Rastreador de contactos: «Nadie es culpable; cuantos más nombres me des, más gente salvamos»
El enfermero Juan Luis Badallo entrevista a cada nuevo contagiado para buscar en su círculo quién ha estado expuesto al coronavirus. «Estuve con el marido de Elisa», le cuentan. O identifican al vecino por su mote. Luego investiga las identidades. Recabada la lista, lo «más duro» es visitar a esa persona y ponerle en cuarentena preventiva
Hay a lgo detectivesco en el trabajo de los rastreadores , encargados estos días de identificar a las personas que han mantenido un contacto cercano con cada contagiado por coronavirus . Y también mucho de psicología, de mano izquierda, de empatía, mucho callo en el trato con el paciente. La base de su trabajo de campo es «generar confianza», cuenta Juan Luis Badallo , uno de los 440 ‘investigadores’ de Castilla y León encargados de entrevistar a los casos confirmados con covid-19 para hacer una lista de aquellos familiares, amigos, compañeros de trabajo o conocidos con quienes ha permanecido durante un mínimo de quince minutos a menos de dos metros de distancia.
De entrada, el « miedo » y la « culpabilidad » juegan en contra de la obtención de nombres, explica este enfermero, ‘supervisor’ del centro de salud de Serrada. Algunos pacientes se muestran reacios a proporcionar esa información, avergonzados al considerarse «los posibles causantes» de otros contagios, echándose a la espalda la «responsabilidad» ante la salud ajena. «Les convenzo cuando les digo: nadie es culpable de nada; cuantos más nombres me des, a más gente salvamos», resume Badallo. Recabar un mayor número de datos, «va en beneficio de la salud».
Los profesionales de atención primaria ya venían haciendo seguimiento de los casos contagiados con el SARS-Cov-2 , una labor que se ha intensificado desde el 18 de mayo. Para reforzar esa tarea, la Consejería de Sanidad contrató entonces a 195 personas, que se sumaron a los 247 responsables de salud pública designados en los centros de salud. Desde ese momento, se les conoce como ‘rastreadores’.
Implantar un sistema de «investigación de casos y sospechosos» era uno de los requisitos previos fijados por el Ministerio de Sanidad para pasar a la fase 1, explica el responsable de enfermería de Serrada, formado en el rastreo y estudio epidemiológico al haber realizado el curso de Diplomado en Sanidad.
«Anteriormente ya veníamos siguiendo los caso s», apunta. Pero entonces el número de contagiados era muy elevado, la población estaba más confinada y el rastreo no tenía valor.
Es ahora, con la cifra de contagios contenida, cuando resulta oportuno identificar a los contactos estrechos de cada paciente para ponerlos en una cuarentena preventiva y evitar la propagación del virus . Así, desde hace dos semanas, el seguimiento de los nuevos contagiados se lleva con un nuevo registro y ese círculo de contactos identificados se computa en el sistema.
El protocolo se inicia sin demora. Cuando un médico identifica un caso sospechoso por su sintomatología clínica y pide una prueba PCR , el facultativo ya avisa a los rastreadores para activar el procedimiento.
Comienza entonces la ‘investigación’. Al paciente se le entrega una hoja para rellenar con sus contactos estrechos: convivientes, familiares, trabajo y relaciones sociales. Dentro de cada epígrafe, varias casillas para escribir el nombre y los apellidos, el teléfono y el domicilio de cada persona con quien se ha mantenido un encuentro de quince minutos a menos de dos metros. ¿Incluso con mascarilla?Sí. El protocolo también lo considera contacto estrecho si ese ha sido el único medio de protección utilizado. «Por ejemplo, una visita que ha acudido al domicilio y han estado charlando durante media hora: contacto estrecho. Si ha sido un sanitario o personal de una residencia y no llevaba todos los medios de protección, también es contacto estrecho y en este último caso además se le considera «conviviente», ilustra el profesional sanitario.
