El Patio Herreriano traslada a la piel de un arte informal su ‘Turno de réplica’
El Museo, como hizo en 2021, mantiene un diálogo entre maestros de la CAC y creadores actuales, de Guinovart, Millares o Tàpies a Lara Fluxà, Oier Iruretagoiena o Sahatsa Jauregui
En septiembre de 2021, el Museo Patio Herreriano propuso al visitante una primera relectura de su Colección Arte Contemporáneo, estableciendo un diálogo entre los maestros de las vanguardias, de la abstracción y el minimal, y del arte conceptual, con creadores en activo como Damaris Pan, Elena del Rivero o Guillermo Pfaff. Fue Turno de réplica. Construcción / composición, en la que el equipo de Javier Hontoria abordaba la forma en la que se construyen los relatos. Esta mañana, sus miembros añadieron un nuevo capítulo con la inauguración de Turno de réplica. Cuestión de piel, en la que las obras de Lucio Muñoz, Modest Cuixart, Alberto Greco, Manuel Millares, Josep Guinovart, Manuel Rivera o Antoni Tàpies buscan su eco en las de jóvenes artistas como Lara Fluxà, Rubén Grilo, Oier Iruretagoiena, Sahatsa Jauregi, Lucía C. Pino, Mònica Planes y Alfredo Rodríguez. En algunos casos, sesenta años separan sus discursos.
«Este es un proyecto que nos define, con una Colección privilegiada a la que hay que dar movimiento, que no puede estar estática, que tiene que vibrar con estos diálogos», celebró Hontoria al presentar una exposición que se extenderá hasta el 29 de septiembre por las salas 3, 4, 5 y 8 del MPH. Una propuesta que gira en torno a la materia, a la ‘piel’ del arte, a sus texturas y superficies; también en torno a las emociones y afinidades de sus creadores.
Quienes se acerquen al MPH podrán contemplar, por ejemplo en la sala 8, la oscura abstracción informalista de Cuixart Suite Bienal de São Paulo (1959), con su gesto espontáneo que recarga el lienzo de materia pictórica, próxima a la metafórica, oscura y desbastada tabla de Muñoz Proyecto para un atardecer (1967), junto a un buen número de obras de Iruretagoiena –alguna del pasado año– en las que emplea tela metálica, tinta, plásticos y restos de embalajes o papel maché. En el uso de la red metálica, en la presencia de ciertos signos –una suerte de cruz de cemento–, el artista parece proyectar el eco de trabajos pasados, de Rivera y su Homenaje a Vivaldi (1958) o de Tàpies y su Jeroglífico (1998), por ejemplo.
Pero este Turno de réplica. Cuestión de piel arranca con la sala 3 con cuatro dípticos de Darío Villalba de finales de los ochenta. «Ejerce de bisagra», señaló Hontoria en relación a trabajos como La caída o Building, realizados en técnica mixta sobre lienzo. Villalba, explicó el director del MPH, pese a no sacudirse el informalismo, estaría más próximo a los creadores de hoy que a los que le precedieron a partir de los cincuenta. Junto a su obra –en la que se plasma su gusto por la imagen fotográfica– se pueden ver trabajos de estos últimos años de Grilo, Jauregui o Pino como Rrrolllyyyy o Los brutos, de los dos primeros.
En la sala 4, Fluxà despliega creaciones como Arua, Moiga o Sirub, una colección orgánica, casi visceral, realizada en vidrio, látex, agua o jabón líquido, que parece a punto de desparramarse por el suelo, como si fueran residuos de la pintura de Canogar El accidente, de los años sesenta. Próximo a ellas, el óleo sobre arpillera de Millares Cuadro 48, con su tela desgarrada y remendada.
En la sala 5, finalmente, se muestra junto a una obra del argentino Alberto Greco, No tengo edad para amarte (1964), con su pendiente prendido al lienzo, con las huellas de unos labios carmesíes, con sus monigotes garabateados, trabajos de Grilo realizados a partir de envoltorios de chocolatina que son fruto de una mirada crítica respecto a la forma en la que el capitalismo impregna nuestra cotidianidad. Y junto a una oscura tabla de Guinovart, Collage (1962), en la que crea con la superposición de telas, con sus pliegues, orificios y texturas, un extraño paisaje, o a la abstracción de Francisco Farreras, Collage nº 187, las creaciones de Planes, Salidas, en tela, escayola y grasa vegetal.