Diario de Valladolid

El Pucela o la potencia en estado puro

Sergio sacrificó la brillantez por el control al rival, sin perder su personalidad, y la jugada le salió redonda

Publicado por
Redacción de Valladolid
Valladolid

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El Real Valladolid pensaba jugar un partido de vuelta el sábado en Zorrilla y lo que va a celebrar es una fiesta. Con todo el respeto para el Numancia, voltear la eliminatoria es tarea quimérica, visto el potencial de ambos equipos y la evolución de los pucelanos. Están cerca de Primera División porque hace tiempo que juegan como un equipo de Primera División. Y cada vez de mejor zona de la clasificación.

Sergio lo tiene muy difícil para no ser incluido en el santoral de la ciudad y procesionar en parihuelas por sus más bellos rincones. Lo que está a punto de lograr no pertenece al directorio del fútbol sino al reino de lo imposible. Como abrir en dos el mar Rojo o lograr que Anne Sullivan se comunique. En ambos casos se han rodado películas de los hechos. En el de Sergio podría llegar, porque el guión ya está escrito.

Indica cómo un grupo desahuciado, a flote solamente por el corcho de un pichichi deslumbrante, logra dar la vuelta a la embarcación y convertir la chalupa en fueraborda. Todo en diez jornadas de Liga y tres partidos de promoción, con el tiempo justo de lograr la velocidad para pasar de la undécima plaza a la quinta al final de la Liga, y acariciar los pósters de CR7 y Messi después de tres encuentros eliminatorios.

Es imposible lograr más en menos tiempo, sobre todo cuando Sergio ha ejercido de artificiero más que de entrenador. Cada encuentro no era para él como cruzar la acera, sino que se revestía con traje de final. Un partido tras otro debía acertar con el cable a cortar porque, si se equivocaba, todo se iba a al garete. Prodigioso con el alicate, ha desactivado las bombas del camino hacia Primera.

En Los Pajaritos lo demostró de nuevo, en esa mezcla suya tan difícil pero tan efectiva de adecuar el equipo al rival sin perder el sello propio. Sabedor del daño que hace el Numancia en los balones que cuelga en diagonal nada más pasar el medio campo, agrupó a sus hombres atrás para minimizar espacios, al tiempo que colocó a dos jugadores frescos por las bandas como atacantes: Antoñito, lateral reconvertido, y Gianniotas, para presionar a los centradores.

La consecuencia fue una primera parte escasamente brillante pero totalmente efectiva de los pucelanos. No desplegaron un fútbol vistoso pero a cambio complicaron mucho el juego numantino, obligándole a hacer lo que no quiere: conducir, pasar en corto y jugar por el centro. Sin éxito. Sus excursiones a la banda también resultaron baldías. Sus intentos de juego por las bandas fracasaron, ante la extrema vigilancia local. Sólo se activaron los locales con algunos balones en profundidad al principio, sin inquietar a Masip.

El gol de Olivas fue no sólo un puñetazo al hígado sino la declaración de principios de un equipo que aspira a la excelencia. El mensaje: no hay que jugar de forma sublime para marcar. Sólo los débiles lo necesitan.

El tanto cambió el paisaje. El Numancia se quedó grogui y el Real Valladolid siguió avanzando, peor sin quitarse el cinturón de seguridad.

La segunda parte fue un ven a por mí. Y el Numancia fue, porque no le quedaban más cachavas. El Pucela se puso el traje del contraataque, al tiempo que estiró líneas para evitar el asedio. La consecuencia fueron dos goles más. Sendos ganchos al mentón que dejaron a los sorianos caídos.

El partido y muy posiblemente la eliminatoria quedaron vistos para sentencia tras el tanto de Óscar Plano. 0-3 final pero sin saltos, abrazos ni revolcones por el suelo de los blanquivioleta. Estaban demasiado cansados para ello, restan aún 90 minutos... y desde que está Sergio saben que para ellos ganar es otro día en la oficina.

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