Diario de Valladolid

La última carrera de Aureliano y Fermín: los mataron en sus taxis

El libro ‘La Memoria de las Víctimas’ de la Fundación de Víctimas del Terrorismo recoge el testimonio de familiares de asesinados y de supervivientes a atentados terroristas de toda procedencia

Imágenes de los burgaleses Aureliano Calvo, con su mujer, y de Fermín Monasterio que aparecen en el libro La Memoria de las Víctimas.

Imágenes de los burgaleses Aureliano Calvo, con su mujer, y de Fermín Monasterio que aparecen en el libro La Memoria de las Víctimas.

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Alicia Calvo
Valladolid

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  1. Dori, sobre el asesinato de su padre Fermín: "Nos obligaron a callar"

  2. La hija de Casimiro: "Solo cambia el nombre del verdugo"

  3. La familia de Aureliano: "El dolor no prescribe nunca"

  4. Pedro Samuel, sobre su atentado: "Pensábamos que nos iban a rematar"

  5. El fallecido Juan José: "¿Cómo olvidar algo con lo que vivo cada día?"

  6. El bañezano Gabi murió en Kabul antes de alcanzar el hospital

  7. Jaime Mateu: "Mi padre sabía que vendrían a matarlo

Dori, sobre el asesinato de su padre Fermín: "Nos obligaron a callar"

La última carrera del padre de Dori fue un miércoles del 1969. Un hombre que huía de la policía se montó esa tarde en el taxi de Fermín Monasterio, un burgalés emigrado a Bilbao. En la investigación posterior se barajó que el pasajero, inusualmente agitado, pidió a Fermín que lo llevara a Burgos. El trayecto acabó pronto y para siempre, con el único pago de varios tiros. Lo que sucedió desde ese momento hasta que terminó matándolo de varios disparos nunca se sabrá con certeza.

La reconstrucción policial concluyó que habrían discutido y Fermín se negó a llevarlo a Burgos cuando cayó en la cuenta de que el hombre en el asiento trasero estaba herido y le exigió explicaciones. No era un cliente cualquiera: se trataba del etarra Miguel Echevarría ‘Makagüen’ y respondió a la manera de los años de plomo en España. Le disparó en el interior y fuera del vehículo lo remató. 

Fue la primera víctima civil de la banda terrorista a la que seguirían muchas. Conmocionó al país y enmudeció a su familia, no sólo por el irreparable dolor, sino porque ese contexto dañaba. « Nos obligaron a callar. Nos ignoraron, no existíamos. Éramos un estorbo», clama hoy Dori, una de las tres hijas que dejó Fermín. «Perdimos a una persona maravillosa y nos enfrentamos al olvido, al rechazo, a la soledad en medio de una sociedad que vivía sometida por el terror». Hay cunetas donde yacen asesinados que no están en los caminos, sino en el entresijo que va desde el cerebro hasta el corazón de los vivos. 

Fermín Monasterio.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Fermín Monasterio.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

El relato de esta mujer forma parte del libro ‘La memoria de las víctimas’ , que la Fundación Víctimas del Terrorismo publicó como conmemoración de su XX aniversario y que incluye un compilatorio de testimonios de decenas de víctimas del terrorismo (en España y fuera) supervivientes de los atentados o familiares de quienes en ellos perdieron la vida. 

Entre ellas están las historias de un puñado de castellanos y leoneses, como Fermín Monasterio, Pedro Samuel García, Aureliano Calvo, Juan José Aliste, Isidro Gabino San Martín y Casimiro Sánchez.  

El capítulo dedicado a Fermín Monasterio es uno de los que primero aparecen por la cronología. Porque la suya fue una de las primeras muertes a manos de ETA. Ese 9 de abril la Policía había descubierto el piso en el que se instalaron cuatro miembros de la banda. Tal y como relata el libro, apresaron a todos salvo a Echevarría, alias Makagüen, al que hirieron con dos disparos. Después se cruzó con Fermín, al que un compañero taxista encontró en el suelo agonizando. 

