Diario de Valladolid

Jornada plural con una ‘road movie’ sin retorno, una historia de amor ambientada en Mali en los 60 y una comedia romántica arrebatadora

El debut de Panah Panahi, el estreno mundial de lo nuevo de Robert Guédiguian y la última película de Joachim Trier se suman a la competencia oficial por los premios

Fotograma del largometraje 'Mali Twist'.- ICAL

Fotograma del largometraje 'Mali Twist'.- ICAL

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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Jornada heterogénea en la 66 Semana Internacional de Cine de Valladolid, que este lunes vivió el estreno en España de tres películas completamente diferentes que se suman a la competición de los principales premios en la Sección Oficial.

El día arrancó con ‘Mali Twist’, el último trabajo de un habitual del certamen como Robert Guédiguian, que en esta ocasión recrea la efervescencia política y social del país africano en los 60, con su recién inaugurada independencia. El noruego Joachim Trier, por su parte, arrebató al público con ‘La peor persona del mundo’, una magnífica comedia romántica en torno a una joven que busca con cierto desatino su lugar en el mundo.

Y el día concluyó con ‘Hit de road’, el debut tras las cámaras de Panah Panahi, el hijo de Jafar Panahi, que apuesta por una mirada poética con tintes surrealistas para describir el drama de quienes tienen que huir de su país natal ante la falta de oportunidades y libertades.

El horror del colonialismo

“Tenemos que comprender nuestros errores y nuestros horrores. Es necesario en Francia y en Europa hablar del colonialismo. Toda la situación actual de la inmigración está relacionada con el crimen contra la humanidad que fue aquello. Debemos combatir la loca regresión intelectual, moral y hasta fascista que estamos viviendo, y para hacerlo antes hay que entender nuestra propia historia y ser pedagógicos con la población. Quien no lo entienda está condenado a volver a vivirlo, y yo no quiero volver a vivir lo que pasó en Francia en los años 30 y 40; antes me iría, o cogería las armas”.

Contundente, combativo y militante, como siempre y como más que nunca, Robert Guédiguian presentó este lunes en Valladolid el estreno mundial de ‘Mali Twist’. El realizador marsellés expone en su último trabajo una idealista e imposible historia de amor, que transcurre en paralelo con una idealista e imposible revolución: el proceso de independencia que inició el país africano a comienzos de los años 60 y las circunstancias que llevaron a su fracaso.  

Alejado de L'Estaque, ese pueblo marsellés costero que tradicionalmente enmarca sus películas, y de su inseparable troupe habitual de actores, Guédiguian se lanzó al desafío de filmar una película histórica en un país remoto. La inseguridad existente en Mali les obligó a filmar en Senegal, para contar al espectador el romance que surge entre Samba, un joven socialista instigador de la revolución, y Lara, una aún más joven muchacha que intenta escapar de un matrimonio concertado al que la obligaron tras secuestrarla.

En declaraciones recogidas por Ical, Guédiguian explicó que la idea de rodar esta película surgió al ver una exposición de fotografías de Malick Sidibé, que en los años sesenta fotografiaba a jóvenes en clubes de baile de Bamako. “Sus fotos representaban a jóvenes con una vitalidad increíble, con mucha alegría. Estaban vestidos con ropa muy extravagante, de fiesta, y tras verlas decidimos documentarnos sobre el Mali de esa época. Fue entones cuando descubrimos que el país vivía entonces un momento revolucionario. Pocos años después de haber declarado su independencia, estaban intentando crear un socialismo panafricano, implantar el comunismo al fin y al cabo”, relató. 

“Aquel momento de comunismo en África fue milagroso. La independencia se logró con total paz. El presidente Modibo Keïta quería recrear una comunidad muy humana, con una visión panafricana. Le hubiera gustado que ese colectivo fuera más allá de las fronteras que fueron fabricadas por Francia y por Occidente. Fue un momento revolucionario, y a mi me interesan todos esos movimientos revolucionarios. Hay que estudiarlos de nuevo para entender por qué no han durado en el tiempo”, recalcó.

Un soplo de aire fresco

Como una exhalación de aire fresco irrumpió en la competición ‘La peor persona del mundo’, una deliciosa y arrebatadora comedia romántica del noruego Joachim Trier, que se aleja de sus habituales dramas para conquistar al público con una ‘coming-of-age’ perfecta, donde brilla con luz propia e intensísima su protagonista, Renate Reinsve, galardonada como mejor actriz en la última edición de Cannes por este papel.

Reinsve encarna a Julie, una impulsiva joven a las puertas de la treintena, que intenta con tanto ahínco como desacierto tomar las riendas de su propia vida. Carismática pero naíf, de apariencia frágil pero espíritu forjado en hierro, Julie deambula por la vida sin saber muy bien qué dirección tomar, con el miedo propio de los veinte años ante la irreversibilidad de las opciones vitales.

