Julián Cruz pone color en Valladolid a la emoción del cine que ha marcado su obra
El artista vallisoletano regresa a la Galería Javier Silva con ‘Pausa, sueño, palidez’, repleta de referencias al cine de Kiarostami, Frankenheimer, Erice, Zulueta, Lynch o Kieślowski
Tres años después de su primera exposición individual en la Galería Javier Silva, Cepillar a contrapelo, Julián Cruz (Valladolid, 1989) regresa a la sala de la calle Renedo con Pausa, sueño, palidez. Si en la primera se apropiaba, a su modo, del arte del pasado para proyectar una mirada crítica y desmitificadora en torno a la labor de los creadores plásticos, ahora fija su atención en el Séptimo Arte para –podría decirse– saldar una deuda. «Quería llevar a la pintura algo que ha configurado parte de mi imaginario visual. Pero si el cine es una encadenación de fotogramas que conforman una narración, la pintura pone fin a esa función», advierte Cruz mientras observa la veintena de carteles desplegados en la galerías. La pintura, estática, ha de contenerlo todo.
Una escena de Close-up abre el recorrido a la izquierda de la sala. La película de Abbas Kiarostami cuenta la historia real –está protagonizada por quienes vivieron aquel episodio– de un hombre que se hizo pasar por un cineasta para engañar a una familia. «El engaño, la sustitución, las dobles realidades... Todos son mecanismos que forman parte del arte», subraya Cruz, que ha elegido las películas en base a lo que supusieron sus imágenes, sus atmósferas, sus personajes o su color en su propia trayectoria artística.
De Wallace y Gromit, la primera película que recuerda haber visto en una sala de cine en los desaparecidos Casablanca de la calle Platerías, a Seconds, el thriller de Frankenheimer sobre un hombre que quiere ‘renacer’, cambiar su vida, mediante una cirugía que transforme su rostro y le devuelva la juventud. De la lucha de una joven que ha visto sus expectativas truncadas en Lilja 4-ever a la del ladrón acorralado de Heat.
Julián Cruz lleva los fotogramas a su terreno, a su lenguaje pictórico, trabajando capa a capa, difuminando los contornos, configurando una estética uniforme, tornando la nitidez del celuloide en composiciones atmosféricas. Como si los contemplara a través de los filtros de la memoria y de las emociones. «En los carteles de cine, la codificación de los signos es muy evidente. En la mayoría de estos trabajos, sin embargo, eso no ocurre», apunta el artista vallisoletano, que busca «desvirtuar la legibilidad» de las imágenes.
Por las paredes de la sala se suceden imágenes de Dekalog –una serie, la única de la exposición, rodada por Kieślowski–, Eyes wide shut, Wake in fright, Arrebato, Dead man´s shoes, El sur, High Hopes o Voci nel tempo. Después de contemplar Seconds, Smoke o Bitter moon, el recorrido se cierra con una imagen de Mulholland Drive que resume a la perfección la esencia de Pausa, sueño, palidez. Porque Julián Cruz no busca reproducir una imagen de las protagonistas, una aspirante a actriz y una mujer amnésica, sino que se fija en un personaje aparentemente anecdótico como la mujer que vagabundea por Hollywood. «Es una figura que ejerce como bisagra entre la realidad y la ficción», recuerda el autor de publicaciones como La academia de Marte o Sobre una tarima negra y profesor en la Escuela Universitaria de Artes TAI, adscrita a la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Pausa, sueño, palidez inaugura la nueva temporada expositiva en la Galería Javier Silva, donde permanecerá hasta el 9 de noviembre.