Atención al paciente sin nombre
Más de un centenar de profesionales pasan por el programa que trata al médico con problemas psiquiátricos o adicciones /La confidencialidad se extrema para evitar estigmas en su actividad
«Somos, en principio, malos enfermos». Cuando padece problemas psiquiátricos o de adicción, al médico le cuesta aparcar la bata blanca y pasar al otro lado.
«Un médico aguanta, se automedica, pide consejo de pasillo a algún compañero y suele ser reacio a que le traten porque cree que puede hacerlo él mismo», explica Juan José Aliende, que recibe las llamadas de los profesionales sanitarios que deciden pedir ayuda. Es el director técnico del programa de Atención integral al médico enfermo (Paime).
Este servicio trata a los profesionales que presentan problemas psiquiátricos o de adicciones «serios», que puedan poner en riesgo la seguridad de los pacientes, y su filosofía consiste en que los «médicos tienen la obligación de atender bien a los pacientes y, a la vez, éstos deben contar con garantías de que su médico está en buenas facultades», apunta Aliende.
La directora general de Profesionales de Sacyl, Concha Nafría, añade que la finalidad fundamental de esta herramienta para tratar al facultativo es que «el ejercicio de la profesión no pueda derivar en situaciones que pongan a nadie en peligro», y cita entre los objetivos principales, ayudar a su rehabilitación.
El programa lo gestiona elConsejo del Colegio de Médicos de Castilla y León. Hace nueve años firmó un convenio con la Gerencia autonómica de Salud, por el que recibe financiación anual de la Junta (33.300 euros este año).
Desde su primer ejercicio en marcha en la Comunidad (2007), siguiendo la estela que inició Cataluña, ha tratado ya a 137 profesionales. En el último año, 19 personas se incorporaron al programa y 58 todavía continúan en tratamiento.
Todos los días del año permanece disponible el teléfono (628793793) al que pueden llamar quienes necesiten atención. Alguna vez, aunque no es lo más frecuente, son sus allegados o compañeros de profesión los que marcan ese número al detectar algún problema.
La confidencialidad, que se da por sentada en cualquier caso, aquí se extrema. El doctor se convierte en el enfermo ‘sin nombre’. Recibe un nombre y un apellido ficticio y un código numérico para preservar su anonimato y no ser identificado.
Aliende explica que el médico enfermo sólo entra en contacto con él y con el terapeuta que elija de la red privada, y su caso no se añade a la historia clínica del sistema público de salud.
El estigma
Bajo el código numérico y la filiación falsa se esconde su número de colegiado, la provincia a la que pertenece, el profesional que sigue su caso y la fecha en la que ha comenzado en el programa. «Ponemos otro nombre por si hay que realizar algún documento que no pase por las manos de quien le trata o las mías», aclara.
Con este conjunto de medidas, se trata de proteger uno de las principales reticencias –«cada vez menores»– del profesional a pedir ayuda, el estigma. También busca que, una vez superado con éxito el periodo de tratamiento, el sanitario pueda reincorporarse a su puesto de trabajo sin perjuicios ni prejuicios. «Desde el principio, pretendemos evitar que esté en la misma sala de espera que su paciente, porque si le ve en la consulta del psiquiatra, su relación quedaría algo tocada y le restaría autoridad», señala Aliende.
También la relación con los compañeros de centro hospitalario puede resentirse. «Si se tiene la percepción de que no puede desempeñar su profesión, podría perder el respeto y el prestigio», apunta el director técnico del programa.
Los terapeutas que trabajan dentro del Paime autonómico están en Valladolid, Burgos, Salamanca y León y son los afectados los que escogen a qué provincia acudir. «La mayoría de los colegiados acuden a la suya, si es de las cuatro en las que hay atención, porque son consultas fuera de su horario y muy cuidadas, pero se ha dado algún caso de alguien, por si acaso, ha preferido desplazarse».
Si se tuviera que efectuar un ingreso, los colegios de médicos de todo el país trabajan con una clínica privada en Barcelona. El atendido no tiene que pagar por su tratamiento ni por su atención.
Aunque les suponga mayor esfuerzo aceptar ser tratados, una vez entran en el Paime responden «mejor» que otros pacientes con similares problemas. «Son conscientes de la importancia de seguir el tratamiento y de hacer caso a lo que el facultativo dice. Avanzan rápido», destaca Aliende, quien añade que este programa aborda «un problema de salud pública porque si un médico no está en las mejores facultades afecta a muchas personas que dependen de él».