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La 66 Seminci, atenta a los conflictos del mundo árabe y a la España actual

El thriller 'Huda’s Salon', el drama ‘El perdón’, el romance ‘Una historia de amor y deseo’ y la comedia ‘Sis dies corrents’ se sumaron ayer a la competición

Un fotograma de la película de Neus Ballús.

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Redacción de Valladolid
Valladolid

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La problemática del mundo árabe se erigió ayer como protagonista de la cuarta jornada de la 66 Semana Internacional de Cine de Valladolid, con presencia en los cuatro títulos que se sumaron a la competición con su estreno en España. El perdón , de Behtash Sanaeeha y Maryam Moghaddam , es un gélido drama que lanza un alegato contra la pena de muerte y la misoginia del régimen iraní; Sis dies corrents , de la catalana Neus Ballús , ofrece un divertido fresco naturalista de la España actual a través de los ojos de Moha, un inmigrante marroquí; Huda’s Salon , del doblemente nominado al Oscar Hany Abu-Assad , es un áspero ‘thriller’ que narra la difícil vida de las mujeres en la Palestina ocupada; y Una historia de amor y deseo , de Leyla Bouzid , trenza un relato de iniciación sexual masculina de un joven francés de raíces argelinas que vive de espaladas a su propia cultura.

La ley del talión es el eje central de El perdón , película codirigida por los iraníes Behtash Sanaeeha y Maryam Moghaddam, y protagonizada con notable solvencia por esta última. El film lanza un poderoso alegato contra la pena de muerte y pone el foco en la misoginia dominante en la república islámica, donde ser viuda supone penar en vida por un purgatorio burocrático insalvable, informa Ical.

La película arranca con el último encuentro de Mina y su marido Babak en la cárcel, antes de que lo ejecuten. Con su pequeña hija Bita, sorda y rebelde, a su cargo, Mina trabaja en una cadena de una fábrica para subsistir a duras penas tras la muerte de su marido. Un año después de su ejecución ella sigue guardando luto y añorando su ausencia, pese a los consejos de su cuñado de que pase página. 

Su vida dará un vuelco cuando desde el Gobierno les comuniquen que Babak era inocente del crimen por el cual fue sentenciado a muerte. Las autoridades se disculpan por el error y le ofrecen la posibilidad de una compensación económica, pero la dignidad y un férreo sentido de la justicia la llevan a declinar la oferta, y a exigir una improbable petición oficial de perdón por parte del Estado con la que definitivamente pueda pasar página.

A partir de entonces, sus problemas no harán sino multiplicarse: su casero las echa de la casa donde vivían acusándola de haberse visto con un hombre desconocido, su cuñado y su suegro la denuncian para conseguir la custodia de su hija, la despiden del trabajo… Y en medio de ese panorama desolador irrumpe en su vida Reza, un misterioso desconocido que quiere saldar una deuda que había contraído con el desaparecido Babak, y que será la única tabla de salvación de madre e hija.

Conectados a través de internet desde Irán, los dos cineastas ofrecieron una rueda de prensa virtual con motivo del estreno del film. En el encuentro explicaron que, al ser pareja, dedicaron muchísimo tiempo juntos a dar forma a la historia que querían contar, a definir a los personajes y a ajustarlos poco a poco al guion que tenían en mente, un proceso que se prolongó incluso durante los ensayos previos al rodaje. 

Maryam Moghaddam reconoció que para crear la película siempre tuvo la inspiración de la vida de su propia madre, de nombre Mina, como la protagonista del film. “La película no cuenta la historia de mis padres, pero en todo su trasfondo sí se percibe un sentimentalismo que está directamente conectado con lo que les pasó. A mi padre le mataron injustamente por motivos políticos, y desde pequeña conviví con ese dolor de su ausencia, un pesar que estaba siempre presente”, relató.  

En ese sentido, Behtash Sanaeeha señaló que durante la elaboración del guion se tomaron la molestia de investigar “muy a fondo sobre el tema”. “Hablamos y nos entrevistamos con muchísimas personas y familias en las que habían asesinado a alguno de sus seres queridos por motivos religiosos o políticos, para intentar comprender ese dolor. También hablamos con abogados y gente experta en temas relacionados con la pena de muerte, y abrimos los archivos de otra gente que se tuvo que marchar de nuestro país al exilio, todo con la intención de que la película fuera lo más real posible”, relató.

Tras su aplaudido paso por Locarno, donde se alzó con el premio al mejor actor, y por festivales de todo el mundo como Toronto o Londres, Sis dies corrents , el tercer largometraje de Neus Ballús, arribó a Valladolid, donde público y la crítica acogieron el film con sonoras carcajadas y aplausos. La película busca (y consigue) atrapar la vida a través de seis días de una misma semana acompañando a tres fontaneros bien distintos, y presenta un intenso y divertido fresco naturalista con el que bucea en las relaciones laborales y humanas.  

