El sueño del panadero
Juma reproduce la historia de tantos futbolistas africanos que salieron de campos de barro para jugar en la élite europea / Da el salto tras dos partidos en el Juvenil y uno en el Promesas
Da el salto tras dos partidos en el Juvenil y uno en el Promesas
«Me levantaba a las cuatro de la mañana para recoger leña»
En los cuentos de hadas de muchos niños africanos, el protagonista no viste traje de las Mil y una noches ni porta una varita, sino que calza unas botas de fútbol para jugar en los grandes estadios europeos.
Muchas veces la historia tiene un final amargo. Unos, porque no llegan al mínimo de calidad. Lo de otros es aún peor, protagonistas de un relato de terror. Son los niños captados de forma torticera e ilegal y abandonados a su suerte en el viejo continente, tras no servir para los intereses deportivos de las mafias que los tratan como trozos de carne.
Pero otras veces el cuento acaba en final feliz. En Zorrilla ya se conoce ese final de ‘y comieron perdices’ con Salisu. El ghanés pasó del fútbol de su país al Real Valladolid Promesas con 18 años. Tras año y medio en el filial y una sola temporada con el primer equipo, fue fichado por el Southampton inglés por 12 millones. Ahora cumple su segunda temporada en el Mónaco. El jueves se enfrentó al Barça en la Champions.
Si la carrera de Salisu despegó como un avión supersónico desde el Promesas, la de Abdulay Juma Bah ha tomado velocidad de nave espacial. El sierraleonés, de 18 años, debutó el sábado ante la Real Sociedad después de disputar sólo dos partidos con el Juvenil A y uno con el Promesas. Lo que a Salisu le costó año y medio desde el segundo escalón, a Juma le ha llevado tres semanas, desde el tercero. «Esto se le queda muy pequeño. Va para jugador grande, tiene talento natural», dijo sobre él nada más verlo en acción una persona vinculada con el Juvenil.
Visto su papel ante la Real Sociedad, el africano ha subido al primer equipo para quedarse. La zona de centrales está cercenada por las bajas y los problemas físicos. Javi Sánchez, Cömert y Cenk, el último en caer, ya saben lo que es perderse partidos. El destino puede ofrecerle a la última ilusión blanquivioleta una oportunidad para asentarse en el primer equipo.
Juma comenzó a jugar al fútbol en su Freetown natal, la capital de Sierra Leona. Como casi todos los niños africanos amantes de este deporte, lo hizo en la calle. Sobre el polvo de los días de sol, en los que la temperatura se asienta entre los 25 y 30 grados todo el año; y el barro de la temporada de lluvias.
El joven central pucelano pasaba sus días entre la escuela y el fútbol, con parada obligatoria en la panadería familiar. Allí debía ayudar desde su infancia, como es habitual en el continente. Juma acarreaba la leña para tener a punto el horno de la panadería, ayudaba a traer la materia prima y servía los pedidos a los clientes.
Ya como futbolista juvenil, un día un cazatalentos de su país se fijó en él. Vio algo diferente y fue captado por la Freetown Giant Academy, la mejor escuela de fútbol de Sierra Leona. Con 15 años ya jugaba en su primer equipo juvenil. En un país sin grandes figuras balompédicas, enseguida fue captado por el AIK Freetong, de la Tercera División del país.
Allí siguió evolucionando, hasta que llamó a su puerta el Freetonian Slifa, de la Primera de Sierra Leona, que lo acogió como cedido. Su progresión continuó a un ritmo vertiginoso y el pasado mayo un representante del Real Valladolid asistió a un showcase, evento común en África, en el que se reúnen los mejores jugadores jóvenes de una zona determinada y compiten en una especie de escaparate ante representantes y scouts de equipos profesionales.
El Pucela fue a ver a varios jugadores pero en especial a Juma. Y le convenció. Logró un contrato de cesión con opción de compra que ejecutará sin duda. Pezzolano cuenta con él. El uruguayo se la ha jugado y ha acertado. Le vio potencial nada más llegar y en las últimas semanas ha trabajado con el primer equipo. Ya no dejará de hacerlo.
DECLARACIONES
El joven futbolista sierraleonés aún no ha podido hablar para los medios de comunicación pero sí ha sido entrevistado por la web del club blanquivioleta.
«En mi país me levantaba a las cuatro de la mañana para ayudar a mi padre, Abdul Karim, que es panadero, a recoger leña para el horno. Empecé a jugar descalzo en la calle con mis amigos y luego en campos de tierra hasta llegar a la Premier League de mi país. El Real Valladolid se fijó en mí y me fichó», comenta el defensa.
En Sierra Leona, pegados a un televisor a casi 4.000 kilómetros, sus familiares y amigos estaban pendientes de Pucela, orgullosos de Juma. Allí donde jugó sus primeros partidos, en Nicole Street del barrio Congo Market de Freetown, su gente alucinaba. «Sobre todo mi madre, Umu. Ellos están muy contentos por mí, no se lo pueden creer, y rezan todos los días para que todo vaya bien».
«Cuando vi mi nombre en la pizarra mi corazón se aceleró. Todos mis compañeros y el cuerpo técnico insistieron en que estuviera tranquilo y que disfrutara. El apoyo de la afición fue asombroso. Es la mejor sensación que he tenido en la vida. Tengo humildad y trabajo, y tengo claro que quiero devolver a la afición el cariño y al entrenador la confianza», finaliza Juma.
CARACTERÍSTICAS
Quienes siguen día a día en los Anexos la evolución de Juma no dejan de sorprenderse por su evolución. Valoran su carácter tranquilo, vital para un central, posición en la que se debe decidir en las décimas de segundo que separan el éxito del fracaso.
Esta característica no está exenta de contundencia ni de garra. El poderoso físico del africano, con su 1,95 y una fuerza notable para sus 18 años, le permite ser contundente en el juego aéreo. Pero también mostró a ante la Real su calidad con el balón en ambos pies, sacando precisos balones en corto y en largo. Juma estuvo además muy atento a los fueras de juego. El sábado fue cambiado por cansancio pero está listo para jugar en Sevilla.