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«Los años locos son un aburrimiento para todos, menos para el que los disfruta»

El polifacético Pablo Carbonell presenta en el Teatro Carrión la obra ‘El mundo de la tarántula’, en la que comparte un paseo por su vida

-PENTACIÓN

Publicado por
Guillermo Sanz

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Hablaba Freud del ello, el yo y el superyo . Pablo Carbonell da una vuelta al psicólogo austriaco y se sienta en el diván para compartir con el gran público a todos los ‘Pablos’ que han caminado cada época de su vida. El toque granuja de Pablo Carbonell le hace ser una especie única en la escena teatral española. El polifacético actor mostrará sobre las tablas del Teatro Carrión el 1 de septiembre todas sus caras en El mundo de la tarántula .

Pregunta.- Valladolid, primer día de ferias… ¿Eso para un artista es un lujo o una presión añadida?

Respuesta.- Un lujo porque la gente estará más fresca el primer día que el último, imagino. Hay algo de presión, siempre, pero ahora que lo dices, igual esto es un plus. Mi función tiene algo de desnudar tramoyas, incita a la reflexión sobre lo que sucede en las tablas. Igual puede servir para que los siguientes que vengan se disfruten con más cercanía.

P.- Valladolid tiene fama de plaza complicada…

R.- ¿Sabes cuántas veces he escuchado eso? Miles, no de Valladolid, de todos sitios. Lo único que sé es que uno no es profeta en su tierra y yo, aunque hablo un castellano perfecto, de vallisoletano tengo poco.

P.- ¿Cómo es el mundo de la tarántula?

R.- Como la vida misma: lo mismo nos toca reír que al momento estamos en una sima espantosa. El mundo de la tarántula, el libro y la función, lo que hacen es proyectar un espejo donde por comparación, uno mira su propia vida. Lo que pasa es que si metes en una funcion todo lo divertido, lo trágico, lo que te han enseñado que puede ser útil difundir, los recuerdos de la gente grande que te ha acompañado, la cosa sale bastante amena. La vida tiene tendencia a hacerse aburrida, la función no.

P.- En El mundo de la tarántula , el Pablo Carbonell del presente habla sobre el que fue en el pasado ¿Qué consejo le darías si pudieras hablar con tu ‘yo’ del pasado?

R.- ¿No conduzcas motos si no sabes donde está el freno? Ja ja , no sé. Es parte de la adolescencia la soberbia de creer que lo sabemos todo. Yo he sido siempre autodidacta y podía haberme fijado más en lo que hacían los demás, los buenos, y haber dado clases de guitarra antes, o de voz. El consejo que me daría sería busca maestros. No vas a vivir mil años, aprende de los que te antecedieron.

P.- Todos pasamos por diferentes etapas a lo largo de nuestras vidas ¿Cuántos ‘Pablos Carbonell’ ha habido desde el Pablo bebé hasta el adulto?

R.- No los he contado, pero espero que me queden muchas más. El que más me gusta es el que se está bañando en el mar.

P.- Cine, Música, Teatro, Televisión... ¿en qué mar nadas más a gusto?

R.- Supongo que en mares o espacios que creo yo. Esta función o un concierto con Los toreros muertos son mis hijos. Trabajar hijos de otro..., ¿es peor? No te sabría decir. Debe ser que todo es igual. Se encienden las luces, te pones debajo, haces tu trabajo, se apagan las luces y te vas a casa. La dificultad está en que todo sea nuevo cada día. La mayoría de la gente vive una vida monótona, no puede ir a ver un espectáculo y que el interprete sea otra víctima de la rutina. Aío está la mayor parte de la tarea.

P.- ¿La moraleja de esta obra es que cualquier tiempo pasado fue mejor?

R.- La moraleja es que todos vivimos la misma vida y que debemos saber que estamos vivos y contárselo a los demás.

P.- También cantas en el escenario… ¿Cuál sería la banda sonora de la vida de Pablo Carbonell?

R.- Las canciones que canto son las canciones que me marcaron, y van de Manolo Escobar a Simon y Gartfunkel. Las he elegido porque me sitúan en el espacio o en un tiempo, me conectan con las personas que las cantaban o a las que se las canté.

