Pablo Rivero: «Cuando uno es honesto consigo mismo es más feliz»
El actor, que este jueves presentó en Oletvm su sexta novela, sobre la lucha de un grupo de mujeres a las que la sociedad arrincona, protagoniza en Calderón un clásico de Wilde
Hace unos meses, después de 390 capítulos, Pablo Rivero (Madrid, 1980) dijo adiós para siempre a Toni Alcantara, su alter ego durante más de 20 años en Cuéntame. Y no parece que le vaya a costar mucho desprenderse de su sombra: si hace unos días estrenaba en el Festival de Cine de Málaga El Molino, película de Pilar López de Ayala en la que actúa junto a Asier Etxeandía o Imanol Arias, este jueves visitaba la Librería Oletvm de Valladolid para presentar su sexta novela, La matriarca (Penguin Random House, 2024), para, desde el viernes y hasta el domingo, regresar a las tablas del Teatro Calderón con La importancia de llamarse Ernesto, espectáculo que protagoniza junto a Silvia Marsó y que le mantendrá de gira hasta el próximo mes de julio.
En esto del teatro, el coliseo vallisoletano figura para siempre en la memoria del actor como el escenario de su debut, allá por 2011, con Tomaz Pandur y La caída de los dioses. Con el desaparecido director volvió a trabajar en Fausto, producción del Centro Dramático Nacional de 2014. Casi cuatro años después de representar en el Calderón, junto a Eusebio Poncela, El sirviente, vuelve a la ciudad con este clásico de Óscar Wilde.
En cierta medida y a su manera, esta obra, como aquella, vuelve a poner en cuestión a una sociedad que pierde la cabeza por alcanzar lo que no tiene, que desprecia al que considera de origen inferior, con una moral dudosa. «Ha sido un poco casual. Aunque sí hay algo de la temática de El sirviente que subyace en este espectáculo, son dos obras muy distintas. El sirviente era un thriller oscuro, la historia de una caída a los infiernos en un viaje sin retorno. Aquí, Jack se encuentra a sí mismo, descubre en la verdad y en la honestidad la salida para huir de esa sociedad. Tiene un tono muy diferente», advierte Rivero que, por primera vez en su carrera, ha de cantar en esta comedia dirigida por David Selvas que tiene algo de musical.
En La importancia de llamarse Ernesto, Rivero es Jack Worthing, el tipo recto con una tranquila vida en una casa de campo, el tutor ejemplar de una joven rica, el hombre admirable que fue adoptado tras ser abandonado, siendo un bebé, en el interior de un bolso, en una estación de tren. Rivero, claro, también es Ernesto, el hermano inventado por Jack que supuestamente vive en Londres y que le permite llevar una vida de disfrute alejada de la estricta moral victoriana.
Wilde estrenó la comedia unos meses antes de acabar encarcelado por el escándalo que precipitó su final. Casado, el autor de El retrato de Dorian Gray tenía como amante a Lord Alfred Douglas, el hijo del Marqués de Queensbury.
En La importancia de llamarse Ernesto, no solo Jack tiene una doble vida –como Wilde–, también el aristócrata Algernon Moncrieff. Dos tallos de una misma raíz. «Da igual la clase social a la que uno pertenezca. Todo el mundo necesita poder disfrutar, escapar, tener más libertad. Cada uno en su parcela se busca una nueva identidad. Eso está a la orden del día con las redes sociales, donde uno puede aparentar ser quien quiere ser, para desprenderse de lo establecido. Jack y Algernon se inventan un hermano y un amigo para poder disfrutar y ser ellos mismos escapando de su entorno. Cuando uno es honesto consigo mismo es más feliz, encuentra la solución a todo», reflexiona Rivero.
"Todo el mundo necesita poder disfrutar, escapar, tener más libertad. Cada uno en su parcela se busca una nueva identidad"
Estrenada el pasado mes de enero en el Teatro Español de Madrid, podría decirse, sin embargo, que esta versión de Selvas, producida por La Brutal, goza ya de largo recorrido. Se estrenó antes de la pandemia en el Teatro Nacional de Barcelona, entonces con Miki Esparbé en el papel principal. Reclutados Pablo Rivero y María Pujalte como Lady Bracknell –en Valladolid actúa Silvia Marsó– para esta segunda etapa, se mantienen en la producción algunos de los miembros del elenco inicial como Ferrán Vilajosana (Algernon), Paula Malia (Gwendolen Fairfax) y Paula Jornet (Cecily Cardew).
¿En estos tiempos de corrección política, cuando impera la cultura de la cancelación, Oscar Wilde sería capaz de escribir esta comedia? ¿Cambiaría mucho o, en el fondo, tampoco hemos cambiado tanto?. «Encontraría la manera de contar desde el humor, desde lo sarcástico. Esta versión suma ironía, un poco de rebeldía. Se sale del canon establecido. Es curioso que habiéndose representado tanto esta historia esta versión parezca tan actual y tan distinta, cuando el texto se respeta. Se trabajan mucho las relaciones, lo que crean los formalismos, las diferencias de clases y lo que eso supone, como la necesidad de aparentar... Son aspectos que siguen vigentes», reflexiona el actor.
De relaciones humanas, de expectativas y de secretos trata la sexta novela de Rivero, La matriarca, un thriller que da pie a su autor a abordar cuestiones como la vulnerabilidad de la tercera edad, la exclusión social por la edad o la brecha digital que «convierte en inútiles» a quienes no dan el salto tecnológico. «He querido retratar cómo las mujeres son el pilar de las familias, se han ocupado de todo incluso cuando han trabajado fuera de casa... se las ha educado para ello y, en parte, nos hemos aprovechado de eso», lamenta Rivero.