Sala Delibes
Valquiria Teatro vuelve con la historia de dos mujeres sin más salida que la mentira
Tras estrenar en la Feria de Ciudad Rodrigo presentan en el Teatro Calderón de Valladolid ‘La maja robada’, dirigida por Carlos Martínez-Abarca y escrita por Jesús Torres
«Cuando uno vive en un contexto hostil, cuando las circunstancias de la vida y hasta el propio sistema político no dejan escapatoria e impiden edificar una vida autónoma, libre, por el camino de la legalidad, solo queda una forma de contemplar a quienes han de sobrevivir así...», reflexiona el director de escena Carlos Martínez-Abarca que, como ha hecho en todos y cada uno de los espectáculos de la formación desde su fundación en 2011, dirige a Valquiria Teatro en un nuevo montaje. Tras su estreno en la pasada Feria de Teatro de Castilla y León, María Negro y Alba Frechilla presentan por primera vez en Valladolid La maja robada (o el museo de los cuadros vacíos), del 4 al 6 de octubre en la Sala Delibes del Teatro Calderón.
Escrita para la ocasión por Jesús Torres (Puños de harina, Otelo en la red o #Metamorfosis), La maja robada cuenta la historia de dos mujeres, Mercedes y Esperanza, que al término de la Guerra Civil, en una situación precaria, se hacen pasar por una marquesa y su criada para sobrevivir. Con semejante simulacro de grandeza conseguirán robar algunos de tesoros del Museo del Prado. Conviene recordar que el dramaturgo se inspiró en la casi desconocida historia real de María Teresa Álvarez Herreros de Tejada, falsa marquesa de Arnuossa, que llegó a robar más de 400 bienes para, supuestamente, compensar ‘los perjuicios que los rojos le habían hecho’.
Como ya hicieran las Valquirias en El día más feliz de nuestra vida, vuelven a conectar con la España del Franquismo a partir de un hecho real. «A Jesús le conocimos al estrenar en Ciudad Rodrigo ese texto de Laila Ripoll. Hablamos de colaborar. Queríamos un mano a mano con un texto potente en el que hubiera drama y comedia. Al cabo de un tiempo nos propuso hacer una obra a partir del caso de Álvarez Herreros de Tejada», recuerda Negro en declaraciones a este diario. Con ella haciendo de Esperanza, que finge ser la sirvienta Sophie, y Frechilla de Mercedes, la marquesa, ambas contarán la lucha de dos mujeres por sobrevivir.
«Son dos supervivientes. Esperanza, por ejemplo, es muy vital, muy positiva pese a las desgracias que ha sufrido en la guerra. Son mujeres que defienden su amistad, su deseo de protegerse la una a la otra, iguales dentro de las paredes de su casa», subraya Negro. Ambas tendrán que aprender a desenvolverse tanto en los suburbios de la gran ciudad como en los salones de la alta burguesía.
La obra, apunta Martínez-Abarca, avanza entre el suspense, la comedia –«un tanto disparatada»– y la tragedia, planteando preguntas al espectador –«nos interesa más que decir qué tiene que pensar»– o abordando cuestiones –«la corrupción absoluta»– que, en realidad, trascienden cualquier época porque atraviesan nuestra historia.
«Es un texto muy rico, lleno de capas. Hay, por ejemplo, un personaje que pierde más pie con la realidad que el otro y se instala en la mentira, mientras el otro se horroriza al ver hasta dónde pueden llegar. Es alg0 clásico de nuestra literatura, el contar con una figura más idealista y con otra más realista para que se produzca un traspaso de valores», reflexiona el director de la obra, que cuenta con escenografía de Silvia de Marta, vestuario de Marta Pelos, música de Chema Corvo e iluminación de Inda Álvarez. Con su trabajo contribuyen a llevar al espectador por los distintos tiempos, lugares y atmósferas por los que transcurre La maja robada. Y todo ello sin que las dos actrices abandonen el escenario.
«Es un lujo poder contar otra vez con Carlos, por todo lo que saca del texto, por cómo nos guía siempre forzándonos a ir más allá, sin conformismos, retando. Es como tener una red de seguridad», celebra Negro. Valquiria tenía cerradas ya 15 representaciones hasta finales de año desde antes del estreno en Ciudad Rodrigo. «Es una prueba del crédito que han ganado como productoras, elevando el nivel en este último montaje varios escalones, con una estética poderosa fruto de un trabajo ciclópeo, y como actrices, pasando de la farsa disparatada del texto de Ripoll, con una interpretación muy codificada y un humor muy de trazo grueso, en el buen sentido, a una actuación en la que prácticamente son ellas mismas en las circunstancias de los personajes, un trabajo transparente que no busca subrayar nada», añade Martínez-Abarca.
Y el director, dicho sea de paso, contempla a esas supervivientes así: «A esas mujeres, a Mercedes y Esperanza, se las tiene que mirar con cierta compasión, con ternura, y con empatía. Son mujeres que con audacia deciden tirar de la manera que pueden, aunque sea falsificando sus vidas, expoliando, metiéndose en líos muy grandes. Es la sociedad la que les empuja al error. Como dice una de ellas: ‘De alguna forma habrá que volver a comenzar’».