P.- Me imagino que en un repaso por tu vida habrá alguna de Los toreros muertos…

R.- Lógicamente. Que se cante o se hable de ellas ya es algo que no te voy a desvelar.

P.- 55 años, muchos de ellos en el mundo del espectáculo da para muchas anécdotas… ¿Cuál es la historia que más le gusta compartir con el público?

R.- Me gustan más las que hacen reír. A veces tengo a la gente feliz y digo, ay madre, que viene el hacha, pero después del hacha vuelve la alegría y así va la cosa. Para arriba y para abajo.

P.- ¿Alguna tiene Valladolid como escenario?

R.- No. Lo siento. En el libro sí sale Valladolid, pero en la función no.

P.- ¿Tienes alguna que no se pueda compartir en público?

R.- He intentado reunir las cosas que tengan interés a nivel artístico o emotivo, que te hagan reír pero que tengan moraleja. En mi familia tengo muchos profesores, mi madre y mi padre, sin ir más lejos, dieron clases, y algo de ese afán didáctico lo he heredado. Creo que hubiera sido un buen profesor y no estoy muy seguro de que no esté haciendo eso mismo. Lo que pasa es que la asignatura que doy es un poco salvaje.

P.- Todos hemos dicho que tenemos anécdotas para llenar un libro de nuestros años locos. En tu caso es verdad... ¿Daría además para una segunda parte o para una enciclopedia?

R.- Los años locos son un aburrimiento para cualquiera que no sea el loco que los disfruta o los padece. No sé si haré una segunda parte de El mundo de la tarántula. Pero puede ser que el libro me de para dos montajes teatrales. Hay una parte estremecedora que no he podido incorporar a este espectáculo y que quizás sea el próximo. Fue algo que me sucedió, tuve que dar un concierto cuando estaba en medio de un luto, acababa de enterrar a mi hermana y estaba en estado de shock. Yo soltaba mis canciones divertidas y mientras tanto iba narrando lo que me estaba pasando. El publico aplaudió a rabiar. Escenificar algo así podría ser un espectáculo con un mensaje muy potente: el espectáculo debe continuar aunque el cuerpo no esté para jotas.

P.- Un escenario y un solo actor. ¿Esa sensación de soledad es un susto o una gozada para el ego?

R.- Durante el tiempo que estoy en el escenario estoy muy acompañado, no dejo de poner voces y de evocar amigos con los que converso. Gente fabulosa del mundo del espectáculo que dicen cosas maravillosas. Eso sí, cuando acabo la función, una hora y tres cuartos, me siento, me enfrío y me doy cuenta de que estaba solo porque estoy molido.

P.- ¿Interpretarse a uno mismo es más difícil que interpretar a otro personaje?

R.- Sí, los personajes son como escondites, disfraces. Uno mismo es un enigma. Como dice una canción de Krahe: Conócete a ti mismo, pero en qué circunstancias, al borde del abismo, de turismo en Francia? Las circunstancias nos alteran y debemos buscarnos continuamente.

P.- Adaptar al teatro un libro propio… ¿es una barra libre de libertad o has descubierto tu lado más rígido?

R.- Mi lado más rígido lo descubrí cuando tuve que cortar mis propios reportajes en CQC, a veces mis cintas duraban una hora y tenía que dejarlas en tres minutos y medio. Te puedes imaginar. Cuando empecé mi libro no tenía el título, el mundo de la tarántula, a la hora de hacer la función sabía que solo podía entrar en cosas que estuvieran relacionadas con el escenario.

P.- ¿Te ciñes al guión o te dejas llevar por la improvisación?

R.- Me ciño al libreto pero eso no quiere decir nada, cada función es diferente.

P.- ¿Qué se va a encontrar el público de Valladolid en el teatro?

R.- Depende de lo receptivo que vaya, algunos encontraran la entrada a una mina de oro y otros simplemente habrán escapado de la orquesta de pachanga. Por ahora sé que la gente me dice que se ha reído mucho y algunos reconocen que también han llorado.

P.- Aunque sea un tópico... ¿Con qué mensaje animaría a la gente a que viera El mundo de la tarántula ?

R.- Me ha venido a la cabeza una frase de los profesores de Los Salesianos: se sufre pero se aprende. No sé si anima o espanta, pero me ha venido.