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PERSONAJES ÚNICOS / MARÍA EUGENIA PEREA

La mano amiga desde el más allá

Esta médica madrileña trabaja en el servicio de Cuidados Intensivos y coordina la Unidad de Trasplantes del Hospital Universitario de Burgos / Ha desarrollado un protocolo pionero de acogida a los familiares de los enfermos críticos

María Eugenia Perea, coordinadora de Trasplantes del Hospital Universitario de Burgos, en una de las habitaciones de la UCI.-ISRAEL L. MURILLO

Publicado por
Estibaliz Lera

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Es un momento triste. La vida se escapa y sólo queda una rígida caricatura de lo que algún día fue. La muerte es una despedida que puede tornarse en solidaria si decide donar los órganos. Corazón, pulmones, hígado, riñones... que sirven para renacer tras una dolencia que empuja a ese túnel del que se sale con una mano amiga desde el más allá. Ella contribuye a trasformar el duelo en gozo. María Eugenia Perea es la coordinadora de Trasplantes del Hospital Universitario de Burgos. Cogió el timón en abril y está «encantada» e «ilusionada» con el reto.

Esta madrileña estudió Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, empujada por ese deseo de ayudar. Antes de embarcarse en la carrera fue voluntaria en varios hospitales para acompañar a los enfermos en momentos complicados. Así que cuando pudo, convirtió su pasión en su profesión. El siguiente paso tras licenciarse fue elegir la especialidad. Lo tenía claro: Medicina Intensiva. «Me gusta la inmediatez y en las unidades de cuidados intensivos notas muy rápido la mejoría del paciente», expresa.

Realizó la especialidad en el Hospital Severo Ochoa de Leganés, un servicio con «pocas camas» pero «mucha demanda asistencial», y los últimos meses en el Hospital Universitario de Burgos. De allí se trasladó al Clínico de Salamanca, en el que permaneció un año, pero ‘su casa’ volvió a llamar a la puerta y regresó a Burgos, donde lleva 10 años.

Perea trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos y se centra en la bioética y los cuidados críticos renales. De hecho, ha elaborado varios protocolos. Uno de ellos se centra en la atención del paciente al final de la vida y el otro se basa en la adaptación de las técnicas de depuración extrarrenal a la idiosincrasia del centro burgalés. Está destinado, tal y como explica, a enfermos que han sufrido un fallo renal agudo y necesitan estar conectados a una máquina las 24 horas. «Es una máquina tipo la que se utiliza en diálisis, pero en vez de estar conectados a ella durante un tiempo, están todo el día», añade.

Estos proyectos sirven para unificar criterios y tomar decisiones basadas en la evidencia científica, apunta. Además, ha diseñado un protocolo de acogida a los familiares de la UCI. Esta idea surgió después de hacer encuestas tanto al personal del servicio como a los familiares, en las que se preguntaba por las instalaciones, la acogida, el tiempo que estaban con los enfermos, entre otras cuestiones. La principal conclusión del estudio fue que los sanitarios son «más exigentes» que los familiares. Entonces, decidieron «abrir las puertas» y pasar a ser una unidad «cercana», donde los familiares no se sintieran desplazados y donde, sobre todo, los pacientes que están más conscientes pudieran estar más tiempo al lado de los suyos, cuenta.

También crearon un folleto de bienvenida, en el que se explica el funcionamiento de la UCI, los teléfonos y su ubicación en el hospital. Pero aquí no se queda su labor. Si un paciente muere, a los dos meses todos los miembros del servicio envían una carta de condolencias. «Muchos nos visitan para darnos las gracias y nos traen bombones, cartas, incluso, cuadros. Es muy gratificante», afirma María Eugenia Perea, quien comenta que «lo que hay que tener claro es que cuando una persona entra en la UCI se utilizan todos los recursos que tenemos en nuestra mano para salvar su vida».

Su «complicado» día a día en esta unidad que lidia con la muerte lo compagina con la coordinación de la Unidad de Trasplantes, que durante este año ha logrado 12, con una edad media de 63 años. La causa más frecuente del fallecimiento del donante es el infarto cerebral tanto hemorrágico como isquémico. Para que todo el engranaje empiece a funcionar alguien tiene que morir. Entonces, un equipo formado por un centenar de profesionales se movilizará para salvar vidas. «Todo tiene que ser lo más ágil posible para que los órganos se mantengan en buenas condiciones», indica la médica madrileña, si bien reconoce que es un proceso «duro» donde hay que acompañar a los familiares en su fase de duelo.

En este sentido, manifiesta que Burgos es «una ciudad generosa» y, por ello, siguen realizando charlas en colegios y universidades para que todo el mundo pueda conocer la donación, lo que implica y el número de vidas que se salvan. Y aporta un dato: «El año pasado la lista de espera se redujo en 186 personas en España». Para contribuir a esta causa lo más importante es que todo el mundo conozca tu voluntad. «Si tu familia, amigos y compañeros saben que tu deseo era donar los órganos, se cumplirá». También los interesados pueden apuntarse en la Organización Nacional de Trasplantes y en varias asociaciones de enfermos.

La idea de esta médica es continuar con el legado que dejo su predecesor, Arturo Zabalegui, quien desde la sombra le sigue ayudando a fomentar la donación y hacer posible que cuando una familia decide dar el paso todo siga el curso adecuado. Aclara que los órganos donados no se quedan en Burgos, por lo que se buscan receptores en Castilla y León y, sino se amplia el radio de oferta hasta encontrar una persona compatible. Eso sí, todo a contrarreloj.

María Eugenia Perea comenta la realidad en muchos hospitales: «La parte asistencial la tenemos más asumida, pero la parte de investigación cuesta más». No obstante, destaca, en los últimos años se está apostando más por ella, ya que reduce la mortalidad y optimiza los recursos. Dividen su jornada laboral para recoger, analizar y estudiar datos, y cuidar a los pacientes, siempre teniendo en cuenta que la asistencia es lo prioritario.

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