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Carne de promoción

Empate injusto de los blanquivioleta, que crearon ocasiones suficientes para golear al Sabadell / Munuera les vuelve a anular un gol legal, como hizo en Pamplona, y expulsa a Leão / Los cambios de Rubi desactivan al equipo

El delantero blanquivioleta Roger lamenta en el suelo una de las ocasiones fallidas del Real Valladolid ante el Sabadell-J. M. Lostau

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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El Real Valladolid supo este domingo que su destino es la promoción. Sí, quedan 24 puntos por disputarse, está a 4 del ascenso directo, todo es posible y bla, bla, bla. Pero sus picos de rendimiento le convierten en un equipo inclasificable. Neurótico y ciclotímico. Y de lo que se trata para subir sin depender de la pedrea postliguera es de tener estabilidad, saber a lo que se juega y ser constante en una idea. Virtudes que los pucelanos no han lucido esta temporada. La segunda parte y la mala elección en los cambios de Rubi lo corroboran.

La desilusión es mayor porque llega tras una injusticia. El Real Valladolid creó oportunidades no ya para ganar sino incluso masacrar al Sabadell. Pero el gol se fugó de Zorrilla a la manera de un recluso díscolo incluso cuando parecía que ya estaba en la jaula. Como en un remate de tacón de Roger y un tiro a la media vuelta de Óscar tras preciosa vaselina. La defensa del Sabadell sacó en ambos casos el cuero de la raya.

El asedio durante la primera parte fue apoteósico. Los catalanes no podían salir de las cuerdas y bastante tenían con taparse. Además de estas dos ocasiones, Hernán y Roger mandaron el balón a los palos. De nuevo el levantino y Valiente lo cabecearon a centímetros de los postes. Seis ocasiones claras en 37 minutos para maldecir por la goleada que no llegaba pero que parecían el aperitivo del gol inminente, con la misma seguridad con que cae la bola en un bingo. Pero el bombo se atoró. Y eso que la pareja de creación Rubio-Leão funcionó, que los extremos Mojica y Hernán brillaron con centros, tiros y recuperaciones, y que Óscar y Roger se movían y enhebraban juego arriba. Todo funcionaba.

Munuera, el árbitro que anuló al Real Valladolid un gol legal en Pamplona, volvió a precipitarse al señalar fuera de juego en otra acción en la que no había orsay y que acabó en tanto, aunque había pitado antes. Todo se confabulaba contra los de Rubi.

Lo que no parecía posible es que ellos mismos se unieran a esa conspiración. Al igual que les ocurrió ante Ponferrada, Albacete y Mirandés, la segunda parte se vio otro equipo. Los nervios, la decepción, el miedo al fracaso y la falta de lectura de partido atenazaron a los locales. Ya no había chispa ni magia arriba. Ya no se llegaba igual a portería. El dominio era asfixiante, pero las oportunidades se desvanecieron. Un fallo en el remate de Mojica en una contra, solo ante Nauzet, y un tiro ajustado al poste de Hernán que blocó en dos tiempos el arquero, compusieron la dinamita albivioleta en esta mitad.

Si el Real Valladolid es equipo propicio a la melancolía, se zambulló de lleno en ella con la expulsión de Leão. El portugués realizó una entrada por detrás en el medio campo. Munuera le mostró una roja directa, justa reglamento en mano, pero desproporcionada tras el carrusel de faltas duras y extemporáneas a que fueron sometidos Mojica y sobre todo Hernán.

La expulsión colapsó al equipo y a Rubi. Retiró a Roger, el jugador con más capacidad de desmarque, para meter a De Melo cuando el Valladolid dominaba. Y dio entrada a Óscar Díaz por Óscar.

La magia ante un rival encerrado frente al que no se necesitaban balones aéreos se disipó. Antes había dado entrada a Timor por Samuel, dejando a Chica cojo el último cuarto de hora. Un despropósito táctico que desubicó y desconectó a los jugadores, quienes deambulaban por el campo sin planes ni ideas. Nada nuevo.

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