Las notas de jazz con las que se abre la película, así como la precisa definición que cineasta y actriz trazan del personaje en el vibrante prólogo, remiten a una obra maestra del género (y del cine en general) como ‘Annie Hall’ (Woody Allen, 1977). Con el personaje que encarnó Diane Keaton Julie comparte indecisiones, inestabilidad, volatilidad, inteligencia y capacidad de seducción, es todo un espíritu libre en un mundo encorsetado, que necesita apaciguar y devolver al redil a quien se sale de la norma. Como dicen en el metraje, ella es “un lince salvaje en un mundo lleno de gatos”.

Julie no sabe qué quiere estudiar. Es una estudiante brillante, pero ni la medicina, ni la psicología ni siquiera la fotografía la llenan como para dedicarse a ellas en cuerpo y alma. Lo mismo le pasa con el amor, no sabe lo que quiere y se dedica a explorar diversas vías sin desfallecer y sin decidirse a entregarse del todo, hasta que apuesta por buscar la estabilidad con Aksel, un dibujante de cómics underground de éxito, quine años mayor que ella. 

En doce capítulos y un epílogo, Joachim Trier conduce al espectador por el marasmo de emociones, inseguridades y enamoramientos que envuelven a la protagonista, con momentos auténticamente mágicos y poéticos como la secuencia de la que se ha extraído el cartel del film, o el momento en que prueba por primera vez los psicotrópicos. 

Viaje sin retorno

El debut en el largometraje de Panah Panahi (hijo del ganador de la Espiga de Oro en 2003 Jafar Panahi, por ‘Sangre y oro’) no dejará a nadie indiferente. ‘Hit the road’ empuja al espectador a las desiertas carreteras iraníes, para sumirle en un viaje sin retorno, entre lo onírico, lo absurdo y la tragicomedia, que una peculiar familia de Teherán emprende hacia un lugar desconocido. Con su poética historia, Panahi denuncia la opresión silenciada que padece la población iraní en la actualidad, que se ve obligada a huir del país ante la falta de perspectivas vitales.

Según explicó en su encuentro con los medios, la idea del film irrumpió en él ante la “necesidad” e “inquietud” de “transmitir al mundo entero” la situación que “realmente” está viviendo su país. “Injustamente muchas personas, por cualquier motivo, cultural o religioso, están intentando escapar para gozar de la libertad de poder ser quienes realmente son. Esta película era mi forma de transmitir lo que está ocurriendo, una situación que, dolorosamente, cada vez está peor y peor. Necesitamos ayuda”, subrayó.

‘Hit the road’ introduce al espectador en un coche donde comparten travesía un niño terriblemente travieso, un arisco padre con ceño fruncido y pierna escayolada, una madre que intenta refugiarse en las canciones populares para distender el ambiente, un perro moribundo y un silencioso hermano mayor que conduce el vehículo familiar sin articular palabra y con la mirada perdida. 

La extrañeza está ahí desde el primer minuto, cuando el pequeño terremoto toca una melodía de Schubert en las teclas dibujadas en la escayola de su padre, que suena como música diegética en la propia película. El ambiente está enrarecido, los silencios pesan más que los diálogos y poco se sabe del motivo del viaje, del destino final o de cuanto dejan atrás. 

Alternando diferentes variaciones de ritmo y tono constantemente, Panahi construye una ‘road movie’ única, atravesando los desérticos y montañosos paisajes de Irán hasta llegar a las verdes llanuras que rodean la frontera con Turquía, mientras pieza a pieza el puzle narrativo va encajando en su lugar. Humor, tragedia, esperpento, suspense, surrealismo y ternura se combinan en una narración que presenta una voz nueva y única en el panorama cinematográfico internacional. 

El cineasta presentó este lunes la película en Valladolid, y aseguro estar muy complacido de visitar una ciudad de la que “tanto” le había hablado su padre. “Para mí es un placer estar en Seminci. Estaba algo desesperado porque mi pasaporte se quedó retenido en la Embajada de Inglaterra durante seis semanas, y casi daba por hecho que no podría llegar a Valladolid. Siempre que hablaba con mi padre él me decía: ‘Ojalá puedas ir ahí. Es una ciudad pequeña pero muy acogedora y cariñosa, y me gustaría que experimentaras lo que yo experimenté allí”, expuso en declaraciones recogidas por Ical.

Según explicó, ‘Hit the road’ se creó sin hacer mucho ruido ante las autoridades. “Si se enteraban tendríamos problemas. En Irán necesitas un permiso para rodar cine, y ellos no daban ese permiso a nadie, así que crearon otra ley para conceder permisos para rodar en vídeo, y así poder vender internacionalmente que allí no hay censura. Rodar cine es imposible, porque tiene elegido quiénes hacen cine y les dicen qué cine tienen que hacer; y como a mí no me parecía lógico hacer la película que otros quisieran que hiciera, solicité directamente la licencia para grabar en vídeo, que te obliga a sumir que nunca podrá estrenarse tu trabajo en salas de cine iraníes. Aún así me han obligado a quitar cosas y a censurar otras para filmarla. Rodamos muy muy en secreto, porque si se enteraban de que estábamos haciendo esta película con la intención de mostrarla fuera no nos dejarían”, relató.

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