Uno juega, dos empatan
Un Real Valladolid voluntarioso pero romo en ataque choca con un Espanyol que vino a que no se jugase y que contó con la colaboración de un horroroso Cordero Vega
El término partido indica que existe algo que está dividido. En deporte significa que hay dos equipos que juegan para buscar la victoria. Etimológicamente, en Zorrilla no hubo un partido de fútbol como tal entre Real Valladolid y Espanyol. Por eso acabó sin goles.
El Pucela intentó jugar, aunque le salió a tirones y sin chispa. Los pericos, a que no se jugase. En muchas fases su fútbol recordó cómo sería este deporte si se hubiese inventado en el Paleolítico. Una pena con la calidad que alberga su plantilla. Y, para rematar el triángulo del terror, aparece Cordero Vega, el árbitro que no dejó jugar, con parones constantes y revisiones de lo que él mismo había pitado, como si fuese una y otra vez a exámenes de recuperación.
Cordero se coronó en la tierra del lechazo con el penalti-no penalti a Monchu. Joan García lo derribó tocándolo en cabeza y cuerpo. El trencilla, a tres metros de la acción, pitó penalti. Desde la sala VOR le debieron reconvenir y se olvidó de lo que había visto para desdecirse y anularlo. Todo esto perdiendo tiempo y hablando mucho. Porque Cordero Vega pierde tiempo y habla mucho.
Real Valladolid
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Claro que, para perder tiempo, el Espanyol. Jugó desde el minuto 1 como si le valiese el empate (no se sabe quién es su asesor matemático), sin arriesgar en ataque y echándose encima del rival que merodease por su zona de ataque para pararlo. Como fuese. Robando el balón o, si se terciaba, con técnicas de MMA.
Como el Pucela no tenía el día fino en ataque, los espectadores asistieron a una primera parte que pareció un bocadillo de polvorones: intragable.
Lo mejor fue el debut de Arnu, con Negredo tocado, aunque el canterano apenas pudo hacer algo entre Cabrera y Gómez, lo que equivale a una mili de las de antes.
El primer tiro del partido llegó en el minuto... 47, en pleno tiempo añadido. Monchu envió un balón flojo y raso parado fácil por Joan. En el 49 Rosa mandó un cabezazo cerca del poste. El Espanyol, en ataque, pensando si Braithwaite compra el club.
Como el Real Valladolid a veces no necesita enemigo para liarla, hubo un contencioso entre el míster y parte de la grada cuando se lesionó Anuar. El público pidió a Moro, que había calentado antes, pero Pezzolano sacó a Rosa. A los pitidos de la grada contestó el técnico con un gesto con el brazo, pidiendo que fuesen más fuertes. El divorcio es evidente pero no hace falta publicarlo.
La segunda parte se vio un Pucela más móvil y un Espanyol muy a gusto en su rol pasivo. Parecía que el que necesitaba remontar en la tabla era el cuadro local. El ritmo más vivo de los castellanos se tradujo, tras el no penalti del minuto 60, en un centro de Moro con un balón que pasó por Salazar y llegó hasta Negredo, solo y en el segundo palo. El gol comenzaba a cantarse cuando el madrileño, con toda la portería a su disposición, chutó alto. El estadio enmudeció. Y durante bastantes minutos. No sólo por el gol fallado sino porque parece que nunca llegará por su parte.
El Espanyol ya jugaba con diez por la doble amarilla a Melamed y su único susto en todo el partido fue una falta de Milla a la escuadra, neutralizada por Masip. Salazar y Juric lo intentaron, pero si suerte. No era el día de un Real Valladolid al que le faltó clarividencia en la distribución del balón, velocidad en ataque y mejor lectura de pases y desmarques, abusando del juego por el centro.
Al menos el equipo cuenta con una defensa de Primera División. Y no sólo por el récord de imbatibilidad, sino porque Javi Sánchez y sobre todo Tárrega se transformaron en atacantes. Éste le durará al Pucela hasta junio, pero quizá lo mantenga un año el Valencia, club que luce su propiedad, si continúa a este nivel.
El Real Valladolid sigue sin perder, el Espanyol también y Masip eleva su récord de minutos imbatido a 718. Los castellanos se encaraman además al liderato temporal, de nuevo a expensas de lo que haga el Leganés, esta vez en Albacete.
Todos contentos en Zorrilla, aunque con mueca, más que con sonrisa de felicidad plena. El consuelo del Real Valladolid es que al menos intenta jugar al fútbol.