Su historia está lleno de ‘primeros’. El suyo fue el primer homenaje individual a una víctima de la banda terrorista por parte del Ejecutivo vasco. Medio siglo después de su muerte, el 9 de abril de 2019. Dori describe ese eterno ‘mientras’.«Fue una época muy complicada. De repente mi madre se quedó sola, salió adelante como pudo, con tres hijas», expone quien reconoce que cuando abandonó el silencio empezó a recomponerse. «Me sentí aliviada cuando empecé a hablar con otras víctimas, cuando me di cuenta de que había que contar lo que pasó para que no se volviera a repetir». Ya no calla más y recorre centros escolares para contar la historia de su padre a las nuevas generaciones. «Los jóvenes te abrazan y dan ánimos. Son nuestra esperanza, concluye.

La hija de Casimiro: "Solo cambia el nombre del verdugo"

Tomás Caballero, presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo, señala en el libro que una de las conclusiones a las que lleva la experiencia vital de quienes aparecen en esta publicación es que «el sufrimiento de las víctimas ha sido siempre el mismo con independencia de la época en la que se produjo». Ahora que las víctimas alzan la voz, retratan tiempos en los que el no poder compartir el dolor y la obligación no escrita, pero extendida, de guardar silencio fue un nexo común entre la mayoría.

A Casimiro Sánchez García no lo mató ETA. «Todas las víctimas son iguales, solo cambia el nombre del verdugo», asevera su hija Pilar en la publicación en la que aparece su testimonio sobre el asesinato de su padre a manos de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre ( Grapo ). 

Casimiro, de 44 años y natural de Herreros de Suso, Ávila , era guardia civil en Madrid. Este abulense fue otro desafortunado pionero del terror. La noche de 2 de agosto del 75, en la que le descerrajaron varios tiros a quemarropa por la espalda en el barrio de Carabanchel, su asesino no pronunció palabra. Solo disparó.

Casimiro Sánchez García con su compañero.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Casimiro Sánchez García con su compañero.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Y su mujer miraba por la ventana desde el pabellón militar dentro del cuartel en el que vivían porque pasaban las once era extraño que no llegara. A lo lejos vio un revuelo que se acercaba inexorablemente para quedarse. «Todos estábamos muy afectados. Mi madre estaba muy mal y mis hermanos también», cuenta Pilar, que habla de la soledad que compartían las víctimas cuando precisamente no tenían con quien compartir su pesar. «Nos sentimos muy solos. Nadie vino a ayudarnos. Nuestra vida estaba rota».

El 31 de diciembre se vieron obligados a mudarse. Dos de los hermanos de Pilar se enfundaron el uniforme de guardia civil. El rechazo inicial se ha ido tornando en comprensión. «Las víctimas de terrorismo cada vez nos vemos más arropadas por la sociedad que es algo que no podíamos decir en 1975», explica Pilar.

Sin embargo, asegura en el libro que el perdón no es algo que contemple. «No perdonaré jamás a los asesinos de mi padre. Nunca me han pedido perdón, pero aunque lo hicieran creo que sería incapaz de perdonarlos. Ellos truncaron la vida de mi padre, pero también la nuestra», recoge el libro La Memoria de las Víctimas. En el que hay otros pasajes que también forman parte de la memoria colectiva del país.

La familia de Aureliano: "El dolor no prescribe nunca"

Aureliano y Carmen.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Aureliano y Carmen.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

¡Baja! Le gritó la vecina de Carmen Ibarlucea la noche del 30 de agosto de 1979. Su marido era  el burgalés Aureliano Calvo, de Quintanas de Valdelucio, policía nacional que también ejercía de taxista y que, como Fermín, perdió la vida en su propio taxi. Esta vez en Gipuzkoa. 

El suyo es uno de los 326 casos de asesinatos terroristas que, según este libro, «no han sido resueltos por la Justicia». «Un asesinato no debería prescribir jamás», exclama la viuda de Aureliano, ante el carpetazo en los tribunales por el paso del tiempo. «No se trata de venganza, pero ningún asesinato le puede salir gratis a los asesinos».

Aureliano dejó dos niñas de tres y doce años y un bebé de seis meses. «Menos mal que la sociedad ha cambiado mucho y las víctimas no tenemos que escondernos ahora», expone quien en aquel momento solo contó con el apoyo de sus más allegados y  en la actualidad sostiene que «el dolor no prescribe nunca» , así que por muchos años que transcurran «los crímenes tampoco deberían hacerlo».  

