Fallece Rodolfo Otero, maestro que hizo del baile la búsqueda de la libertad
Danza tenía 86 años y fue primer bailarín del ballet español del gran Antonio
El pasado 17 de noviembre falleció el bailarín y maestro Rodolfo Otero González (Montilla, 1932 - Valladolid, 2018). Tenía 86 años; unos días antes había sufrido un accidente cerebrovascular. Hijo de dos leoneses –él, director de escuela;ella, modista– llegados a la ciudad del Pisuerga cuando contaba con dos años, y que inculcaron en el joven el amor por la cultura, llegó a ser primer bailarín en el Ballet Español del gran Antonio y a subirse a escenarios de Francia, Gran Bretaña, Suiza, Bélgica, Italia, EEUU, Uruguay o Egipto.
«Para Rodolfo, el flamenco era Arte y el baile, su vehículo de expresión», aseguró ayer a este diario Benito Carracedo, autor de Rodolfo Otero: amor por la danza (Ediciones Fuente de la Fama, 2017).
Con la publicación de la biografía de este artista inconformista, rebelde e «intenso en extremo», en palabras de Carracedo, y con el homenaje brindado en el marco de las XIV Jornadas Flamencas ‘Ciudad de Valladolid’, con el respaldo del Ayuntamiento, se rindió el pasado año tributo a una figura no suficientemente bien reconocida. «Era enemigo de la vanidad, pero sintió el afecto de aquellos a los que llamaba ‘los verdaderos flamencos’», celebró el crítico musical y colaborador de este diario.
Un día antes de su muerte, preocupado por su estado de salud, el alcalde Óscar Puente quiso trasladar su «afecto» a los familiares de Otero en una misiva en cuyas líneas calificaba al bailarín como «la personalidad más representativa, en la ciudad, del flamenco y del ballet español en Valladolid, cuyo nombre ha llevado a gala y con orgullo por los escenarios de todo el mundo».
«Rodolfo se entregó de forma total al baile, sin hacer concesiones. Lo era todo para él... suponía la búsqueda de la libertad. Por eso Rodolfo, que era todo un carácter, no perdonaba que alguien se metiera con el flamenco», subrayó el biógrafo de quien fuera maestro de varias generaciones de vallisoletanos, en las tablas de su escuela de la calle Isabel la Católica. Artistas como el medinense Jairo Rodríguez, hoy en la Compañía Antonio Gades, dieron sus primeros pasos en su escuela.
El amor definitivo por el flamenco nació en Otero, como una epifanía, tras ver a Carmen Amaya en el Teatro Zorrilla de Valladolid cuando el joven rondaba los 14 años. De ahí y de las primeras enseñanzas de doña Ramona y su guitarrista ciego a, con 18 años, convencer en una audición al mismísimo Antonio Ruiz Soler de que le dejara formar parte de su compañía y aprender con él. Iba directo a hacer historia y a rebelarse contra el destino.