ESTRENO EN SALAS
'Women make film': una historia del cine sin hombres
El director Mark Cousins reivindica en un documental el gran papel de las mujeres cineastas, invisibilizado y silenciado por el relato oficial masculino
Si usted pregunta a los expertos acerca de los mejores cineastas de la historia, sin duda habrá una serie de presencias comunes a todas las respuestas que reciba: Orson Welles, Akira Kurosawa, Martin Scorsese, John Ford, Luis Buñuel, Jean Renoir, Satyajit Ray; algunas listas incluirán también a Kubrick y Spielberg; otras se decantarán por Godard e Ingmar Bergman. De lo que tampoco cabe duda es que en ninguna de ellas aparecerá siquiera una mujer. ¿Por qué? ¿Y por qué, ya puestos, en los diccionarios o enciclopedias cinematográficos no figuran nombres como Malvina Urseanu, Larisa Shepitko Moufida Tlatli,Vera Chytilová, Xhanfize Keko, Vera Stroyeva, Zhang Nuanxin o Park Na-mok?
A lo largo de 13 décadas, miles de mujeres se han puesto detrás de la cámara, y sin embargo nadie habla de la mayoría de ellas; ¿es que sus películas tienen menos valor que las que hacen los hombres?, se pregunta el crítico e historiador Mark Cousins, que en su nuevo documental aspira a arrojar luz sobre algunos puntos ciegos que lastran la versión oficial de la historia del cine. Presentada hace unas semanas en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, ahora 'Women make film' se estrena comercialmente dividida en cinco partes.
El peculiar formato del estreno es consecuencia inevitable de la duración de la película, 14 horas de metraje que para Cousins son una declaración de principios. El trabajo de las directoras desde principios del siglo pasado es tan vasto y tan rico que dedicarle menos tiempo habría sido un insulto. Retratar su contribución como unas meras migajas desperdigadas la historia del cine sería como legitimar los motivos que las condenaron al olvido; en otras palabras, añade, como perpetuar el sexismo que provocó esa discriminación.
Se trata de un sexismo por omisión. Yo no creo que los hombres estudiosos aparten deliberadamente a las mujeres de la historia del cine; lo que pasa es que se identifican tanto con otros hombres que no creen conveniente conocerlas a ellas, explica el norirlandés. Dan por hecho que, si ellos no han oído hablar de ninguna directora rumana, será porque no existe ninguna. Eso es sexismo. En todo caso, con su monumental película no intenta convertir a esas mujeres en símbolos feministas. No, eso sería simplificarlas. Mi idea es echar por tierra los estereotipos de género, que también perjudican a los hombres; por ejemplo, que se diga que Pedro Almodóvar y Douglas Sirk tienen una mirada femenina me parece una estupidez. Las películas no tienen sexo ni género.
Dicho de otro modo, pese a su evidente naturaleza política 'Women make film' no adopta la forma de un furioso alegato; su tono es más bien eufórico y celebratorio; tampoco es una narración histórica cronológica. Compuesta de fragmentos de unas 700 películas firmadas por 183 directoras de todas las épocas lugares, la película se divide en 40 capítulos que tratan respectivamente asuntos que van de lo puramente técnico -escenificación, composición, montaje- a lo conceptual -tono, tensión, giros dramáticos- pasando por lo temático -familia, religión, muerte-. El resultado es como una escuela de cine en la que todos los profesores son mujeres, asegura una de las narradoras del documental, la actriz Tilda Swinton; las otras son Jane Fonda, Adjoa Andoh, Thandie Newton, Kerry Fox, Sharmila Tagore y Debra Winger.
LYNCHIANA ANTES QUE LYNCH
Gracias a esa cantidad ingente de material descubrimos que entre muchas otras cosas que las películas de la ucraniana Kira Muratova, censuradas en su día en la Unión Soviética, fueron lynchianas mucho antes que las del propio David Lynch; que en 'Del Este' (1993) la belga Chantal Akerman incluyó un plano-secuencia que no tiene nada que envidiar a los de Welles o Scorsese; o que, después de triunfar como actriz a las órdenes de Kenji Mizoguchi o Yasujiro Ozu, Kinuyo Tanaka decidió dar un salto mortal sin red y lanzarse a dirigir pese a que solo una mujer japonesa se había atrevido a hacerlo antes que ella, recuerda Cousins, tan obsesionado con la cineasta nipona que lleva su nombre tatuado en la piel; allí comparte espacio con los de Eisenstein y Hitchcok, el arquitecto Le Corbusier, la científica Marie Curie y la poetisa iraní Forough Farrokhzad y muchos otros que también le decoran los brazos y el pecho.
Por los 840 minutos de 'Women make film' solo se asoma una española, Ana Mariscal. No lo hice de forma deliberada, reconoce su director. No he buscado una representación igualitaria por países, solo he incluido referencias que me parecían sorprendentes o extraordinarias. Sé que, pese a su vastedad y la meticulosidad con la que la he hecho, la película no puede hacer justicia a todas las cineastas que han sido recurrentemente excluidas. En todo caso, lo cierto es que son autoras de renombre como Agnès Varda, Claire Denis,Kathryn Bigelow, Lynne Ramsay y Liliana Cavani las que tienen mayor protagonismo en su metraje, repleto de pioneras semiolvidadas como Alice Guy Blaché, Jacqueline Audry o Dorothy Arzner. Considerando que aspira a señalar con el dedo una disparidad de representación, no le habría perjudicado añadir a más figuras procedentes de África, Sudamérica u Oriente Próximo.
Asimismo, hay quienes han criticado que este documental inconfundiblemente feminista llegue firmado por un hombre. De niño yo fui víctima de acoso escolar, así que me identifico con la marginación y la humillación que el sexismo conlleva, aclara Cousins. Y creo que me he ganado el derecho a hacer Women Make Film porque, a través de mi trabajo, llevo dos décadas denunciando la ausencia de las mujeres en el discurso cinematográfico oficial. Entre la obra previa del norirlandés destaca The Story of Film: Una odisea (2011), otro singular y mastodóntico viaje (16 horas) a través de la historia de las películas. Me siento plenamente autorizado para asegurar que el cine es mejor y más rico de lo que creemos; para decir a los espectadores que, a menos que vean las películas de Vera Stroyeva o Maya Deren, no pueden considerarse cinéfilos; para advertir a los programadores de festivales y a los críticos que, hasta que no empiecen a tener en cuenta a las mujeres directoras, ellos son parte del problema.