Según explicó la cineasta en Valladolid, el origen del proyecto está en su curiosidad por explorar el mundo del trabajo. Todo encajó cuando el compañero de su madre, que es fontanero, le contaba cada día las mil historias que le sucedían con sus clientes. “Me di cuenta de que él tenía un acceso privilegiado a cómo vivimos y a la gran diversidad de familias y formas de pensar que hay en nuestro país, y pensé apoyarme en su oficio para plantear una película que tuviera mucho realismo, también algo de drama y humor cotidiano”, relató.

A sus tres protagonistas, Mohamed Mellali, Valero Escolar y Pep Sarrà, los encontró tras varios meses visitando la Escuela del Gremio de Instaladores de Barcelona, donde entrevistó a más de mil personas hasta elegir a estos tres, con quienes trabajó durante los dos años siguientes manteniendo constantes encuentros en los que les preparaba par aponerse delante de la cámara, y mientras escribía un guion “adaptado a sus necesidades, a sus capacidades de interpretar y a sus posibilidades reales”.

Con ellos estableció un plan de trabajo donde era fundamental “establecer una relación de confianza entre todos”, algo que Ballús consideraba “básico para crear un terreno seguro donde ellos pudieran volcarse como actores y expresar todo lo que llevan dentro”. “Todos tenemos el potencial de aparecer en una peli y ser buenos intérpretes, pero para eso es necesario que nos escriban una película a medida para cada uno de nosotros, y para poder hacer ese traje a medida era preciso ese periodo de dos años que me permitiera conocerles”.

“Debía asegurarme de que lo que yo escribía podrían expresarlo cuando llegara el momento del rodaje. Les llevábamos a varios momentos emocionales distintos para estar seguros de que cuando fuera preciso se pudieran enfadar, emocionar, o alcanzar lo que yo necesitaba captar ante la cámara. En paralelo también trabajamos con los secundarios, sus clientes, que tampoco son actores, y les preparamos con la misma metodología. Creábamos averías reales para que ellos tuvieran que descubrir qué era lo que no funcionaba y repararlo. Se trataba de crear un entorno de ficción para ellos, para que puedan estar lo más reales posibles”, recordó. 

La cineasta profundizó en su método de trabajo y señaló que partía de una idea de lo que quería conseguir a partir de todos los elementos reales. “Aspiras a algo, hay una dirección hacia la que quieres ir. Pero decidí que los elementos de esta película fueran reales y que estuvieran vivos, que hablaran de sí mismos, y todo iba cogiendo una dinámica orgánica imprevisible”, evocó.

Pocos cineastas, por no decir ninguno, han sabido contar en el cine en las últimas décadas como Hany Abu-Assad la tensión latente que se respira día a día en el territorio ocupado de Palestina. Paradise Now  y Omar , por citar los films que le valieron las dos nominaciones al Oscar que atesora hasta el momento, ya reflejaban la bomba de relojería subterránea que palpita bajo el suelo de la franja, y con Huda’s Salon , su última película, va un paso más allá.

El film se construye a modo de thriller de espionaje, y ya desde su secuencia inicial no da tregua al espectador. En los primeros minutos vemos a Reem, una joven madre casada con un hombre celoso, acudir a la peluquería de Huda en Belén. Mientras ella le cuenta despreocupada sus problemas cotidianos, Huda la droga, la desnuda y mientras está inconsciente le hace unas fotos comprometidas con un hombre para chantajearla y obligarla a informar al servicio secreto israelí.

Unas horas después, la resistencia palestina descubre la tapadera de la peluquería y secuestra a Huda, dejando en el limbo el futuro de todas las mujeres a las que ha extorsionado en los últimos meses, cuyas fotografías descubren en una caja fuerte en el local. 

Confundida, aterrorizada y desorientada, Reem vivirá a partir de entonces con la psicosis y paranoia constantes de que en cualquier momento uno u otro bando irán a por ella. Además, es consciente de la total desconfianza que hacia ella muestra su esposo, así que deberá al mismo tiempo intentar no levantar en él más sospechas de las que él ya tenía, obsesionado con la idea de que su esposa le sea infiel.

Acompañado por sus dos protagonistas, Maisa Abd Elhadi y Manal Awad, Hany Abu-Assad contó en Valladolid que conoció la historia que relata en su película hace cosa de veinte años, y desde entones rondaba en su cabeza la idea de llevarla a la gran pantalla. 

