Habituado a los apaños preobitales de celebridades descarriadas, para el agustino Félix García Vielba (1897-1983), palentino de Revilla de Santullán, aquel arreglo al pensionado Miguel Delibes fue un avío de menor cuantía. Desde su realismo agustiniano, el padre Félix estaba acostumbrado a organizar composturas trascendentes y con amplio eco social, incluso en casa del opulento patrocinador de sus últimos años. Así que aquel ajuste con Delibes, transformando la solicitud de ayuda para un viaje por los países bálticos, destinado a estudiar la Hansa Teutónica para sus clases de Comercio, en el pedido de una novela que iba a ser La hoja roja (1959), no fue sino una muestra más de su destreza clarividente para poner luz y orden en los frecuentes extravíos humanos. -«Digo, Delibes, que por qué en lugar de un libro de viajes, no nos escribe usted una novela», le confió el fraile al escritor perplejo y temeroso de perder la dote obtenida, en el mismo acto de entrega de las pensiones, un ventoso 25 de marzo de 1958 en Madrid. Pensión dotada con 125.000 pesetas y no con el desorbitado millón que afirma su biógrafo Ramón García.