Gregorio Fernández sale del Nacional de Escultura para exhibirse en el Prado
‘Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro’ reunirá obras del Louvre o la Galería Uffizi con joyas prestadas desde Valladolid, Astorga, Zamora y Osma
El próximo 19 de noviembre, el Museo Nacional del Prado inaugurará en el edificio Jerónimos la exposición temporal Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro. Comisariada por Manuel Arias Martínez (Astorga, 1965) –quien fuera subdirector del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, entre 1993 y 2021–, la muestra pretende dar cuenta de «la integración natural de la pintura en la escultura y su triunfo en el mundo hispánico, siempre a partir de la tradición greco-latina, y destacar el valor de lo tridimensional como instrumento de persuasión».
Así, reuniendo un centenar de obras, entre pinturas, estampas y esculturas, Darse la mano planteará «cómo esa tercera dimensión era la fórmula para hacer más creíble la divinidad, que producía el efecto deseado cuando interactuaba con el color para hacerse más verosímil».
Para lograr su propósito, para articular su discurso, el actual jefe del Departamento de Escultura del Prado ha dirigido la mirada hacia distintos templos y colecciones –públicas y privadas, nacionales e internacionales–, para desplegar en la pinacoteca cerca de 40 obras cuyo traslado ha requerido la garantía del Estado por un valor económico cercano a los 19 millones de euros.
Junto a obras del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles –unas pinturas al fresco de Artemisa y de Apolo o una Venus Lovatelli de mármol, todas ellas del siglo I–, de la Galería Uffizi –una Ceres en basanita y mármol–, o del Louvre –sendos óleos sobre lienzo de Jean Lemaire (XVII), Pasiphaé, y Jean Raoux (XVIII), Pigmalión–, Darse la mano mostrará hasta el 2 de marzo de 2025 dos esculturas policromadas de Gregorio Fernández (XVII), procedentes de Valladolid; dos tallas de Gaspar Becerra (XVI) procedentes de la Catedral de Santa María de Astorga, que también aporta una Virgen de la Valvanera de autoría desconocida (XVIII); un Calvario de un autor anónimo guatemalteco (XVIII), prestado por el Obispado de Osma-Soria; y un óleo sobre lienzo (XVIII) de la Virgen de la Soledad de las Madres Clarisas Corpus Christi de Zamora.
Así pues, al Museo del Prado regresará el Cristo yacente de Gregorio Fernández, una talla de su propiedad que habitualmente se puede contemplar en la sala 15 del Colegio de San Gregorio de Valladolid –el Museo Nacional de Escultura custodia en calidad de préstamo la obra–. Es un ejemplo «magistral» del naturalismo castellano, como ha definido el actual director del MNE, Alejandro Nuevo, que en declaraciones a este diario recordaba recientemente que «seguía los preceptos de la Contrarreforma, por la que las imágenes tenían que mover a los fieles, de ahí el uso de postizos –empleó marfil, corcho, vidrio y asta para dar mayor verosimilitud– con los que intentar alcanzar una apariencia humana del cuerpo de Cristo». Por su parte, el Arzobispado de Valladolid cederá una Sagrada Familia que cuenta con policromía del célebre pintor Diego Valentín Díaz, amigo del escultor –a él se le atribuye el único retrato conocido de Fernández–.
Fue precisamente en Valladolid, a mediados del siglo XVI, donde el escultor y pintor baezano Gaspar Becerra recibió el encargo de realizar el retablo mayor de la Catedral de Astorga. La seo leonesa prestará un Santo Tomás y un San Judas.
En Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro los visitantes podrán contemplar un óleo de Alonso Cano (XVII) de la Virgen de la Soledad; una Virgen de Belén nacida de las gubias de Pedro de Mena (XVII); un San Juan Evangelista tallado por Francisco Salzillo (XVIII); un San Fernando de Pedro Roldán y Luis Valdés (XVII); o un Cristo del perdón de Luis Salvador Carmona (XVIII).