Diario de Valladolid

Nacho Román busca en Valladolid la quimera del silencio y la pausa en ‘Silere, tacere’

El músico vallisoletano presenta en la Sala 0 y claustro del Museo Patio Herreriano dos propuestas sonoras que recogen la voz del edificio y llaman al sosiego

Nacho Román en la Sala 0 del MPH

Nacho Román en la Sala 0 del MPHPABLO REQUEJO - PHOTOGENIC

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Valladolid

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Detenerse... hasta llegar a escuchar el silencio. En tiempos de ruido y frenesí, suena a utopía, a revolución individual. El sosiego parece una quimera, un imposible salvo, quizá, en un entorno como el que aquí nos ocupa marcado a través de los siglos por la contemplación: la de aquellos que habitaron el antiguo Monasterio de San Benito el Real y la de quienes hoy recorren sus claustros y salas, espacios que acogen el Museo Patio Herreriano. Así lo ha entendido el músico Nacho Román (Valladolid, 1976), que desde este viernes presenta en la Sala 0 y en uno de los pasillos del claustro Silere, tacere, una intervención artística que convierte en protagonistas al propio edificio y, se diría, a cuantos alguna vez lo poblaron.

En Silere, tacere más que contemplar hay que sentir cerrando los ojos. Román levanta en la Sala 0 una suerte de espacio místico y oscuro. Suspende en el aire una veintena de paneles acústicos oscuros que conforman un escenario cerrado con forma de elipse –lo que ya sugiere una pausa–. Es ahí, en su interior, donde Román invita al visitante a detenerse, a sentarse a escuchar. Parece uno de esos monumentos megalíticos circulares, suspendido en el aire, reteniendo los sonidos.

«Esta propuesta tiene un objetivo fundamental: el silencio», explica Román en declaraciones a este diario. «Parece paradójico, pero no lo es: el sonido, la música, es un camino brutal para llegar a él», advierte el creador, que desarrolla su faceta artística en el ámbito de la producción de electrónica experimental, las grabaciones de campo y el ambient, y que ha publicado cerca de una decena de trabajos discográficos. Román, además, es musicoterapeuta.

«Parece paradójico, pero no lo es: el sonido, la música, es un camino brutal para llegar al silencio»Nacho Román

Sentado en ese espacio íntimo, uno puede escuchar una composición de 30 minutos del vallisoletano salpicada de grabaciones de sonidos propios del MPH, captados en las exposiciones de Cristina Mejías o de Cabello / Carceller, por ejemplo.

«La idea es utilizar el sonido de la música, de determinadas frecuencias, para ir bajando hasta llegar al silencio y escuchar cosas que pasaban desapercibidas. El silencio siempre ha tenido mala fama; ahora es horrible, porque el silencio nos hace parar. Es imposible», advierte el creador.

Con Silere, tacere el vallisoletano alude al ensayo de Ramón Andrés No sufrir compañía, según el cual los antiguos latinos atribuían al primer concepto una quietud pasiva y al segundo un callar activo, voluntario que es lo que él busca en su intervención en el MPH. «Es buscar un momento que hasta ahora nos está siendo robado», subraya Nacho Román.

Antes de llegar a la Sala 0, en el claustro, el vallisoletano presenta Dos palabras, la segunda parte de su intervención, en la que ha querido recoger la ‘voz’ del Museo.

Román junto a su propuesta de arte sonoro 'Dos palabras'

Román junto a su propuesta de arte sonoro 'Dos palabras'P. REQUEJO - PHOTOGENIC

Creadores como Cristina R. Vecino, Erik Urano, Bettina Geisselmann, Carlos Sanz Aldea o Gonzalo de Miguel resumen en esas dos palabras cómo ven el arte actual y cómo les gustaría que fuera en diez años. Y recuerda Nacho Román la pieza de arte sonoro de Alvin Lucier I am sitting in a room. «He hecho en el Museo mi propio ‘sitting in a room’. Grabé la pieza con las dos palabras de los ocho artistas y fui lanzando al claustro esa grabación y regrabándola en un proceso que busca que se vaya deteriorando», explica el músico. Al final solo queda la frecuencia básica del claustro, un hilo sonoro, una ‘voz’ incomprensible, como fantasmal. «Es como si el Museo, que siempre ha sido un lugar de silencio, hablara sobre sí mismo». En un guiño a John Cage, Dos palabras tiene una duración de 4 minutos y 33 segundos que da paso a un silencio de idéntica duración antes de que se reanude la grabación.

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