Hablemos de energía y calidad ambiental
LA ENERGÍA ES el corazón de cualquier sociedad desarrollada. Su latido bombea kilovatios hora de electricidad o de gas para que funcione nuestro mundo. Sin el excepcional desarrollo energético del último siglo y medio, seguiríamos anclados en sociedades oscuras, atrasadas, encerradas en sí mismas.
Por eso, todos los gobiernos consideran que el sector de la energía es estratégico. Disponer de un sistema energético sólido y competitivo es una condición clave para el progreso de las sociedades.
Este carácter estratégico hace que las decisiones políticas tengan una gran influencia en el comportamiento de los agentes que participan en el sector, desde los grandes productores o transportistas hasta los consumidores finales.
Además de estratégico, o precisamente por ello, éste es un sector absolutamente globalizado. Los flujos energéticos se desplazan por todo el orbe a través de líneas eléctricas, gasoductos, barcos petroleros, metaneros o camiones. Y con ellos viajan también los riesgos y las oportunidades de cualquier proceso de globalización.
Esta desaparición de las fronteras ha fomentado que todo cambie a una velocidad de vértigo. La interconexión de las economías provoca que decisiones que se toman a miles de kilómetros de nuestra región tengan una repercusión casi inmediata en el bolsillo de los ciudadanos.
El sector energético actual está muy condicionado por el precio del petróleo que recientemente ha marcado mínimos inimaginables, por debajo de los 30 dólares el barril, y que pocas semanas después fluctúa alrededor de los 45 dólares. Estos precios del crudo han frenado en seco las técnicas extractivas de mayor inversión y coste de explotación, como son los yacimientos en aguas profundas o el fracking, y también suponen un freno al desarrollo de las energías renovables, que pierden con esta situación buena parte de sus márgenes de competitividad.
El precio del gas natural, al igual que el del petróleo, ha caído de forma abrupta en los últimos años. Aunque los precios de ambas materias primas tienen relación, su cotización en los mercados internacionales está cada vez más desacoplada. Por ese motivo, mientras el petróleo sube y baja de modo “caprichoso”, en función de los intereses de los principales productores, el gas natural mantiene una evolución más uniforme, en relación a su demanda, proporcionando estabilidad y predictibilidad a los consumidores, y siendo siempre competitivo.
Hay quien afirma que los precios bajos del petróleo se mantendrán durante años. Los productores del Golfo Pérsico están renunciando a unos ingresos muy importantes al aplicar políticas de alta producción pese a la llegada al mercado internacional del petróleo iraní. La demanda no parece que vaya a aumentar de forma significativa en los próximos años debido por un lado, al frenazo en el crecimiento de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y al estancamiento de la economía en Europa y, por otro, a la implantación de medidas de eficiencia energética y de descarbonización en los países desarrollados.
El cuidado del planeta y el respeto hacia el medio ambiente es responsabilidad de todos los seres humanos. En este sentido, debemos distinguir dos agentes perjudiciales muy diferenciados: por un lado, los gases de efecto invernadero que afectan al cambio climático y, por otro, los contaminantes que dañan la salud de aquellos que habitan próximos a los puntos de emisión.
La mejor opción para reducir ambos efectos de forma rápida y eficaz en España, y en Castilla y León, es, sin lugar a dudas, el gas natural. No es factible cubrir todas las necesidades energéticas a través de las energías renovables en el corto o medio plazo. El gas natural es un combustible limpio, con un nivel de emisión de contaminantes (óxidos de nitrógeno y azufre, por ejemplo) casi nulo y en todo caso muy inferior al del resto de combustibles fósiles y con una característica muy importante: no genera apenas partículas sólidas, que son las que más afectan a la salud de las personas.
La reducción de emisiones en las dos últimas décadas ha sido decisiva gracias a la sustitución de otros combustibles fósiles por gas natural, tanto en la industria, como en el sector doméstico. Con esta práctica se ha evitado la emisión a la atmósfera de millones de toneladas de CO2, derivados del azufre y partículas. Y ahora le toca el turno a la movilidad.
Todos sabemos que la principal fuente de contaminación de las ciudades es el transporte (público y privado). En este sentido, la utilización predominante del gas natural en la flota vehicular de los entornos urbanos es la vía más rápida para reducir las emisiones de un modo significativo.
Autobuses urbanos y discrecionales, transporte para la recogida de residuos sólidos urbanos, taxis, flotas de reparto, vehículos privados… todos ellos pueden ser adaptados para circular con gas natural y disminuir así la contaminación atmosférica y acústica, con menores emisiones de CO2, derivados de nitrógeno y azufre y partículas, con importantes ahorros y disminuyendo el ruido de los motores.
