Castilla y León, un plató de cine para Hollywood
Castilla y León ha sabido interpretar con maestría papeles protagonistas y secundarios en la gran pantalla.
El cine es una hermosa máquina del tiempo que permite al espectador, sin moverse el asiento, viajar a épocas pasadas, presentes y futuras o vislumbrar paisajes que nunca existieron. El primer golpe de varita en la magia del cine es precisamente ese... y Castilla y León se ha convertido en un habitual detrás de las bambalinas, donde se cocinan los trucos del séptimo arte. Lo ha hecho brindando sus paisajes para la causa y convirtiéndose en actor principal (o secundario) dentro de los fotogramas.
A mediados del siglo XX, Castilla y León abrió sus puertas a Hollywood para que dejaran su firma películas como Mr. Arkadin u Orgullo y pasión. En la primera, Orson Welles despertó la expectación de Valladolid, donde el Colegio de San Gregorio se convirtió en el escenario de un baile de máscaras en el que participó como figurante uno de los hijos ilustres de la ciudad: Miguel Delibes. Dos años más tarde, en 1957, Ávila y Segovia se convertían en testigos de un triángulo amoroso con tres nombres con Cary Grant, Sophia Loren y Frank Sinatra como vértices en una película, Orgullo y pasión, en la que las murallas de Ávila se recrearon la Guerra de la Independencia española. El expresidente del gobierno Adolfo Suárez fue uno de los 5.000 abulenses que cobraron 50 pesetas por participar en la película.
Ávila se convirtió en un recurso solicitado por los productores de Hollywood, que convirtieron su característica muralla en la fortaleza de los liliputienses en Los Viajes de Gulliver (1960) e hicieron que agua bendita corriera por el río Adaja (a la altura de El Fresno) reconvertido en el río Jordán, donde San Juan Bautista sumerge a Jesús en Rey de Reyes.
La provincia abulense ha sido, sin duda, uno de los lugares predilectos por la industria cinematográfica estadounidenses para buscar localizaciones. Ridley Scott lo hizo en El reino de los cielos. El embalse de Cogota y los interiores y exteriores de la Catedral fueron las aportaciones abulenses a la cruzada de Scott, que también viajó a Segovia, donde el entorno de Valsaín fue el enclave escogido para que Orlando Bloom y Liam Neelson inicien su camino a Tierra Santa.
El director de Blade Runner y Gladiator ha marcado Castilla y León en los favoritos de su GPS. Trece años antes de El reino de los cielos ya había conquistado esta tierra con 1492: La conquista del paraíso. Para esta visita eligió Salamanca, donde utilizó la Catedral Nueva, la Universidad, la Iglesia de la Clerecía y el Convento de San Esteban como localizaciones donde iniciar el plan de conquista del nuevo mundo.
Al igual que Scott son varios los directores de renombre que se han embriagado de Castilla y León. Orson Welles lo reconoció desde su primera visita en 1933 y trajo a la comunidad la acción de su Don Quijote y de Campanadas a medianoche, donde tomó los enclaves sorianos de la Catedral de San Pedro, el embalse de la Cuerda del Pozo y Santa María de las Huertas y las calles de la segoviana Pedraza para situar las piezas de este puzzle shakesperiano.
Sergio Leone fue otro descubridor de la magia de Castilla y León. Lo hizo en pequeña escala en El coloso de Rodas (rodó en La Granja) y en mayor escala en El bueno, el feo y el malo. El padre del spaghetti western eligió los parajes burgaleses para cerrar su Trilogía de los dólares. El sureste de Sierra de Demanda, en especial el valle de Mirandilla, fue el enclave escogido para recrear el lejano oeste. Entre montañas y cañones se levantó el cementerio de Sad Hill (que aún hoy se puede visitar) y donde la película alcanza su momento culmen con el duelo a tres bandas entre el trío de protagonistas.
Burgos fue escala también de una de las visitas más recordadas de Hollywood a Castilla y León, un tapiz en el que se tejió, de manera conjunta con Soria, una obra de arte del cine clásico: Doctor Zhivago. Ambas provincias se disfrazaron de estepa rusa. Cuando David Lean desembarcó en tierras castellano y leonesas se sorprendió al comprobar que la nieve que esperaba no cayó ese año en Soria. Se rodó en la estación de Cañuelo, Candilichera,Villaseca de Arcie, Navaleno, Villar del Campo, Yanguas y Matamala de Almazán, pero al no encontrar ni un solitario copo decidió simular un campo nevado. También se aprovecharon las estaciones de tren segovianas como localizaciones.
Si existe una película mejor refleja el patrimonio de Castilla y León es El Cid. No es posible concebir una película sobre el héroe medieval sin rodar en el entorno del reino por el que luchaba. Anthony Mann repartió parte del rodaje de la película por todo el paraje castellanoleonés. A la ciudad natal de El Cid, Burgos, hay que sumar el Castillo de Ampudia, en Palencia, la Ermita de Juarrillos, en Segovia, León y el castillo de la localidad vallisoletana de Torrelobatón.
Segovia ha sido también uno de los destinos predilectos de las estrellas del cine americano. En La Granja de San Ildefonso (donde también durmió brevemente Morzat en Amadeus) fue uno de los punto en el que se forjaron los siete Óscar ganados por el filme. La Granja emulaba la belleza de la ciudad de Viena, desde donde Patton, interpretado por George C. Scott (al que apodaron en Segovia ‘el ángel’ por sus suculentas propinas) preparaba la ofensiva a Europa del Este. La localidad de Riofrío también se vistió de gala para albergar escenas exteriores de la película. Un escenario en el que se forjaron siete premios Óscar.
También en tierras segovianas, Valsaín se ha convertido en un entorno de cine. A los pies de Guadarrama la centuria romana marcha en formación, adentrándose en un frondoso bosque donde el ejército dirigido por Libius espera sorprender al pueblo bárbaro en los fotogramas de La caída del imperio romano. Ante la emboscada de los guerreros teutones los romanos responden en una cruenta batalla de la que es testigo el Bosque de Valsaín. El mismo enclave segoviano ha sido además escenario de otras películas, como Conan, el bárbaro, Golfus de Roma, La batalla de las Árdenas o La ardilla roja.
Pocas son las provincias de Castilla y León en las que el cine norteamericano no haya dejado su sello. En Zamora lo hizo siendo testigo del amor entre Robin y Marian en la película homónima, en la que Sean Connery y Audrey Hepburn forjaban su amor a los pies del castillo de Villalonso.
En el siglo XXI, la mecha del cine con Castilla y León sigue encendida, como demostró Peter Travis, que pensó que la Plaza Mayor de Salamanca era el lugar idóneo para situar a ocho personajes En el punto de mira. Un reparto coral con Forest Whitacker, William Hurt, Sigourney Weaver o Dennis Quaid dan relumbrón a una cinta en la que la mayoría de escenas de explosiones y tiroteos se grabaron en una réplica de la Plaza Mayor salmantina, ubicada en Ciudad de México.