“Hace un par de años decidí que había llegado el momento de llevarla a cabo, y antes incluso de escribir el guion contacté con las dos actrices para ofrecerles sus papeles, porque no estaba dispuesto a hacer la película si ellas no se sumaban al proyecto. Manal es bien conocida en Palestina por sus papeles en comedias, y yo quería llevarla en la dirección contraria y ofrecerle un drama; en cuanto a Maisa, sabía que no existe en todo el país una persona con un atrevimiento tanto emocional como humano como ella, por eso la elegí”, explicó. 

Al respecto, Manal Awad señaló que no se podía creer la propuesta cuando el director le contó la historia por primera vez. “Me alegré un montón de que hubiera pensado en mí, pero dar vida a ese personaje fue tremendamente difícil”, apuntó. Por su parte, Maisa reconoció que tardó un par de semanas en decidir si aceptaba o no el papel, y señaló que finalmente se decantó por dar su vistió bueno porque pensó que “podía ser un punto de inflexión” en su carrera. “El rodaje fu muy difícil, porque el director casi hizo estallar la bomba de este personaje entre mis manos, pero en todo momento sabía que la dirección de la película será acertada”, detalló.

En declaraciones recogidas por Ical, Hany Abu-Assad señaló que quiso filmar esta película para “abordar temas del interior de la propia sociedad palestina, y no dejar que los ocupantes se apropien de ellos” con su propia versión del relato. Cuestionado sobre el papel de la mujer en el territorio ocupado, ya que la película presenta el divorcio prácticamente como una muerte en vida, explicó que “una parte de la sociedad palestina culpabiliza a las mujeres divorciadas de su situación”, si bien en la película él ha intentado “abordar esa temática simplemente desde el punto de vista de quien se ve perjudicada”. 

La cineasta tunecina Leyla Bouzid, cuyo debut en el largometraje As I open my eyes   llegó a España hace seis años dentro de la sección Punto de Encuentro de la Seminci, regresó hoy al festival vallisoletano con Una historia de amor y deseo , su segundo film. En esta ocasión, la directora ofrece el reverso de su ópera prima, y mientras en aquella reflejaba con una vívida cámara en mano la energía de la juventud de una joven, ahora opta por un estilo más pausado e introspectivo para sumir al espectador en los complejos, contradicciones y dudas de Ahmed, su joven protagonista.

Ahmed (interpretado por Sami Outalbali) es un joven francés de ascendencia argelina, que vive con sus padres en los suburbios de París. Apenas conoce nada de sus raíces, pues él ya nació en suelo francés, pero tampoco se siente parte del lugar donde vive, y con el paso de los años ha cultivado una personalidad tímida y reservada, y se refugia en los libros para evadirse. Su vida sufre un vuelco radical cuando comienza sus estudios de literatura en La Sorbona (en el mismo campus donde se formó la propia directora), donde descubrirá no solo descubrirá un ingente corpus de literatura árabe medieval erótica, sino a Farah (la debutante Zbeida Belhajamor), una compañera de clase tunecina recién llegada a París, libre y sensual, que despertará sus instintos más carnales. 

A través de los ojos de Ahmed, Bouzid sumerge al público en las dudas, los miedos y temores de su introvertido protagonista, que encarna una masculinidad frágil, insegura y contradictoria, bien distante de la habitual mirada que el cine suele presentar sobre los roles del hombre y la mujer en una relación de pareja. Con una mirada llena de sensualidad y erotismo, la cineasta acompaña a sus dos protagonistas en este relato de iniciación sexual, a través de un viaje interior que conllevará la propia liberación personal del joven. “Toda la películas es un juego visual de luces, muy sensual, todo está pensado para intentar transmitir esa sensualidad”, relató la cineasta.

Leyla Bouzid se desplazó hoy hasta Valladolid acompañada por su actriz Zbeida Belhajamor para respaldar el estreno en España, y en su encuentro ante los medios señaló en declaraciones recogidas por Ical que “este tipo de historias se suelen contar desde el punto de vista de la mujer”, si bien ella “quería contar cómo lo vive un chico, y mostrar su fragilidad y su miedo al descubrimiento de todo este deseo y amor”. 

Según explicó la cineasta, decidió contar la historia de Ahmed a través de la literatura árabe y de su encuentro con Farah, porque “ambas cosas le ayudan a descubrirse a sí mismo y hacen que de ahí surja algo nuevo, más grande”. Bouzid explicó que la antigua literatura árabe “es desconocida para los jóvenes árabes actuales”, y señaló que su intención con el film es “ayudarles a descubrir” una narrativa “llena de amor y de disfrute”.

“Ahmed no tiene ninguna conexión con Argelia, nunca ha estado allí. Por eso ha construido su identidad de una manera algo artificial, y en la película la reconstruye en cierto modo”, apuntó aludiendo a la conversación que mantiene el protagonista con su padre en la parte final del film, para simbolizar su “reconexión con las raíces”.