Diario de Valladolid

LEÓN

El fotógrafo de las nubes

Un estudiante de Ciencias Ambientales de la ULE observa el cielo para detectar cambios que le ayuden a establecer un método de pronóstico del tiempo a corto plazo.

El estudiante Javier Martínez de Orueta en un parque de la capital leonesa.-EL MUNDO

El estudiante Javier Martínez de Orueta en un parque de la capital leonesa.-EL MUNDO

Publicado por
Estibaliz Lera

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No cuentan con visado ni pasaporte. Traspasan fronteras y algunas guardan gran parecido con platillos volantes. Las nubes están formadas por diminutas partículas de agua y cristales de hielo. Sus formas son caprichos que teje la naturaleza para hacer volar la imaginación de los observadores del cielo. Dependen de su contenido y del viento que las moldee. Los obstáculos como las cadenas montañosas crean ondulaciones; mientras que las crestas de esas olas de viento son capaces de dibujar nubes en forma de lenteja.

Escriben una historia fantasiosa que los amantes de las masas visibles suspendidas en la atmósfera recorren a diario. Javier Martínez de Orueta está todo el día en las nubes. Este estudiante de Ciencias Ambientales de la Universidad de León (ULE) observa el cielo para detectar cambios que le ayuden a establecer un método de pronóstico del tiempo a corto plazo. Tiene un archivo de más de 6.000 fotografías de nubes de todo el país, que analiza con detalle para descubrir nuevos tipos y familias involucradas en la lluvia y la formación del arcoíris.

Relata que comenzó en el mundo de la meteorología hace dos años, atraído por los múltiples nombres de las nubes y, sobre todo, por la posibilidad de hacer una predicción inmediata. «Si miramos determinadas nubes nos pueden indicar que se acerca un frente o que el tiempo va a ser bueno», explica el asturiano que desde principios de año es miembro de la Asociación Meteorológica Española. De hecho, espera poder dar una conferencia en las jornadas anuales de la asociación que este año se celebrarán en León.

La observación es su método de trabajo. Todos los días sale, cámara en mano, para fotografiar el cielo. Primero visualiza y en el momento justo hace clic para recoger la máxima información posible. Luego lo archiva en su ordenador, donde cuenta con miles de imágenes todas ordenadas por años, meses y días. También comparte las instantáneas en redes sociales y manda las mejores a los espacios del tiempo en televisión. Mantiene un feedback con sus seguidores, que le escriben para preguntar dudas sobre estos fenómenos de la naturaleza.

El estudiante asturiano cuenta que cuando se aproxima un frente aparecen nubes «blanquecinas y deshilachadas», luego se van viendo unas «más densas» y detrás de ellas llegan las que dejan mal tiempo. En este sentido, comenta que en invierno es muy común la niebla. Admite que este fenómeno le llama bastante la atención, puesto que la niebla es una nube que empieza desde el suelo. Es grisácea y no se ve el horizonte debido a su densidad.

Para Martínez de Orueta, los vientos son pinceles que trazan unas formas muy curiosas. Una de ellas son las nubes lenticulares, que se caracterizan porque son estacionarias y se forman a grandes altitudes en zonas montañosas y aisladas de otras nubes. Entre los aficionados a la montaña son consideradas como presagio de tormenta y los pilotos de aviones las esquivan para evitar turbulencias. «Son muy bonitas y espectaculares de fotografiar», apunta para, a continuación, detallar que en León esas nubes se ven cuando sopla viento de norte, mientras que en Asturias es posible visualizarlas cuando el viento es de sur.

Otra situación característica es la aparición de nubes de algodón en verano. Sí, esas que aparecen en la cabecera de Los Simpson y que con un poco azúcar cualquier niño (y mayor) las devoraría. También conocidas como cúmulos. Se caracterizan porque por el día son sinónimo de estabilidad, sin embargo, con el paso de las horas se convierten en precursoras de granizo, trombas y tornados. Es verdad que se pueden formar en cualquier época del año, siempre que cuenten con las condiciones necesarias, pero en el periodo estival son más comunes. «Se pasa de la estabilidad a la inestabilidad cuando los cúmulos crecen verticalmente en vez de horizontalmente», aclara el estudiante de Ciencias Ambientales.

En su opinión, uno de los cielos más bonitos que se puede fotografiar es cuando en Asturias hay vientos de sur y, más tarde, una borrasca situada en el Atlántico por las costas de Galicia y Portugal. En este caso, las miradas hacia arriba se convierten en un espectáculo de nubes medias con ondulaciones. Eso sí, asegura que las mejores imágenes las consigue en los amaneceres y atardeceres. «Me fascina cuando las nubes se van tiñendo de rosáceo, luego cambian a anaranjado y acaban en amarillo y rojo». Un auténtico mosaico de colores que tiene una explicación: «En el aire tiene que haber partículas en suspensión contaminantes o de origen natural. Por un fenómeno de la luz, al chocar contra esas partículas, se dispersa la luz y el color menos dispersado pues es el naranja, el rojo o el amarillo».

La situación más extraña que se ha encontrado Javier Martínez de Orueta fue durante un curso de Meteorología organizado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Ávila. Rememora muy emocionado que las clases transcurrieron bajo la influencia de una depresión aislada en niveles altos, lo que se conoce como gota fría. Una situación en la que la atmósfera se compone de varias capas, y los meteorólogos para estudiar el tiempo, necesitan saber cómo está en cada altura. En las capas superficiales pueden tener calor y las altas, frío, o viceversa. Una panorámica «extrema» que le regaló imágenes espectaculares en forma de glóbulos.

Antes de embarcarse en el grado que estudia en la actualidad, realizó un módulo superior en Salud Ambiental. Allí, por primera vez, conectó con este mundo, pero no fue hasta que se trasladó a León cuando se enamoró perdidamente de los cielos. Su idea es publicar un libro con todo el material fotográfico que tiene. Por ello, se ha puesto en contacto con el Servicio de Publicaciones de la ULE para buscar la manera de editarlo.

Además, cuando apruebe la carrera tiene en mente tres opciones. La primera es continuar en la universidad como investigador en el grupo de Física de la Atmósfera, un equipo multidisciplinar que trabaja en el estudio de diferentes riesgos meteorológicos, fundamentalmente nevadas, tormentas severas y nieblas. En segundo lugar, baraja opositar para convertirse en observador de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Por último, su sueño es presentar el tiempo. «Lo veo todos los días y en todos los canales».

Hasta que escriba su siguiente página, Martínez de Orueta imparte talleres de divulgación en las universidades de León y Valladolid. Además, ya tiene concertadas charlas en Ourense, Zaragoza y La Rioja. En ellas explica qué es una nube, los tipos que hay y las diferentes combinaciones que pueden aparecer en el cielo. Un universo que, para este estudiante asturiano, cada vez tiene menos secretos.

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