Las ciudades de Salamanca y Burgos disponen desde hace años de autobuses que utilizan como combustible el gas natural. En el caso de Burgos, el Ayuntamiento está estudiando abrir su instalación de carga al público lo que supondría un gran avance. Los ayuntamientos de Segovia, Valladolid, León o Ponferrada han mostrado su interés por esta alternativa al gasóleo que reduciría de modo importante las emisiones mejorando la calidad del aire.
La movilidad alternativa a los productos petrolíferos está en pleno proceso de expansión. Las directivas europeas de diversificación energética promueven el uso del gas natural vehicular como combustible alternativo, por lo que los países tienen la obligación de impulsar el desarrollo de la red de puntos de repostaje, denominados gasineras, en todo el territorio nacional.
Hasta ahora, las Administraciones Públicas han enfocado sus esfuerzos fundamentalmente a la movilidad eléctrica que, sin duda, tiene un futuro espléndido. Sin embargo, a día de hoy, aún no tiene el suficiente desarrollo tecnológico para una rápida expansión. En cambio el uso masivo del gas natural está totalmente probado y desarrollado.
En otras latitudes, como Latinoamérica o Asia, el uso del gas natural en el transporte está mucho más extendido y el factor principal que impulsó a su uso masivo fue el de la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera. En Europa el desarrollo ha sido menor. No obstante, en Italia ya circulan 900.000 vehículos a gas. Debemos tomar ejemplo, por tanto, de nuestros vecinos italianos que nos llevan una importante ventaja en esta asignatura.
En Castilla y León las infraestructuras de distribución de gas natural están muy extendidas lo que permitirá un rápido desarrollo del sector en los próximos años. Desde este foro animo a todas las Administraciones Públicas de la Comunidad, a entidades privadas y a particulares a que se informen de las ventajas de la transformación a gas natural de sus vehículos e impulsen su desarrollo.
En el ámbito privado existe la posibilidad de instalar una estación de carga en el garaje de cada vivienda para repostar «en casa», conectado a la instalación de gas natural doméstica. De este modo, el vehículo puede realizar la carga por la noche o durante periodos de descanso. Todos los vehículos que funcionan con gas natural, sean nuevos de fábrica o bien sean vehículos normales transformados para su funcionamiento con gas natural, mantienen su capacidad de circular con dos combustibles: gasolina/gasoil-gas natural y, adicionalmente, pueden estar hibridados con electricidad.
Los fabricantes están lanzado al mercado cada vez más vehículos que funcionan con gas natural, sumándose a esta corriente. La adaptación de vehículos existentes para su uso al gas natural creará en los próximos años numerosos puestos de trabajo en la región.
Cerrando ya el tema del transporte quiero mencionar otro aspecto relacionado también con la energía de nuestra Comunidad Autónoma. En los últimos tiempos las Administraciones Públicas de Castilla y León han impulsado el desarrollo de la biomasa con el objeto de crear puestos de trabajo en la Región y aprovechar los recursos forestales. Es importante verificar que esto es así y que se están consiguiendo los efectos esperados. Y es necesario controlar la implantación de estos sistemas en los centros urbanos y asegurarnos de que se trata de instalaciones que no emitan partículas a la atmósfera, ya que éstas resultan muy perjudiciales para la salud.
En el sector doméstico, el gas natural es la energía más utilizada tanto para calefacción como para producción de agua caliente sanitaria. En los últimos años se está experimentando una tendencia creciente de consumo en cocinas y hornos, en detrimento de las placas vitrocerámicas. Esto se debe a que, realmente, la única ventaja de la opción eléctrica es la facilidad en la limpieza y sus inconvenientes son muchos, empezando por la diferencia de consumo energético y el consiguiente efecto en la factura final.
En cuanto al sector industrial y terciario el gas natural sigue y seguirá siendo la opción predominante por su competitividad en precio y su comodidad en el uso. La fortaleza del sector industrial de la Comunidad, especialmente en los sectores automovilístico y alimentario, ha provocado que la demanda de gas natural en el sector productivo industrial creciera en 2015.
El siglo XXI es, sin duda, del gas natural. La gasificación debe acompañar a la electrificación de la sociedad y la incorporación de las energías renovables. El desarrollo de la energía nos permitirá ser más sostenibles, más competitivos y afrontar con más garantías de éxito los retos de esta sociedad cambiante y global.