Diario de Valladolid

VENDIMIA DIFERENCIAS ENTRE LA RIBERA DEL DUERO Y FRANCIA

Contrastes laborales entre Francia y la Ribera

Dos burgaleses narran su experiencia en los viñedos del país vecino / Izquierda Unida deAranda rechaza la «discriminación» salarial de los temporeros foráneos; algunos cobran menos de cinco euros la hora, frente a los 10 de los más afortunados

Un grupo de temporeros recoge uva en viñedos de la Ribera del Duero.-L.V.

Un grupo de temporeros recoge uva en viñedos de la Ribera del Duero.-L.V.

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Diego Santamaría

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Como tantos otros jóvenes de la Ribera, el portavoz de Izquierda Unida en Aranda, Jonathan Gete, trabajó un par de años en la vendimia, durante y después del instituto. Hace unos 10 años de aquello. La crisis asomaba de lejos, a expensas del ciudadano de a pie, aunque «ya se empezaba a ver lo que hay ahora». El declive salarial comenzó a manifestarse de una campaña a otra y los 10 euros por hora de su primera temporada se redujeron a 6,5 en la última.

Hoy en día, el salario medio se sitúa en torno a los «6,5 y 7 euros», aunque a Gete le consta que algunos temporeros han llegado a percibir menos de cinco. Una «discriminación a la gente de fuera» que contrasta con los 10 por hora que ganan los más afortunados, «españoles» afincados en la comarca que «llevan muchos años trabajando» para la misma bodega.

Lo que no varía es el número de horas. En la Ribera se trabaja «desde que sale el sol hasta que se pone», unas «10 o 12 horas diarias» tranquilamente durante «15, 20 o 25 días concentrados». ¿Y las extras? Al mismo precio. Pedir más por alargar la jornada es una quimera en las viñas, un privilegio del que solo disfrutan -si acaso- los operarios de las bodegas.

Nada tienen que ver las condiciones salariales de la comarca y otras áreas vitivinícolas de Castilla yLeón con las de Francia. Alba, una joven burgalesa de 27 años, emigró a mediados de octubre por tercer año consecutivo al país vecino para trabajar en el campo. Obviamente, la vendimia ha sido una de sus principales ocupaciones, aunque el cultivo es lo de menos en lo relativo al parné: «cobramos el salario mínimo, que es 9,67 euros, y la jornada laboral es de siete horas durante cinco días».

Héctor, técnico de sonido de 31 años, también dejó Burgos en septiembre para «cambiar un poco de sector y aprender otra lengua». Al igual que Alba, es su tercera temporada y corrobora el relato de su paisana. Además, indica que al «salario mínimo interprofesional de 1.200 euros» hay que añadir el plus de las horas extraordinarias, que «se pagan al 125% hasta las 40 semanales y un 150% las 45», sobre todo en la región vinícola de Médoc. Por si fuera poco, «hay pluses de calidad y productividad durante las cosechas».

También varían los tiempos y horarios para comer. En la Ribera, lo normal es hacer una parada de «media hora o una hora». Entretanto, Francia se amolda a los planteamientos europeos, y aunque «los horarios van en función de los usos y costumbres de cada patrón», Alba señala que el descanso para reponer fuerzas suele ser a las 12, con una duración, como mínimo, de «una hora».

El trato cambia, y mucho, de una región a otra. Héctor recomienda trabajar en Médoc o Champagne. No solo porque allí la viña «está muy bien pagada» -entre 80 y 130 euros al día-, sino porque además «es tradicional que te inviten a comer y a vino». Precisamente, eso es lo que echa en falta Gete: los «lazos tradicionales» entre empresario y empleado, así como el carácter «familiar» de antaño en las bodegas.

Alojamiento

Junto a la reducción salarial de los últimos años, la eliminación del programa de acogida de temporeros promovido por el Ayuntamiento ha generado un «déficit» de personal para esta campaña. De hecho, Geteasegura que varias empresas de contratación estuvieron«buscando por los polideportivos» mientras comprobaban «si les dejaban dormir allí».

La suspensión del programa, apoyada por todos los grupos excepto IU, que planteaba la búsqueda de una «alternativa», ha obligado a casi todos los temporeros foráneos a procurarse un refugio, pues la asistencia de Cáritas y Cruz Roja se antoja insuficiente para cubrir las necesidades de todo el personal. Por ello, algunos optaron por «casas abandonadas en los pueblos, naves, cajeros automáticos o parques».

Frente a esta problemática, el portavoz municipal de Izquierda Unida aboga por retomar el diálogo con el Consejo Regulador, al que exige «más financiación» para resucitar una iniciativa que servía para «llenar el recinto ferial» ante la gran demanda de temporeros durante la vendimia en tierras ribereñas.

En Francia, «el alojamiento depende de cada patrón o empresa», remarca Alba, cuya furgoneta se ha convertido en su«casa» alguna que otra noche en función de las circunstancias. No obstante, Héctor asevera que «durante el verano están permitidas las tiendas de campaña, pero a partir de septiembre tienen que darte alojamiento».

Cobertura médica

No todo son vino y rosas en los viñedos franceses. En lo que respecta a la cobertura médica, Héctor lo tiene claro:«es mejor venir con la tarjeta española porque los seguros de trabajo se escaquean cuando pueden». Además, «sin tarjeta no te atienden». Y da fe de ello, pues ha sido testigo de cómo «a un chico portugués le dejaban tirado sin atender con un brote de meningitis». Al estar asegurado, la compañía «le recetó ibuprofeno», mientras que «la Sanidad francesa no se quiso hacer cargo hasta que vio el riesgo que suponía su enfermedad». Aún con todo, antes de la intervención, «estuvo tres días en una tienda de campaña».

Crisol de culturas

La precariedad laboral que denuncia Izquierda Unida ayuda a entender la presencia de temporeros procedentes de otros países comoMarruecos, Senegal o Rumanía. El mismo fenómeno se repite en Francia, donde -coinciden ambos jóvenes- hay «muchísimos españoles», el grupo mayoritario junto a «polacos, portugueses e italianos». En cuanto a los temporeros locales, «la mayoría son africanos con papeles», precisa Héctor. ¿Yla formación? Alba reconoce que «hay un poco de todo», desde personas sin estudios hasta «universitarios con especialidad incluida y varias licenciaturas».

Sobre esto hay un chiste que circula por los campos franceses y que Héctor ya se ha cansado de escuchar.«En España, si estudias, tienes tres salidas: por tierra, mar o aire». Lo más seguro es que se acabe acostumbrando, ya que este año se plantea «no regresar (...) viendo el panorama político que se avecina». Alba también se lo está pensando, ca vez tiene «menos ganas de volver» y no descarta buscarse el pan en otros sectores que le permitan cubrir gastos y vivir en mejores condiciones.

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