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Agujero Kenedy

El jugador brasileño del Real Valladolid sigue sin estar en un mínimo estado de forma para competir dos años después de su fichaje, pese ser el blanquivioleta mejor pagado

Robert Kenedy, durante el reciente amistoso frente al Leganés.LOF

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Valladolid

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‘¡FICHAJAZO!’, atronaba el Real Valladolid así, con mayúsculas, en las redes sociales al anunciar su contratación. «Es el jugador que marcará diferencias», explicaba para los más legos en el fútbol internacional una de las cabezas pensantes del club, arqueando con suficiencia las cejas hacia arriba.

Dos años, un mes y once días después, Robert Kenedy no es un bluff. Es más que eso. Es un agujero por el que se escapa una ficha anual de dos millones. El año pasado solo él consumió un quinto de la masa salarial del equipo. Si los agujeros negros (hablo de astronomía) devoran toda partícula o radiación que llega a su campo de influencia, Kenedy es un boquete por el que se escapa el dinero de un equipo malnutrido en Primera a causa de sus dueños.

El Pucela no puede permitirse un jugador así, pero ésta es su tercera temporada y le restan otras dos de soltar billetes como si fuesen las chapas en Semana Santa, pues firmó hasta 2027. Una maniobra tan desesperada como suicida.

En el amistoso ante el Leganés se vio a un Kenedy fuera del mínimo estado de forma exigible a cualquier profesional. Según las pruebas físicas -venden desde el club- es un fenómeno, pero en el campo parece un futbolista de peñas. Su actuación en Butarque fue bochornosa. Cachazudo, sin chispa, carente del mínimo adarme de aceleración y anticipación, fue una máquina de perder balones en intentos de regate previsibles, y de llegar tarde a balones divididos. Fue una rémora para el equipo. La misma que se vio en Vigo durante los once minutos que mediaron entre su entrada y el pitido final. A Pezzolano se le ocurrió meterlo en el campo ante un rival preñado de jóvenes canteranos que vuelan. Eran Falcons contra un Mini.

Las historia de Kenedy como blanquivioleta ya comenzó torcida. El Real Valladolid quería al azulgrana Abde en ese verano de 2022 del anteúltimo ascenso a Primera. Así lo aseguró el propio Ronaldo. Un equipo se le adelantó. ¿Adivina quién? Osasuna, últimamente perejil de todas las salsas blanquivioleta junto con el Valencia.

Había que reaccionar rápido porque el mercado se cerraba y el entonces director deportivo, Fran Sánchez, viajó hasta Londres para traerse al jugador del Chelsea. «Si no llega a viajar, no viene. Le querían muchos equipos», comentaban en Zorrilla, en tono de autoadmiración.

La jugada del Pucela era clara. No pagaba una libra esterlina al Chelsea, pero a cambio el jugador firmaba por cinco temporadas y se llevaba una morterada anual. Una decisión que se demostraría ruinosa.

Lejos de repetir Kenedy el buen rendimiento visto en el Eurogranada de la 20-21 con 28 partidos de Liga (aunque sólo cuatro completos) y cuatro goles, se estrelló en su aterrizaje en Zorrilla. Sus problemas físicos, envueltos en su baja forma, provocaron que no disputase ningún partido completo. Intervino en doce, dos como titular y diez como suplente. Sumó en toda la Liga 268 minutos (menos de tres encuentros enteros) y no marcó. El equipo bajó.

Con este currículo y su elevada ficha, uno de los objetivos del verano de 2023 fue sacarlo como fuese. Cedido y, si sonaba la flauta, traspasado. Olimpiakos casi lo acepta, pero se echó atrás. Éste fue el detonante del despido de Fran Sánchez con el estreno de agosto, cuando nunca se debe cambiar de director deportivo. Pero Ronaldo, como dicen algunos de quienes trabajan a su lado «es caprichoso». Su sucesor, Domingo Catoira, fue incapaz de encontrarle destino.

Tampoco este verano, después de una temporada en Segunda en la que debía marcar diferencias y fue una rémora. Su única aportación destacada fueron los dos goles en Santander que dieron la vuelta al 2-1 del Racing para colocar el 2-3 definitivo. Y eso que disputó 29 partidos de Liga, aunque sólo tres completos.

Con su hoja de servicios y su ficha, este verano era un milagro colocarlo. Catoira, al que ya de por sí le cuesta cerrar cualquier operación ventajosa, fue incapaz de encontrarle acomodo. Y aquí sigue Kenedy, con juego de futbolista retirado a sus 28 años, con sus cinco minutos oficiales disputados en Liga -el que menos de los 26 futbolistas que ya han debutado de blanquivioleta esta temporada-, con una ficha sobredimensionada para el equipo de Primera con menor presupuesto, y con dos temporadas firmadas aún por delante. ¿Está mal físicamente? No, pero hay que recuperarlo, dicen en el club. ¿Está fuera de onda en el equipo, poco implicado? No, pero hay que darle confianza y creer en él, dicen el club.

Bien mirado, Robert Kenedy es la personalización del actual Real Valladolid. Mucho nombre y mucho pasado glorioso, pero un presente tétrico que invita a lo peor.