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PERSONAJES ÚNICOS / ALBERTO RODRÍGUEZ

Del paritorio a la dirección

Tras vagar por diferentes hospitales debido a «la precariedad», este salmantino aterrizó en el Instituto Dexeus de Barcelona, donde es jefe de sección de Obstetricia Clínica y forma parte del Consejo de Administración / Participa en misiones humanitarias.

El salmantino Alberto Rodríguez, jefe de sección de Obstetricia Clínica del Instituto Universitario Dexeus, en las instalaciones del centro catalán.-EL MUNDO

Publicado por
Estibaliz Lera

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Su sueño siempre fue hacer un millar de pequeños grandes milagros. La televisión inculcó en su mente, y también en su corazón, la pasión por ayudar a los demás. El ADN no se quedó atrás –su hermano mayor y su tío son médicos–. Corría el año 82 cuando en esa ventana abierta al mundo se estrenó la serie que narraba a lo largo de nueve capítulos la vida de Santiago Ramón y Cajal. Una producción dedicada al premio Nobel que marcó años después la hoja de ruta de Alberto Rodríguez.

Este salmantino, que vivió en Cáceres hasta los 13 años, regresó a su tierra natal para estudiar Medicina. Siempre tuvo claro que se dedicaría a la investigación. Por este motivo, fue alumno interno de los departamentos de Histología y Microbiología. Con la licenciatura aprobada, se trasladó a Oviedo para realizar la especialidad. En el Hospital Universitario Central de Asturias se convirtió en ginecólogo y conoció a la que ahora es su mujer. «Estuve haciendo guardias aquí y allá, una baja maternal, unas vacaciones... En aquellos años había bastante precariedad en el mundo médico», reconoce.

Su siguiente destino fue Ibiza, donde estuvo tres años, pero parece que, por fin, la estabilidad llamó a su puerta. Eso sí, había que volver a hacer las maletas. En esta ocasión, era el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. «Entré con una oferta de contrato indefinido para un puesto de interino que nunca se llegó a consolidar». No se conformó y su currículo volvió a poner otra oportunidad encima de la mesa: una vacante en el Instituto Universitario Dexeus, un centro privado en la misma ciudad donde vivía y con un régimen laboral «muy parecido» a los hospitales privados. Así que no se lo pensó dos veces y se convirtió en uno de los 72 ginecólogos que forman parte de su plantilla.

Entró en el año 2008 y aún sigue aportando su conocimiento; sin embargo, mucho ha cambiado en estos casi diez años. Rodríguez abandonó la investigación para centrarse en la asistencia que, según admite, también tiene «su plus de motivación». Además, manifiesta que los ensayos clínicos y científicos que acompañan su día a día ayudan (y mucho) a saciar su apetito de microscopio.

Trabaja en un centro pionero en reproducción asistida. No es un apellido lanzado al viento, tiene su respaldo en un hecho que dio la vuelta a España: en sus instalaciones se fecundó a la primera niña probeta. Aunque en ese paso, el salmantino no tuvo nada que ver, su talento le ha convertido en el jefe de sección de Obstetricia Clínica. Es más, en determinados momentos cambia su bata blanca por el maletín, ya que forma parte del Consejo de Administración de la clínica catalana. «Esta sociedad profesional ideó un sistema de relevo generacional y cuando se consumó, me invitaron a formar parte del centro y desde hace a tres años compagino las dos actividades», relata.

Una oportunidad, insiste, en un complejo hospitalario de primer nivel, en el que existe una actividad de «3.000 partos, 2.000 intervenciones quirúrgicas y 1.600 tratamientos de reproducción asistida al año», expone el salmantino antes de añadir que también es un hospital docente, una capacidad que otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. «Es muy raro acudir a tu médico privado y encontrarte a un estudiante. En nuestro centro pasa porque tenemos alumnos adscritos de la Universidad Autónoma». En total forman a cuatro residentes por año.

Alberto Rodríguez comenta que la responsabilidad social corporativa es otro de los pilares del hospital. Cuentan con varios programas, entre los que se encuentra una iniciativa que se encarga de realizar cirugía correctora en mujeres que han sufrido una ablación de clítoris, o el programa que se encarga de ayudar a las jóvenes que aún no han sido madres o que no han culminado su plan vital reproductivo y que sufren cáncer a preservar su fertilidad. «Nuestra fundación asume los costes de los tratamientos», aclara. Este salmantino también pone su granito de arena en misiones humanitarias, la última en Madagascar, donde acudió las pasadas vacaciones con otros cinco ginecólogos y dos anestesistas para realizar cirugías a todas las personas que lo necesitaban y llevar material y equipamiento.

Preguntado por la evolución de la reproducción asistida, señala que ha cambiado «radicalmente» y que «se ha simplificado mucho». No obstante, indica que el reto actual pasa por el retraso de la maternidad y, por tanto, los límites éticos y biológicos que surgen debido a la edad. «La gente no acaba de poner freno y van marcando límites que se van violentando. Nosotros habíamos fijado los 50 años para tratamientos de fecundación in vitro, pero no hace mucho saltó a las noticias una mujer burgalesa que dio a luz a los 64 años tras realizarse una inseminación artificial en Estados Unidos».

Para Rodríguez, la investigación y la innovación en España son «muy dependientes» del sector público y debido a la crisis económica pues están «en retirada». Además, el nivel que se exige a la hora de presentarse a programas europeos, necesita «una profesionalización», apunta. «Antes por las mañanas el médico pasaba consulta y por las tardes se dedicaba a investigar y a publicar. Esto no puede ser así. La ciencia nos exige una dedicación exclusiva y una estructura organizada y profesionalizada y eso, lamentablemente, consume dinero», expone el salmantino.

En este sentido, indica que los políticos «no son capaces de levantar la mirada más allá de sus cuatro años de periodo de elección». Y la investigación, asegura, es lenta y no siempre da rendimiento. «Todo el mundo quiere disfrutar del beneficio, pero aquí siempre se ha apostado por que inventen otros y ya pagaremos por las patentes o el precio del producto», lamenta.

En su opinión, España es un país donde la formación académica tiene calidad, pese a que no se refleje en las encuestas de clasificación de las universidades, si bien las personas con talento acaban en Estados Unidos, donde hay más cultura de investigación. Al otro lado del charco, dice que los centros están orientados a proyectos, patentes y objetivos, por tanto si un trabajo no sale adelante, «cortan el grifo» y buscan una idea mejor. «Las universidades españolas son sillones, donde da igual si trabajas mucho o poco. Nadie te mueve de ahí. Eso no puede ser y tenemos que realizar un cambio profundo, que no se puede arreglar en un par de legislaturas», sentencia Alberto Rodríguez.

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