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BALONCESTO / EL ANÁLISIS

Una mosca baja el suflé del Real Valladolid Baloncesto

En solo tres jornadas el nuevo proyecto del UEMC Real Valladolid se cae con dos sonrojos injustificables que despiertan inquietud a las primeras de cambio

Lolo Encinas alecciona a sus jugadores en un tiempo muerto.PHOTOGENIC

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Valladolid

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Una vez pasado el sofoco que supuso el segundo sonrojo de la temporada a manos del Fuenlabrada, con la cabeza fría y las pulsaciones ya en su sitio, el análisis llama con urgencia y por sorpresa a las puertas del UEMC Real Valladolid Baloncesto. Porque han bastado solo tres partidos para que el blanco se tiña de negro, para que lo que parecía ilusionante se convierta por arte de magia en descalabro y humillación. 

Como un buen amigo me dijo la pasada semana tras la humillante derrota en la cancha del recién ascendido Zamora, el suflé se cae a las primeras de cambio. Y lo hace con el posado de una mosca. Dos derrotas que escuecen no solo por las derrotas en sí, una que podría disfrazarse de accidental y la otra como de hasta lógica, pero no de la forma cómo se produjo. 

Porque habría que remontarse muchos años atrás, al antiguo club y a la dantesco patética última campaña del desaparecido Valladolid CB en la ACB con el domador de serpientes Ricard Casas a los mandos, para ver una impotencia semejante que espantó y levantó como un resorte al público de sus asientos encaminando un largo desfile hacia la puerta de salida del pabellón Pisuerga a seis minutos para el final. 

Caer, sí, con estrépito, no. Y recurrir a la cantinela de que hay seis transatlánticos en la Primera FEB este año no vale. Porque Zamora lejos de ser un transatlántico es una humilde barquita que fue capaz de hundir a los blanquivioleta.

¿Y qué haría falta para subir el suflé? Un cocinero diría que triplicando la cantidad de harina o trasladándolo al equipo de Encinas reforzando la ‘pintura’ con un juego interior con más centímetros, más kilos y más calidad, arreglaría el problema. Pero ese es otro tema, de momento irremediable.

La baja por lesión de Vucetic, el teórico pívot suplente, ha desmontado todo abriendo de par en par la peligrosa puerta de las dudas. Un Real Valladolid Baloncesto que tras una positiva pretemporada donde fue capaz de competir encendiendo la luz de la ilusión con un «baloncesto moderno», como se vendió, se ha desmoronado en todas sus líneas para encender la luz de alarma a las primeras de cambio.

La visita este viernes al Tizona de Burgos, que sí se hizo fuerte en su casa ante otro transatlántico, Estudiantes, se convierte por exigencias del guión en la primera prueba del algodón para Lolo Encinas y el nuevo proyecto. Cuarto por la cola, el UEMC Real Valladolid solo tiene en su haber el triunfo en Alicante, rival que ha perdido sus tres encuentros. El Plantío se convierte en todo un examen para los blanquivioletas, obligados no solo a ganar sino cuanto menos a cambiar su hasta ahora decepcionante semblante. Porque tras Burgos vendrá otra vez la Copa de España ante Zamora, su último verdugo, y luego otro ex ACB, Obradoiro.

Sería un error cargar toda la responsabilidad de la derrota a la más que evidente debilidad física y técnica en el juego interior. La defensa, con inútiles 2x1 convertidos en agujeros, brilla por su ausencia. Hoover, el jugador fichado a bombo y platillo llamado a suplir a Devin Schmidt parece sumido en el hechizo de Blancanieves. Otros jugadores lo intentan pero no es suficiente ni para asegurar unos mínimos. Otros parecen que su tiempo en la elite ya pasó...El suflé se ha caído con estrépito y hay que levantarlo sí o sí.En Burgos, en El Plantío, está la receta.

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