Diario de Valladolid

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Pepe Moré levanta la Copa de la Liga en 1984

Pepe Moré levanta la Copa de la Liga en 1984E.M.

La nostalgia es ese espejo que devuelve la imagen del pasado. El reflejo es mucho más umbrío que el aspecto actual para los bendecidos por el éxito, pero en otras ocasiones rejuvenece, como si fuese un retrato de Dorian Gray que no refleja maldad pero sí incapacidad. Sientes que ahora eres peor, más viejo, menos hábil.

Los 40 años de su título de la Copa de la Liga han colocado al Real Valladolid ante lo que era y en lo que se ha convertido. El impersonal Pucela actual sobrevive a base de ascensos y descensos, considerando como un título el retorno a la élite, su hábitat normal antaño.

Cuenta con un presidente que no ha sido capaz de crear ningún lazo sentimental con una entidad que se quiere quitar de encima por un precio que nadie está dispuesto a pagar. Con una plantilla normalita, casi sin autóctonos, que será de las peores de Primera. No hay dinero para fichajes caros, algo imposible, pero está por ver que haya capacidad para que lleguen jugadores buenos. Por ahora el mercado sólo ha dejado caras que ya estaban en la última temporada. Tedio y sopor.

También cuenta el Pucela con un entrenador que continúa pese a haber menospreciado a la afición y a la ciudad, y propugnar un juego que es un canto al aburrimiento, por no ser lacerante. Lo impensable hace pocos años es realidad.

Habría que preguntarse dónde está el dinero de la televisión tras las temporadas de Ronaldo en Primera. Si no se ha traducido en fichajes, sería bueno saber por qué hay una deuda de casi 20 millones.

El Mundial ha pasado de largo como Mr. Marshall. Zorrilla ni siquiera ha sonado como destino tras fijarse el límite mínimo de aforo en 40.000 espectadores.

Paso al otro lado del espejo, como la Alicia de Carroll, y veo a un equipo campeón de la Copa de la Liga que llevaba cuatro años en Primera y aguantó otros 20 más, con el único paréntesis de la 92-93. Lo presidía un vallisoletano que lo amaba como a un hijo, lo entrenaba un palentino y pucelano de adopción que defendió sus colores, estaba formado casi en su mitad por jugadores de la cantera, más refuerzos de calidad y fichajes extranjeros que marcaban diferencias en Primera División.

No, no era entonces un club millonario, pero tenía las cuentas saneadas. Había un criterio y se sabían hacer las cosas. En las oficinas y en el campo. Y había pasión. Por eso ellos sí se trajeron el Mundial.

Cuándo inventarán la puñetera máquina del tiempo.

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