BALONCESTO / LEB-ORO
El Real Valladolid Baloncesto, 'cornudo y apaleado'
Tocado mentalmente por la pérdida por sanción de Devin Schmidt, vuelve a desmoronarse fuera de casa para ser humillado y ridiculizado (81-56) por un Lleida que le ganaba por 30 puntos ya al descanso (48-20)
... Y ‘montas un circo y te crecen los enanos’. Los peores presagios se confirmaron en el UEMC Real Valladolid Baloncesto. Del cielo al infierno. Tras el laborioso triunfo ante San Pablo solo había un único temor para Paco García y ese era que la normalidad se instalara en su equipo de aquí a final de temporada. Sin embargo solo horas después de ese pensamiento la cruel y desmedida sanción a Devin Schmidt quebró la paz y la armonía en un equipo frágil, tremendamente frágil ante cualquier contratiempo. En Lleida lo volvió a demostrar convirtiéndose otra vez en una marioneta en manos de su rival, un ‘zombi’ que deambuló sin pena ni gloria en un Barris Nord, con el recuerdo presente de su eliminación la pasada campaña en el playoff, que alentó a su equipo desde el salto inicial en busca de la venganza, en busca ¿por qué no? de la humillación.
Porque 700 años después de la publicación del Decamerón de Bocaccio, el cuento ‘Cornudo y apaleado’ volvió a reproducirse en manos de un Real Valladolid Baloncesto sin alma, sin deseo y en claro estado de depresión tras un golpe, la sanción a Schmidt, que no supo ni digerir ni afrontar. ¿Es acaso tan débil de mente este Real Valladolid construido para ascender? Por lo visto en Lleida, sí. A pesar de los pesares es difícil de explicar que el partido se decidiera en 10 minutos con el 28-11 en el electrónico ante la juerga del respetable o si me apuras al descanso cuando Lleida se puso 30 arriba (48-18). Sí 30 puntos de diferencia en 19 minutos y 40 segundos (48-20; descanso). Inexplicable. Injustificable.
El UEMC Real Valladolid Baloncesto volvió a ser una vez más una sombra de sí mismo. Un juguete roto, una ridícula marioneta ante un rival que no dudó un ápice en hacer sangre sobre su frágil cabeza para humillarle.
El inicio del partido ya vaticinó que el equipo de Paco García iba a sufrir. El 11-2 de salida solo era un adelanto ante la pasividad también de un Paco García tocado en su línea de flotación que tardó en parar el partido y que viendo el desaguisado optó por meter obreros al campo (Puidet, García-Abril, Sergio y N’Guessan) buscando respuestas.
Respuestas que no llegarían, al revés, que convirtieron al cinco en pista en un equipo ramplón. Porque como dijo Einstein, la debilidad de actitud se vuelve debilidad de carácter. Y para colmo de los colmos en plena sangría a dos minutos para el descanso Mike Torres cayó lesionado en un tobillo.
Con la guerra totalmente perdida y con un Llieda con un inusual reparto de minutos entre sus once jugadores convocados, al UEMC Real Valladolid tras otro partido fuera de casa de huelga general de brazos caídos, no le quedó más remedio que intentar el sonrojo no fuera histórico jugando veinte largos, larguísimos minutos de la basura, algo nunca o cuanto menos pocas veces visto.
El equipo de Paco García, sin nada más que perder, mejoró aprovechando la lógica relajación y preciptación de su rival. La pregunta era obligada. ¿Donde se guardó el equipo ese deseo que estuvo totalmente y de forma incomprensible oculto en la primera mitad? Nuevo secreto de sumario.
El partido, totalmente roto, se aproximó más a un correcalles que a otra cosa. La diferencia era enorme, abismal, y a pesar de la ausencia del artillero Schmidt, anormal, (23 pérdidas y un 3 de 21 en triples) dejando claro que en este equipo una sola piedra puede desmoronar un edificio (81-56).