Sole Giménez: «Conservo la ilusión, la necesidad de jugar y avanzar de cuando era niña»
La que fuera líder de Presuntos Implicados detiene este sábado en el Teatro Carrión de Valladolid su gira ¡Celebración!, con la que conmemora sus 40 años en la música
Sole Giménez (París, 1963) regresa a Valladolid para una ¡Celebración!. Cuarenta años –cumplidos en 2023– en la música la merecen. Esté sábado se sube al escenario del Teatro Carrión para ofrecer con un cuarteto una «revisión» de sus clásicos de siempre, para «volver a las canciones que tantas alegrías dieron y que llevaba tiempo sin cantar», para «poder disfrutar cantándolas con el público». Es su razón de ser.
Pregunta.– ¿Qué queda hoy de aquella Soledad que con 11 años cantaba en un coro?
Respuesta.– Mantengo viva la ilusión, la necesidad de experimentar, de jugar, de absorber, de avanzar en la música. Eso sigue estando ahí. Es una actitud vital, más allá de la música. Eso, desde luego, no ha cambiado.
P.– Creció en una casa donde la música estaba muy presente, con su hermano formó Presuntos Implicados, su hija también canta... ¿Cuando uno respira música, arte, es más fácil quererla?
R.– Sin duda es más fácil acercarse así a todo ese mundo, de una manera bastante natural, sin darle demasiada importancia. Y eso es lo bonito: hacerlo sin ninguna pretensión. Yo no la tenía. Yo no pensaba que iba a hacer de la música mi profesión... y aquí estamos, 41 años después.
P.- Y sin pretensión ha construido algo que no parecía fácil: ya tiene tantos discos en solitario como los que grabó con Presuntos Implicados.
R.– Cuando miro atrás, cuando pienso en si puedo ponerme alguna medalla, en si puedo decir que no lo he hecho mal, creo que mi mayor triunfo es el haberme mantenido tanto tiempo, el aguantar. Siempre hay momentos en los que piensas en tirar la toalla porque no puedes más. Pero resistir, quedarte, estar, encontrar cosas por hacer, ilusionarte con proyectos que se puedan construir... Se trata de ir dando pasos, de trabajar como una hormiguita y ver si funciona. Y, al final, funciona. Y das un nuevo paso sin esperar nada, sin la pretensión de permanecer en ningún sitio 40 años.
P.– Esa capacidad suya para explorar, para buscar sonoridades, para sorprender a su público con distintos estilos, también habrá contribuido
R.– Yo creo que sí. Quienes me han seguido han sido buenos conocedores de ese tránsito. Cuando te siguen, cuando quieren escuchar tu relato, es porque les gusta esa idea de experimentar.
P.– Ícaro, esa canción con la que abre el disco de esta gira, bien podría ser una metáfora de su oficio, o de cualquier oficio: querer ser un ‘pequeño dios’ para tocar el sol o un ‘pequeño gorrión’ que no deje de volar. ¿Ha querido ser alguna vez ese Ícaro?
R.– No me he querido quemar nunca (ríe). No, no. Conozco bien los peligros de acercarse demasiado al sol. Ni siquiera he tenido nunca la pretensión de volar... y fíjate.
P.- Canciones como Recibes cartas o Mil mariposas buscan el encuentro con el otro, la cercanía, la emoción. No es mal mensaje en estos tiempos.
R.– Pues igual no lo es, no, porque parece que nos estamos automatizando para no sentir, aunque si sientes te puede acabar doliendo.
P.– ‘Déjame conservar la belleza de esta oscuridad’, canta.
R.– Yo creo que todos nosotros tratamos de buscar un equilibrio para poder estar en el mundo. Hay que tener una mirada optimista para compensar todas las cosas malas de la vida. Y sin dejar de ser realista, porque claro que hay muchas cosas buenas.
P.- Y apreciar las pequeñas cosas, como sugiere en ¡Celebramos!.
R.– Eso siempre. Yo siempre digo que una de las pocas cosas que he aprendido es que hay que vivir el momento, no estancarse en el pasado y darse cuenta del regalo que es la vida, y más en esta parte del mundo.