JUICIO POR EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO
«Carrasco no me dio la plaza que era mía porque no me acosté con ella»
La hija de la asesina confesa despliega ahora la teoría del supuesto acoso sexual de Carrasco / La primera vez que habló de él fue veinte meses después de que su madre cometiera el crimen
«Me perjudicó como presidenta de la Diputación y… en la vida». Con esta afirmación a preguntas del fiscal Emilio Fernández, la hija de la asesina confesa de la presidenta de la Diputación y del PP de León, Isabel Carrasco, comenzó a relatar todo lo malo que, según ella, le hizo. Unos males que declaró que comenzaron cuando intentó acostarse con ella y Triana Martínez se negó.
«Carrasco no me dio la plaza en la Diputación porque no me quise acostar con ella», aseguró la hija de la asesina confesa, quien acto seguido afirmó: «La plaza se había creado para mí, era mía, pero como no me quise acostar con ella se encargó de poner un tribunal para que no la lograra y después la amortizó para que ya no pudiera presentarme».
A partir de aquí la hija de la asesina confesa desplegó toda la artillería para confeccionar la teoría del supuesto acoso sexual de la presidenta de la Diputación hacia ella. «Antes, en 2008 cuando llegó me llevaba bien con ella, pero todo cambió cuando no me quise acostar con ella», insistió Triana Martínez, en su intento por seguir alimentando el acoso, que pasó a explicar: «Me dijo que quedara para que le colocara una aplicación de llamadas, pero después me llamó y me dijo que no podía. Quedamos cuando volvió de vacaciones de Navidad y fue cuando intentó acostarse y como no quise me dijo ‘ya salió la plaza, quédate que tienes mucho que ganar y nada que perder’. Se insinuó todo el rato, vino, me entró, me besó».
Ya a preguntas de su abogado fue mucho más explícita, entre otras cosas porque su letrado la dirigía hacia donde él quería que llegara: «Me recibió en su casa con un vestido. Me dijo ‘hola’ y pasamos. Sirvió una copa de vino y fuimos al salón. Me siento en el sofá y ella se sienta a mi lado. Me habla de qué tal el trabajo y a partir de ahí cambió y empezó: ‘Cómo sois los de Astorga’.Después se me acercó y me dijo ‘qué bien hueles’ y me besó en la boca. Me sentí mal, yo no quería eso. Me quiso tocar y me agarró por detrás porque vio que yo me quería ir. Me dijo, ‘tranquila que no pasa nada’, quiero estar contigo’. Cogí el bolso, me levanté y me pidió que volviera, que me lo pensara bien, que habían salido las bases de mi plaza y tenía mucho que ganar. La dejé de escuchar y me fui».
Lo que no aclaró Triana Martínez, a preguntas de la Fiscalía, es por qué no dijo el primer día que la detuvieron, el segundo o el tercero, por qué esperó tanto para hablar de este supuesto acoso si, según ella, era el detonante de todo. «Porque me daba vergüenza», esa fue su única respuesta. La realidad es que la hija de la asesina confesa de Isabel Carrasco tardó «veinte meses» desde que su madre matara a la presidenta del Diputación, según Montserrat González declaró, en hablar de este asunto. Fue el 18 de diciembre de 2014 al forense. «No se lo conté a nadie y el abogado me echó la bronca», manifestó.
Y de haber contestado a las preguntas de la acusación de la hija y la pareja de Isabel Carrasco, que ejerce el despacho de abogados Rivera, algo que Triana Martínez no hizo ya que solo contestó al fiscal, a la defensa de Raquel Gago y a la suya, la hija de la asesina confesa tendría que haber explicado por qué cuando la juez de instrucción le pregunta por este supuesto acoso ella lo niega. A lo que se le añade que tiempo después de este supuesto acoso que se produjo en 2010, según ella misma reconoció, le pidió a Carrasco que la ayudara y que le pasara las preguntas del examen de la plaza.
Ya sobre el asesinato de Isabel Carrasco, la hija de la asesina confesa reconoció al fiscal que sabía que su madre quería matar a Carrasco y que la ayudó a buscar un arma.
«Mi madre me había dicho en una ocasión que quería matar a Isabel Carrasco. Me dijo que ya no podía aguantar más y que buscara un arma. No me esperaba eso y no lo valoré pero busqué en internet. A los pocos días hablé con ella y le dije que no podía hacer eso, que ya sabía que lo hacía por mí pero que no buscara ese problema. Se lo dije en octubre o noviembre de 2012, cuando había pasado el Congreso del PP». Así relató cómo supo que su madre había decidido acabar con la vida en un momento de su declaración.
El día que ocurrieron los hechos, según la joven, su madre le hizo una llamada poco antes de cometer el crimen. «¿Dónde estás? Vete para el coche. La estoy viendo, voy a terminar todo esto», le habría dicho Montserrat, a lo que ella respondió «que no hiciera una tontería» y se dirigió hacia la zona donde su madre le dijo que estaba.
Poco después vio cómo tiraba el bolso que portaba. «No pude hablar con ella. Mamá estaba rota, mal y yo me puse súper nerviosa. Pensé que había cogido una de las pistolas reglamentarias de mi padre», relató. Después de recoger el bolso y meterlo en el suyo -más grande– atisbó a Raquel «por casualidad» y la llamó para preguntarle si había visto a su madre. Esa llamada, hecha con un teléfono prepago y que duró 17 segundos, es la que el fiscal atribuye a una supuesta intención de informar a Gago de que el crimen ya había sido cometido y que Triana reconoció y no supo aclarar.
Cuando llegó al coche de Gago, que estaba hablando con otra persona, le preguntó si estaba abierto e introdujo en el interior el bolso que contenía el otro bolso, en el que estaba el revólver, «y lo doblé un poquitín». El fiscal le insistió: «¿Le dice está abierto el coche?», a lo que la acusa responde «sí, lo dije». Y a renglón seguido Triana Martínez explicó su versión: «No le dije ahí te dejo eso. Raquel no sabía nada. Abrí la puerta trasera derecha, luego puse el bolso en la parte trasera del asiento derecho, un poco metidín porque me imaginaba lo que podía tener».
Sobre la declaración ante la juez de instrucción dijo lo de su madre: «Me limité a decir lo que los policías de Burgos me dijeron que tenía que decir... porque venían a ayudarme. Hicieron hincapié en que dijéramos que me había pedido que me deshiciera del revólver».