Una vida dedicada a salvar vidas

«Un fallo médico» que provocó la muerte de su padre hizo que Gerardo Prieto intercambiara las embarcaciones por la medicina. Estudió en la Universidad de Salamanca (Usal) y pronto cambió su Zamora natal por Madrid. Allí se formó para salvar vidas.

Al principio de su carrera, admite, no se interesó por la pediatría pero cuando conoció todos los recovecos se enamoró tanto de ella que se ha jubilado por obligación con 70 años y sanando a los más pequeños de la casa.

Aunque ha tocado muchos puestos en el Hospital Universitario de La Paz, desde la gestión a la asistencia clínica, se queda con el trato con sus pacientes. También ha enseñado a las nuevas generaciones lo que es ser médico (y de los mejores). Es feliz en un quirófano operando a niños con fracaso intestinal. De hecho, colgó la bata en el único centro español que realiza transplantes de intestino. Hasta hoy se han hecho 106. Intervenciones muy duras que dibujan sonrisas, ya que sus manos decían ‘sí’ cuando en sus lugares de origen los enfermos recibían ‘noes’. Por ello, cuando se jubiló le prepararon una fiesta sorpresa que le emocionó tanto que nunca podrá olvidar.

Historias que se lleva en su corazón y que se encargará de transmitir a aquellos profesionales en los que vea esa luz que solo tienen los buenos doctores. Un galardón que premia una labor encomiable. «Para mí ha sido una sorpresa», cuenta. Una sorpresa que le hará reencontrarse con sus raíces, las que están en la tierra de su querido padre.