Diario de Valladolid

LA PALMA

Salvadores de vidas frente a la ira del volcán

Casi dos meses después de la erupción en La Palma, el palentino Francisco Rivas y el salmantino Alejandro Rodríguez se adentran en el infierno para relatar en primera persona su labor como voluntarios de Cruz Roja

El voluntario salmantino Alejandro Rodríguez muestra la niebla volcánica tras la erupción en La Palma . FOTO CEDIDA POR CRUZ ROJA

El voluntario salmantino Alejandro Rodríguez muestra la niebla volcánica tras la erupción en La Palma . FOTO CEDIDA POR CRUZ ROJA

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Rodrigo de la Hera

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Un infierno casi en primera persona. El volcán de La Palma roza los dos meses activo después de su erupción el pasado 19 de septiembre. Ríos de lava comenzaron a brotar arrasando aquello que se encontraran en su camino. Miles de vidas rotas ante un acontecimiento sin parangón que dejó con el corazón en vilo al país. Sin embargo, los retos son para los valientes y, en primera línea de ayuda, el voluntariado de Cruz Roja ha llevado en volandas a los afectados para buscar un atisbo de recuperación, de ánimo, de esperanza. Salvadores de vidas frente a la ira del volcán.

Historias reales relatadas de primera mano de dos castellanos y leoneses. El palentino Francisco Rivas, un bombero jubilado que, sin dudar, buscó ayudar en el desastre natural y entró de rebote a la selección; y el salmantino Alejandro Rodríguez, que ha finalizado recientemente sus labores en la isla. Si bien, desde Castilla y León, el dispositivo de Cruz Roja se compuso de otras tres personas: la psicóloga salmantina Mónica Castellanos, el bombero palentino Felipe Santiago y la directora provincial de intervención social en Cruz Roja Zamora, Noelia Chamorro.

Francisco Rivas se encontró en el corazón de la tragedia durante dos semanas. Sin descanso. El bombero jubilado de Palencia, inmerso en el área de Socorros y Emergencias, relata a este periódico que fue su hija Alhena, psicóloga en Cruz Roja, quien le habló de la necesidad de voluntarios en La Palma. Y no dudó ni un instante. «Pensaba que no me iban a llamar pero no dudé en presentarme», puntualiza. La cruda realidad fue al llegar allí y encontrar a miles de personas desoladas que habían perdido lo más grande: sus casas, sus negocios, sus plantaciones. 

Las labores de Francisco en la isla, como ex bombero, se han centrado en el acompañamiento a los vecinos que quieren recoger sus enseres, además de descargar las cubiertas de ceniza para que no colapsen los tejados. Una de las imágenes que ha quedado grabada en su memoria es la de una persona mayor, de unos 80 años, que únicamente sacó de su casa un viejo despertador, para sentarse en un bordillo y fumarse su habano. «¿Cuánto valor puede tener para una persona una cosa aparentemente tan sencilla?», apunta.

«La gente estaba en shock», continúa el palentino, añadiendo que incluso algunos rechazaban la ayuda de los voluntarios. «Es tremendo ver cómo la lava destruye las casas, estamos ante un volcán muy cambiante, con numerosos terremotos y un ruido que solo olvidas cuando llegas a tu zona de descanso», sentencia.

Alejandro Rodríguez es contundente en su relato: «El volcán es el que manda». El salmantino terminó sus nueve días de guardia hace apenas tres jornadas. Nueve días seguidos, sin descanso, las 24 horas disponible para hacer frente a la logística y proveer de lo necesario a voluntarios y afectados, como Técnico Responsable de Servicios Preventivos y Voluntario de los Equipos de Respuesta Inmediata en Emergencias de Intervención Psicosocial y de Albergue. El salmantino insiste en que es una emergencia «sobrenatural» bajo las órdenes de un volcán que decide cuándo sí y cuándo no. «Si le da por volver a resurgir, volvería a expandirse la lava, la ceniza inundaría la zona e, incluso, podría llegar un confinamiento», puntualiza.

Si bien, el trato de Alejandro con los afectados no es tan directo como el de Francisco, que trabajó en primera línea durante su estancia en La Palma. Sin embargo, la labor del equipo en el que se encuentra el salmantino podría ser la más necesaria de todas: la organización. Dar cobijo a aquellas personas que han perdido su casa, ubicarlos en zonas habilitadas, repartir material de protección tanto a los afectados como a los voluntarios, entre mascarillas y gafas. Además, Alejandro considera que, «con las necesidades básicas prácticamente ya cubiertas después de casi dos meses», ahora el turno corresponde a su grupo, una tarea de organización para volcarse con la gente que «ha perdido todo de la noche a la mañana».

«Es una mezcla de sentimientos», expone, recordando que, al llegar a la isla, se encontraba emocionado al no haber visto nunca un volcán en plena erupción. Un sentimiento que dista mucho de la tristeza que provoca ver y escuchar las historias de tantas personas que solo han podido observar, a distancia, como la lava cubría el trabajo de toda una vida.

CRUZ ROJA

La labor de Cruz Roja en la isla de La Palma se desarrolla in situ casi desde el día de la erupción; de hecho, unas jornadas antes, el pasado 11 de septiembre, cuando se registraron los primeros movimientos sísmicos, Cruz Roja contactó con el Gobierno canario para movilizar a sus voluntarios. Así, las ayudas ya han alcanzado un valor de 11.000 euros diarios, además de  entregar de más de 70.000 mascarillas y gafas protectoras para los ciudadanos de la zona y una recaudación conseguida que supera los 4,2 millones de euros en apenas 45 días.

La gente se ha volcado con La Palma, un infierno que todavía mantiene con el corazón en un puño al país. Valientes que se adentran en lo más crudo del desastre para ofrecer una ayuda desinteresada a ciudadanos que han perdido su vida sin poder remediarlo. Historias que desgarran el corazón y que, con el tiempo, son olvidadas por aquellos que no estuvieron allí. Alejandro y Francisco podrán recordar su paso por la isla como una aventura más en la que muchas de esas personas que perdieron todo lo que poseían estarán agradecidas de su labor, tanto de apoyo emocional como de trabajo físico allí realizado.

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