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Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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Hace dos temporadas me llamó la atención un equipo de jugadores clónicos en el que prácticamente nadie destacaba por encima del resto. No tenía magia ni elegancia, pero jugaba al fútbol como nadie en su categoría. Otros vivían de su figuras. Ellos, del juego colectivo. Sus futbolistas ocupaban los espacios como si el campo fuese la pantalla de un ordenador y el entrenador los guiase con un mando. Nunca un hueco. Nunca una cobertura mal hecha. Jamás un córner mal defendido.

Me enganché a este equipo y lo vi esa temporada 12-13 todo lo que pude. Me preguntaba qué no sería capaz de hacer ese entrenador con una plantilla de mayor calidad. Ese conjunto era el Girona. Ese técnico se llamaba Rubi.

No me extrañó que Vilanova se acordara de él para el Barça. Y me alegré cuando Braulio lo firmó, tras el intento truncado de Marcos, frenado por el presidente.

32 jornadas después, sigo esperando a Rubi. Como Vladimir y Estragon esperan a Godot en la obra de Beckett. Su Real Valladolid es un compendio de piedras preciosas al lado de su Girona de bisutería, dicho sea no sólo con respeto sino con admiración por el resultado final. Pero el míster ha sido incapaz durante más de siete meses de engastarlas en una joya. No hace falta que sea la corona de Mendilibar ni el collar de Djukic. Con una simple pulsera basta.

El Real Valladolid ha propiciado buenos partidos durante la temporada pero jamás se le ha atisbado una línea de continuidad. Ha sido imposible adjudicarle una personalidad. Demasiado pendiente de los demás, de los rivales, como para forjarse la autoestima imprescindible para crecer. No olvido las loas y alabanzas dispensadas al técnico en el inicio de la temporada. Entonces supo solventar los obstáculos que le puso la competición. Ahora cae de bruces hasta ante una piedra.

¿Se puede hallar en diez jornadas lo que no se ha encontrado en 32? En el fútbol no hay imposibles pero mentiría si digo que lo veo factible. Y menos aún con la actual racha autodestructiva de un equipo que ya no confía en sí mismo y en el que todos los jugadores parecen peores de lo que son.

Y me duele. Considero que a Rubi no se le puede aplicar el principio de Peter, como a otros entrenadores que en Zorrilla se toparon con su máximo nivel de incompetencia. No es el vago redomado de Marcos Alonso, ni los limitados pero sobrados Abel y Gómez, ni el vendemotos de JIM.

Creo que se parece más a Benítez. Tiene madera de gran entrenador, trabaja a destajo, pero esta experiencia le puede haber cogido párvulo. El tiempo y los reveses le forjarán en metal noble, pero por ahora sigue haciendo de Godot. Lo siento si les destripo la obra, pero al final Godot no aparece. «No vendrá hoy, pero mañana seguro que sí», dicen sus mensajeros. Día tras día.

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