Diario de Valladolid

La ULE tardó 918 días en entregar la última necropsia de oso que se le encargó

L La Facultad de Veterinaria envió en abril de este año un informe forense de tres folios de un oso muerto en octubre de 2015, tras insistentes requerimientos juidiciales, administrativos y del Procurador del Común

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Felipe Ramos
Valladolid

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Ni victimismo, ni centralismo. No hay caso, como algunos vienen empeñándose en denunciarlo después de que la Consejería de Fomento y Medio Ambiente decidiera trasladar los restos del oso pardo, hallados en la localidad leonesa de Casasuertes –en el término municipal de Burón– en octubre pasado, a Valladolid en lugar de a León para que se realizara la autopsia.

Es el caso de la UPL, que rápidamente habla de «ineficacia» en la gestión medioambiental de la Junta «para con León» y exige saber los criterios por los que los ejemplares encontrados se trasladan a Valladolid.

La realidad de los hechos está marcada por la documentación que, lejos de ese victimismo o centralismo, al menos en este caso lo que viene a evidenciar es lo razonada y justificada de la decisión, a la vista de lo que sucedió con el último ejemplar de oso pardo que se envió a la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León para el informe forense correspondiente.

La ULE tardó 918 días, prácticamente tres años, en entregrar la n necropsia de ese último oso que, según se recoge en la numerosa documentación a la que ha tenido acceso EL MUNDO DE CASTILLA Y LEÓN a través de fuentes judiciales, de Ecologistas, de la administración y la propia Universidad de León.

Un tiempo en el que el Campus leonés cambió hasta de rector e hizo que el máximo responsable de la ULE, Juan Francisco García Marín, comenzará a realizar la necropsia como catedrático de Histología y Anatomía Patológica del departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria y la remitiera tres años después, el 17 de abril de 2018 y ya como rector de la ULE, comunicara a la Dirección General del Medio Natural de Castilla yLeón, el envío del «informe requerido a la necropsia».

El 16 de octubre de 2015, agentes del Seprona de la Guardia Civil y medioambientales recogieron el cadáver del oso en el paraje de Valmoratín de Barniedo de la Reina, pueblo leonés que encuentra enclavado en el término municipal de Boca de Huérgano.

Los restos del animal, que aparecieron a las 12.20 horas según se detalla en el informe del Seprona de Riaño, fueron entregados ese mismo día a las cuatro de la tarde, apenas cuatro horas después de ser encontrados, en el Servicio de Diagnóstico de Anatomía Patológica de la Facultad de Veterinaria de la ULE. Así lo reconoce la propia Universidad en el informe de la necropsia firmado por el hoy rector.

Desde ese día y hasta el 19 de abril de 2018, fecha en la que la necropsia salió definitivamente de la Facultad de Veterinaria, transcurrieron esos 918 días. Por si esto no fuera suficiente, el 17 de abril de este año, García Marín afirma que la necropsia fue «realizada 16 de octubre de 2015», es decir el mismo día que aparece el oso, pese a que el informe forense que remite a la Junta aparece con fecha del 19 de marzo de 2018. La realidad es que la Junta tarda aún un mes más en tener la necropsia en su poder, desde ese 19 de marzo que señala como fecha el rector al 19 de abril que se recepcona.

Tres años de reclamaciones de la justicia, los ecologistas de Palencia, de la Plataforma para la Defensa de la Cordillera Cantábricia, del Procurador del Común, de la propia Consejería de Fomento y Medio Ambiente y de interperlaciones en las Cortes de Castilla yLeón para exigir al área que dirige Juan Carlos Suárez Quiñones la entrega de todos los informes y los resultados de la necropsia. Casi tres años, los que el rector García Marín precisa para concluir que la muerte del oso fue «posiblemente por heridas traumáticas».

Apenas tres folios de necropsia, en cuya realización el Seprona solicitó estar presente al existir indicios de que pudiera tratarse de una muerte causada por disparos de furtivos pero el rector y autor de la misma no les avisó, en los que no se determina con claridad qué fue lo que causó el fallecimiento de animal, que conviene no olvidar mantenía bajo investigación el Juzgado de Cistierna, después de abrir diligencias a instancias del Paprona, la unidad básica de vigilancia y protección del medio natural de Riaño. Más de 900 días para conclusiones tan ambiguas como que «las lesiones descritas podrían ser compatibles con traumas en vida del animal» o que «no es posible determinar si fueron provocadas por otros animales».

Ambigüedad que se agudiza aún más cuando asegura: «En lo que respecta a la posibilidad de que fueran provocadas por proyectiles de arma de fuego, no se encontraron proyectiles ni alteraciones que orientaran esa posibilidad, pero tampoco se ha podido descartar completamente». Y para finalizar con que «posiblemente» la muerte del oso fuera causada «por heridas traumáticas y posterior infección por ‘Clostridium spp’ –un bacilo patógeno–». Y concluir que «las lesiones hepáticas y renales serían previas debilitando al animal, ya de avanzada edad».

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