OBITUARIO
Muere Armando Arenillas, el artista que quiso artizar la materia
Con su muerte Valladolid pierde también a uno de los responsables de Proyecto Arte Ediciones y de Espacio Abierto
El artista vallisoletano Armando Arenillas ha fallecido este martes a los 78 años. Se marcha, pues, un creador singular que defendió la verdad de la pintura, que no renunció a su compromiso con la abstracción, que levantó un universo plástico reconocible desde el gesto y la materia.
Se ha ido cuando no hace muchas fechas inauguraba en su segunda casa, Espacio Abierto, la muestra Manchas de olvido (Los restos de la hoguera), con algunos de sus últimos trabajos reducidos a una abstracción esencial, abrazando casi el vacío, y con una simbólica performance junto al poeta Fernando del Val en la que arrojaba sus pinturas a las llamas.
Una propuesta lejos de esa pintura recargada en la que el artista mezclaba los pigmentos con materiales encontrados, como tierra, minerales, madera o papel. Porque él, reconocía acudiendo a José Lezama Lima, perseguía ‘artizar la materia’. «Es algo en contra de la abundancia de imágenes, de su manipulación. Ante esa avalancha, que nace más de planteamientos económicos que artísticos, hay que anteponer esto, el lenguaje propio de la materia», reconocía en declaraciones a este diario en 2007, cuando inauguró en el Teatro Calderón la muestra 'Casi blanco y algo rojo'.
Nacido en Madrid, en 1946, Arenillas, que comenzó a formarse en los primeros años sesenta en la Escuela de Arte de Valladolid –ya entonces obtenía reconocimiento en un Certamen Juvenil de Arte, en Madrid–, hizo de su obra una «eterna búsqueda en pos de la experimentación con el lenguaje, la técnica y la excelente factura», en palabras de Blanca García Vega, catedrática de Historia del Arte y vicepresidenta de la Asociación Española de Críticos de Arte, para quien el vallisoletano siempre daba «un paso más allá en sus viejas inquietudes, para ofrecer un universo de formas que se desarrollan en el espacio real o tridimensional resultado de la adición de materiales o del trabajo en capas sucesivas y de esgrafiados, descubriendo así meditados ejercicios textuales y sorprendentes veladuras».
De Arenillas decía el recordado artista y galerista Lorenzo Colomo que tenía un «vértigo constante por articular un código de representación entorno a la meditación y la sensibilidad». Y un creador como Julio Martínez siempre ha reseñado el saber que destilaba su compañero, hombre siempre afable, socarrón.
En 1972, con 26 años, ya conseguía su primera exposición individual, en la sala de la Diputación Provincial de Valladolid. Y no paró desde entonces. Formó parte de la colectiva 1898 – 1998. Un siglo de Pintura en Castilla y León, que se mostró en el Monasterio del Prado de Valladolid, y llegó a exhibir su obra en Egipto o Italia.
Con su muerte, Valladolid pierde también a uno de los responsables de Proyecto Arte Ediciones y del proyecto cultural Espacio Abierto.