SONORAMA
La carta más alta, Aranda por montera
Nacho Cano se desmelena en el Sonorama más aplaudido de la historia. Superar los 100.000 asistentes ya no sorprende en la Ribera del Duero
Se acabó lo que se daba, que no es poco. Cinco días de festival no son moco de pavo, pero hay quien se queda con ganas de más. Como los rezagados que hoy, con legañas y una sonrisa de oreja a oreja, se despiden de Aranda de Duero tras permanecer en el Escenario de Despedida hasta la bajada definitiva del telón. Kitai encendió la mecha de la traca final y Trepàt accedió gustosamente a inmolarse con honores en una explosión sideral impepinable que siempre deja un sabor agridulce porque la fiesta toca a su fin. Adiós Sonorama. Hasta luego, mejor dicho. Agosto de 2020 ya está marcado a fuego en el calendario de miles de asistentes deseosos de volver. Toque quien toque, haga calor o truene.
Se sabía de antemano que el festival superaría la barrera de los 100.000 asistentes que marcó un antes y un después al propiciar la necesaria creación de un recinto de mayores dimensiones en El Picón para evitar que la cita se desborde por completo. Al margen de la estrella invitada, el cartel en sí contaba con grandes nombres de la escena nacional y un buen puñado de bandas emergentes que empiezan a salir del cascarón de los circuitos alternativos. Pero claro, Nacho Cano y amigos son palabras mayores. En cuanto se confirmó la noticia y todo el mundo comprobó que no se trataba de una inocentada, los bonos volaron a una velocidad de vértigo.
La expectación era tan alta como las expectativas del público. El exMecano prometía días atrás volver a lo grande, con un «potente» show para hacer historia y después... ya veremos. Una apuesta muy arriesgada teniendo en cuenta el listón que dejó la banda durante su etapa en activo. Los himnos de los hermanos Cano y Ana Torroja resuenan en la memoria colectiva de todo un país y las nuevas generaciones del indie se han empapado de su música. En definitiva, el compositor se lo jugó todo a una sola carta -al menos de momento- y la respuesta del respetable fue casi unánime. Hay quien cree que el sonido no fue del todo perfecto e incluso alguna voz crítica -y especializada- esperaba mucho más de un concierto que solo se puede calificar como histórico. Sea como fuere, lo cierto es que Nacho se puso el Sonorama por montera. Llegó, vio el percal y triunfó.
ARANDA SE REIVINDICA
«Necesitamos un tren, un nuevo hospital y vamos a luchar por ello». Sin medias tintas, el director del festival, Javier Ajenjo, lanzaba el jueves un llamamiento a las administraciones para que se impliquen con los proyectos pendientes en la Ribera del Duero, sin olvidar tampoco la autovía A-11 que tanto se resiste.
Dispuesto a echar un cable para que las reivindicaciones arandinas no caigan en saco roto, Nacho Cano aprovechó el foco mediático de su reaparición para amplificar el mensaje emitido por la organización del festival y las autoridades locales durante la presentación de su concierto ante los medios. «Espero que a Aranda le den hospital, autovía, tren y todo lo que le salga de los cojones», proclamó el artista dejándose llevar por el calor de una ciudad que «ha hecho de la música lo más grande para atraer a la gente».
LOS ÚLTIMOS CARTUCHOS
Después de la tempestad debía llegar la calma, pero nada de eso. La última jornada del Sonorama reservaba unos cuantos cartuchos para cerrar en alto un evento cada vez más único en su especie.
Despistaos, La Excepción, Dinero, Kitai y Trepàt; prácticamente de seguido, pusieron toda la carne en el asador en el sprint final del festival. Sin embargo, el guion no pudo desarrollarse según lo previsto debido a la ausencia, «por problemas con los vuelos de México», de División Minúscula.
El contratiempo obligó a modificar los horarios de los últimos conciertos y benefició a los segovianos Ánima, que estrenaron el Escenario de Despedida a las 7 de la tarde en vez de a las 5. Mientras, las redes sociales echaban humo. Centenares de agradecimientos y excelentes críticas daban fe, y seguirán haciéndolo durante los próximos días, de que la Ribera tiene aún mucho que cantar.