Pedro Samuel sobre su atentado: "Pensábamos que nos iban a rematar"

Pedro Samuel Martín.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Pedro Samuel Martín.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Sobre el atentado contra otro guardia civil, el salmantino Pedro Samuel Martín , por suerte no tiene que hablar ningún familiar. Puede hacerlo él mismo porque sobrevivió a la bomba que hizo explotar el vehículo en el que circulaba por Donostia con tres compañeros cuando tenía solo 25 años, en 1991. Uno de ellos, Luis Aragón , falleció. El resto resultaron heridos.

El salmantino, que hoy es alcalde del salmantino Carbajosa de la Sagrada, rememora en el libro cómo fue aquello: «Lo recuerdo todo a cámara lenta. Salté como pude del coche , lo que me provocó quemaduras en la parte derecha. En aquel momento solamente podíamos pensar en que nos iban a rematar».

Que el atentado se produjera a principios de los 90 hizo que Pedro Samuel recibiera el respaldo de otros que pasaron por lo mismo. «Fue fundamental el apoyo de otras víctimas. Cuando sufrí el atentado no existía en la sociedad mucha sensibilidad hacia las víctimas» . Pero estas ya se unían y así un grupo de viudas de Salamanca le prestó su ayuda cuando regresó a su tierra.

El fallecido Juan José: "¿Cómo olvidar algo con lo que vivo cada día?"

Juan José Aliste.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Juan José Aliste.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Otro de los testimonios que aparece recogido en esta publicación es el de quien fue el presidente de la Asociación de Victimas del Terrorismo de Castilla y León, el zamorano Juan José Aliste Fernández , que falleció en 2021. «Si aprendes a vivir con esto, es cuando sabes que por fin tu vida puede continuar», dijo.

La bomba lapa que explotó en su vehículo después de dejar a su hija en el colegio cercenó sus dos piernas. Él era de los que opinaba que «no se puede perdonar a quien no te ha pedido perdón». «¿Cómo voy a olvidar algo con lo que vivo cada día? Cada movimiento me recuerda cómo estoy», aseguraba Juan José Aliste.

Su hija también recuerda. «El daño físico fue mío, pero a mi familia... Les afectó de otra manera, especialmente a mi hija». Ella fue testigo de niña de la explosión. «El tiempo cura las heridas, pero no las cierra», agregó entonces.

Era de los que defendía que la historia que vivió no debería quedar en el olvido. « Hay que recordarlo en las escuelas , en los libros de texto, los jóvenes tienen que saber que en España hubo terrorismo de ETA. No se puede ocultar la historia, está ahí, las víctimas estamos aquí», reivindicaba.

El bañezano Gabi murió en Kabul antes de alcanzar el hospital

Un verdugo lejano en la geografía, pero perteneciente al mismo mundo de los que disponen de la vida de los demás acabó en diciembre de 2015 con la vida del leonés Isidro Gabino San Martín (Gabi), natural de La Bañeza, y la de su compañero Jorge García , ambos policías nacionales que defendía la embajada española en Kabul.

Isidro Gabino San Martín, 'Gabi'.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Isidro Gabino San Martín, 'Gabi'.- 'LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS'

Un terrorista suicida lanzó su coche bomba contra la embajada y otros tres entraron en las dependencias españolas. Dispararon a Gabi y cuando sus compañeros lograron llegar a él ya se había desangrado. Murió antes de conseguir alcanzar el hospital.

Estefanía, la mujer de Gabi recibió esa tarde varios mensajes: «¿Qué sabes de Gabi?» Tras varias llamadas informándole, le confirman que su marido ha muerto. «Abracé a mi niño (de seis años)». «Con la ayuda del psicólogo le expliqué que su padre estaba en un sitio difícil y que no iba a volver», cuenta. «Mamá, tranquilízate que lo podemos salvar, que nos traigan su cuerpo», replicó el pequeño por una película que había visto «en la que reviven a un perrito».

