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VIOLENCIA DE GÉNERO

El asesino confeso de Yolanda actuó con una «frialdad total»

Iñaki González admitió a los agentes que le detuvieron que apuñaló a su expareja tras haberla abordado en el parking de su vivienda

Lugar del aparcamiento comunitario en el que se produjo la agresion mortal, junto al coche de la víctima.-I. L. MURILLO

Publicado por
D. SANTAMARÍA / M. REMÓN
Valladolid

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Una mezcla de incredulidad, conmoción y rabia se apoderó ayer de la sociedad burgalesa ante el brutal asesinato, poco antes de las 12 de la madrugada, de Yolanda Pascual Expósito, de 50 años y jefa de sección de EL MUNDO-EL CORREO DE BURGOS, a manos de su expareja, Iñaki González, de 62 años y natural de Vitoria. La pareja, que llevaba cerca de cuatro años separada, debía verse las caras ayer por la mañana, a las 13.45 horas, en el Juzgado de Familia de Burgos, ya que la hija de ambos, de 17 años, deseaba renunciar a las visitas paternas, según confirmaba el TribunalSuperior de Justicia de Castilla y León.

El asesino confeso sabía que esa vista oral que se iba a celebrar ayer por la mañana en los juzgados de Burgos supondría el alejamiento definitivo, la gota que colmó el vaso tras los últimos años en los que hizo la vida imposible a su expareja, comportamiento que también hizo extensivo a su hija. Conocedor de las costumbres y de los horarios de Yolanda, el agresor decidió acudir a su vivienda para acabar con su vida.

Una vez finalizada su jornada laboral, en torno a las 23.30 horas, la periodista se dirigió en su vehículo al domicilio en el que residía con su hija. El crimen tuvo lugar poco antes de las 12 en el aparcamiento subterráneo que comparten tres bloques de pisos de la zona. El asesino abordó a la víctima justo después de aparcar. Allí, según fuentes policiales, le asestó varias puñaladas que acabaron con su vida en cuestión de minutos.

Nada pudo hacer el personal sanitario que se desplazó al lugar de los hechos tras recibir el aviso de una vecina que escuchó los gritos de Yolanda. Completamente atemorizada, la mujer abandonó apresuradamente el parking para informar de lo sucedido al 112. Gracias a una rápida intervención, el agresor fue interceptado por los agentes nada más abandonar el garaje, del que logró salir tras hacerse con las llaves de la víctima. De hecho, se mostró sorprendentemente frío cuando, delante de los primeros agentes de Policía que llegaron al lugar, admitió que había sido él quien había apuñalado a su expareja en el garaje de su vivienda. Con manchas de sangre en su ropa que evidenciaban la comisión del asesinato, González confesó el delito con una «frialdad total», e incluso les compañó a un contenedor cercano en el había depositado el arma del crimen.

«Ya vale»

Por la mañana, nadie daba crédito en el barrio. La mayoría de los vecinos se enteraron de la noticia a primera hora, ya que los efectivos policiales y sanitarios se personaron en el lugar de forma «discreta». Una de las primeras personas en tener constancia de lo sucedido fue Julián, quien casualmente reside en el mismo portal que Yolanda. Fue este joven quien abrió la puerta de salida del parking para permitir el acceso a los agentes después de preguntar lo que estaba ocurriendo.

La propietaria del bar Los Pinares, próximo al domicilio de Yolanda, se encontraba limpiando el establecimiento cuando se vio sorprendida por las luces de las dotaciones policiales. En ningún caso esperaba que la vecina «educada y amable» que «solía ir a comprar tabaco» acababa de ser cruelmente asesinada, pero así se lo confirmaron los agentes justo antes de «entrar en su portal».

«Ya vale», proclamaba una residente del portal número 7, próximo al de la víctima, visiblemente consternada por el luctuoso suceso. En su caso, recibió la noticia por parte de su hijo, testigo presencial del dispositivo desplegado en el parque. Y aunque «no hacía mucha vida de barrio», mantenía una relación cordial con Yolanda, a quien «conocía de vista».

Algo más de trato tenía la propietaria de la panadería del barrio. Tampoco hasta el punto de intimar y conocer la relación de Yolanda con su expareja. Lo que sí recuerda es su «amabilidad» y la entrega que tenía hacia los más desfavorecidos, sobre todo con los «niños que acogía en su casa».

«Teníamos buena relación», reconocía un vecino del mismo portal, incapaz de ocultar su incredulidad. Y es que cuando vio las luces desde su terraza, «no le dimos mayor importancia». Nada más enterarse por la mañana, en ningún momento pensó que pudiese tratarse de Yolanda, ya que las primeras informaciones apuntaban al portal número 7, el más cercano a la puerta de entrada del aparcamiento. Por desgracia, sus peores sospechas se confirmaron cuando le comunicaron que «era periodista».

Con el asesino dejó de tener relación a raíz del proceso de separación, aunque apuntó -al igual que otros tantos vecinos- que se le había visto merodeando por el barrio en más de una ocasión, ya fuera solo o «paseando al perro».

Precisamente, varios testigos situaron a González por la tarde, antes de cometer el asesinato, por distintos bares del barrio. «Por lo que han comentado bebía, pero son todo habladurías», apostillaba el vecino de Yolanda sin querer entrar en más valoraciones al respecto. Para bien o para mal, muchos le conocían. La propietaria de Los Pinares le definía como una persona «aparentemente normal» aunque «un poco nerviosa», mientras que la vecina del número 7 esgrimió que «era farrucón y faltón».

Revisión de cámaras

Después de su arresto, el detenido pasó la noche en dependencias policiales, donde fue interrogado por los agentes antes de pasar a disposición judicial y declarar ante el juez por la tarde con el fin de decretar su ingreso en prisión. Mientras tanto, la Policía revisaba las grabaciones de las cámaras de videovigilancia situadas en las puertas de entrada y de salida del garaje para confirmar en qué momento accedió a su interior y cuánto tiempo permaneció esperando a Yolanda. 

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