Los rastreadores pueden recabar esa lista por teléfono o, como prefiere Juan Luis Badallo, en persona, «aunque sea en otro pueblo». Curtido en la entrevista clínica, como buen profesional de la atención primaria sabe que «la cercanía» con el paciente es un valor. «Me gusta el contacto, estar cara a cara» , apunta quien estos días tiene en el coche su «oficina». Y porque sabe que «se saca más y mejor información hablando directamente con las personas».
El profesional sanitario guía al paciente por sus recuerdos de los dos días anteriores, ya que las 48 horas previas al inicio de los síntomas constituyen «el momento más contagioso». La labor no es sencilla , requiere un esfuerzo memorístico. Y poner nombre a todas las personas no siempre es posible. «Estuve hablando con el marido de Elisa», le cuenta un contagiado. «No te digo nada con los motes de los pueblos», relata Badallo, quien no escatima esfuerzos durante la entrevista para escrutar todos los encuentros mantenidos por el infectado. «Una hora, dos horas, sudando debajo del EPI », relata, hasta completar la lista. Lo que haga falta. Las pesquisas continúan después, siguiendo el rastro de los datos obtenidos, buscando en su ordenador teléfonos, direcciones o apellidos que ayuden a completar la ‘ficha’ de las personas señaladas.
«Si sólo saco tres contactos, me voy con la sensación de que he fallado» , confiesa el rastreador. No es lo habitual. Mientras ha durado el confinamiento, cada paciente reportaba, de media, nueve nombres. Ahora, con el mayor contacto social permitido con las medidas de alivio, la lista será más larga, se multiplicará «por dos o por tres». «Mi objetivo ahora es sacar 20 o 25 contactos por persona», apostilla. El «éxito» de la entrevista es «llegar a identificar al 90% de las personas» con las que ha estado en esa proximidad.
No se ha encontrado con nadie que no quiera facilitar la información requerida. Por ley, el ciudadano está obligado y de negarse incurriría en una infracción grave por «la resistencia a suministrar datos, facilitar información o prestar colaboración a las autoridades sanitarias del Sistema Público de Salud de Castilla y León o sus agentes», tal y como reza la Ley 8/2010, de 30 de agosto, de ordenación del sistema de salud autonómico.
Una vez identificados los nombres , «llega el momento más duro» , explica el enfermero: ponerse en contacto con esos contactos. Puede hacerlo el propio contagiado –que es lo habitual– o dejar en manos de los rastreadores esa tarea. «Hola, vengo porque se ha podido contagiar con una persona con la que ha tenido un contacto estrecho» . Juan Luis simula la conversación para dar cuenta de lo comprometido del saludo. «Es un momento crítico para esa persona, por la incertidumbre del anuncio», relata. Los contactos deben iniciar entonces una cuarentena y durante catorce días el protocolo establece una vigilancia sobre ellos. No se les hace la prueba ni se les propone ningún tratamiento. Sólo esperar en alerta por si presentaran algún síntoma. «Si pasan esos catorce días sin síntomas, se cierra el caso y ya puede salir a la calle; si desarrolla algún síntoma, empezamos de nuevo la ruta a partir de ese nuevo caso índice».
En general, los contagiados y los contactos en cuarentena se portan bien y siguen «a pies juntillas» las indicaciones de los profesionales sanitarios, asegura este rastreador. Pero siempre hay alguna excepción: «A uno me lo encontré en la calle, se quedó pálido; le dije ‘sube al coche que te llevo a casa’. No hablamos nada durante el trayecto», relata Badallo.
La labor de estos profesionales requiere también del trabajo en equipo, porque cada uno de ellos supervisa los datos recabados por los compañeros. El seguimiento de los casos requiere «ser muy ordenado y constante» .
La importancia de su trabajo reside en localizar a tiempo a los contactos «para poder contener la enfermedad». «Si una persona estaba en cuarentena antes de presentar síntomas, no ha tenido posibilidad de contagiar», resume este rastreador. Y de eso se trata, de llevar al virus a un callejón sin salida.