«Aquella era la segunda vez que Gabi iba a Afganistán y él ya había redactado informes en los que a lertaba de la situación de la Embajada porque estaba fatal », afirma en la publicación quien está convencida de que ese atentado «se podía haber evitado».

Estefanía conversó esa misma mañana con Gabi. «Hablábamos dos o tres veces al día. Ese día, con las prisas fue todo muy rápido. En ese momento no le das importancia porque lógicamente crees que después vas a volverá hablar con él... Pero no fue así. Aquella fue la última vez».

De últimas veces está repleto el libro La Memoria de las Víctimas. El presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo explica que el libro La Memoria de las víctimas «pretende contribuir al objetivo de no olvidar nunca a los que perdieron la vida, sufrieron heridas físicas o psicológicas o vieron sacrificada su libertad como consecuencia del fanatismo terrorista». Y en ese empeño se mantienen sus familias, en no dejar que se imponga la última pretensión del terror para justificarse: el olvido de lo que en verdad deja a su paso.

Jaime Mateu: "Mi padre sabía que vendrían a matarlo"

Esa misión comparte Jaime Mateu, víctima de ETA en dos ocasiones y diputado nacional del PP por Burgos. Perdió primero a su padre, el magistrado del Tribunal Supremo, José Francisco Mateu, asesinado a tiros el 16 de noviembre del 78, y ocho años después la banda le arrebató a un hermano, a Ignacio. 

El primer palo lo veían venir, aunque deseaban evitarlo, pero el segundo fue inesperado. El desenlace del cabeza de familia no pilló por sorpresa en esa familia: estaba convencido de estar condenado por un tribunal de asesinos donde no valía defensa ni cabía la posibilidad de despedirse de los seres queridos.

Varias tardes José Francisco reunía a su prole. Abría la puerta del despacho y, con serenidad, indicaba: «En esta carpeta azul (de gomas de las de antaño) está la póliza de seguros del Colegio de Abogados, en esta otra la pensión para que estudiéis y en esta otra póliza de mutualista para que podáis subsistir». Y esa previsión sirvió a su saga para forjarse un futuro. «Era su manera de decir ‘hijo, cuidado, si me pasa algo os dejaré lo más protegidos que pueda. Era muy práctico».

«Mi padre sabía que vendrían a matarlo», asevera convencido Mateu. « Sé que van a venir a por mí », afirmó en varias ocasiones. «No hombre, papá, no te va a pasar nada», obtenía como respuesta de unos vástagos que, en realidad, temían por el porvenir de su progenitor. « Rezaba todas las noches para que a papá no lo mataran. En el fondo lo pensábamos. De ahí mis rezos nocturnos».

Ese día Jaime salía de la facultad de Derecho y vio «un revoloteo alrededor de casa». «Tu padre ha sufrido un atentado», le espetaron. «Mi padre todos los actos los afrontó con valentía y con su muerte pensaba que estaba prestando su último servicio a España». 

Cuenta Jaime, 44 años después de ese mazazo, que aunque esa sensación de inquietud sobrevolaba en su casa también era «una familia entrañable». «Éramos siete hermanos y muy felices a pesar de esas circunstancias». Después llegaron las noches en las que oían a su madre sollozar. «Más la angustia material, de cómo nos ganaríamos la vida, aunque gracias a las pólizas que hizo mi padre pudimos ir día a día».

Por el asesinato condenaron a uno de los más sanguinarios etarras, Henri Parot . Cuando ya habían recuperado un poco de la chispa perdida, otra llamada los volvió a desestabilizar. A su hermano Ignacio, guardia civil destinado en Vitoria, le quedaba solo un día para regresar a Madrid. Pero acudió a un aviso sobre unos altercados en un cuartel por el lanzamiento de granadas. Lo esperaba una bomba. « Me enteré por la radio de que mi hermano había muerto. Para nuestra madre fue tremendo. Un momento delicado de pena, de agobio... Pero hicimos piña en torno a mi madre. Para nosotros Nacho es otro ídolo».

Por todo lo vivido, a las nuevas generaciones desea que sepan que «la Historia de España  no siempre ha sido color de rosa» y que «muchas personas lucharon contra unos asesinos que tenían atemorizados a toda España».

 

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