microureterorrenoscopia o la cirugía renal combinada.

De cara al futuro inmediato su mayor reto es la llegada inminente de un robot Da Vinci –opera en zonas estrechas y con mayor precisión–, que va a ser uno de los cuatro que va a haber en Castilla y León. Es un proyecto «ilusionante» y con el que esperan poder obtener aún mejores resultados en técnicas complejas como la prostatectomía radical robótica por cáncer de próstata –una operación en la que el cirujano extirpa toda la glándula prostática además de una porción del tejido que le rodea, incluyendo las vesículas seminales–, el tratamiento de tumores renales mediante nefrectomía parcial robótica –que consiste en la extirpación del tumor de riñón junto con un margen de tejido sano de seguridad, preservando el resto del riñón– y otras técnicas.

También ayudan a la difusión de estos procedimientos gracias a los cursos internacionales que realizan cada dos años, foros donde especialistas de todo el mundo muestran los avances en este tipo de cirugías. También han reducido los accesos en laparoscopia realizando intervenciones de minilaparoscopia –utilizan instrumentales de calibre mucho menor– que suponen «menor daño y mejor cosmética» para el paciente, y que piensan que puede incentivar y dinamizar el programa de extracción de riñones en donante vivo para el trasplante renal en Castilla y León, apuntan José Heriberto Amón y Simbad Costas. «Nuestro reto más inminente es desarrollar la cirugía robótica en el cáncer de próstata y de riñón, ya que en breve vamos a disponer de un robot Da Vinci en nuestro hospital», insisten.

José H. Amón, jefe del servicio de Urología del Hospital Río Hortega: «La sociedad no ha encarado con sinceridad e inteligencia la sostenibilidad de la sanidad»

José H. Amón, jefe del servicio de Urología del Hospital Universitario Río Hortega, sostiene que la investigación y la innovación son dos campos en los que «siempre se puede mejorar». A pesar de las buenas intenciones y esfuerzos de las administraciones, en Castilla y León y en general en España la medicina que se realiza tiene «un enorme componente asistencial», y la parte de investigación queda «muchas veces» supeditada al esfuerzo personal de los profesionales, en ocasiones en su tiempo libre y fuera del horario laboral, dado que las actividades diarias en el hospital absorben la mayor parte de las horas. Por otro lado, apunta que es «vital» para cualquier servicio médico, y especialmente quirúrgico, mantenerse al nivel del «rápido» desarrollo de la medicina y participar en la medida de lo posible en el enriquecimiento y la mejora de la especialidad.

En su opinión, la crisis económica ha afectado de forma desigual. Afirma que se pone mucho el acento en señalar «los graves recortes» en sanidad y la repercusión que han tenido en la asistencia. «Indudablemente no hemos crecido al ritmo de los años previos a la crisis pero creo que los esfuerzos que se han hecho para mantener nuestro sistema de salud han sido considerables», expone para, más tarde, añadir que España ocupa «uno de los primeros puestos» en incorporación de nuevas tecnologías y tratamientos médicos pioneros, y que el modelo sanitario español es «un referente» para otros por su «universalidad, equidad y alto nivel asistencial».

En este sentido, el jefe del servicio de Urología manifiesta que el presupuesto que Castilla y León dedica a sanidad supone «más de la mitad» del montante total, y año tras año se va a necesitar más. De hecho, tiene claro que las administraciones son «sensibles» con este desafío y están intentando que los estándares sanitarios sigan manteniéndose. «La gran cuestión de la sostenibilidad está en el aire, pero todavía nuestra sociedad no ha querido encararla con sinceridad e inteligencia y es algo que muy pronto vamos a tener que hacer», sentencia Amón.

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