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JUICIO POR EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO

El inverosímil ‘shock’ de Raquel Gago

La policía local acusada lleva cobrados del erario público alrededor de 26.000 euros, primero en la cárcel y después ya en libertad y de baja

La policía local, Raquel Gago, ayer, a su llegada a la Audiencia.-Ical

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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La teoría del ‘shock’ que esgrime la policía local Raquel Gago para justificar que no comunicó a nadie que se había encontrado con Triana minutos después del crimen y que tardó 30 horas en entregar el revólver con el que Monsterrat González descerrajó cuatro disparos a Carrasco, se topa con su extraña actividad normal del día de autos y de la jornada posterior.

Recién ocurrido el asesinato, acudió como cada lunes a clase de restauración cuando ya sabía por un compañero de patrulla que acaban de detener a su amiga Triana y a su madre. Fue a comprar a un supermercado, se encontró con su hermana y se fue a casa de ésta donde vieron la televisión y hablaron con amigas. El «bloqueo» no impidió que al día siguiente participara en el dispositivo policial de la capilla ardiente y posterior funeral de Isabel Carrasco. Entre tanto, la agente no fue capaz de comentar a nadie que había mantenido un encuentro –fortuito o no– con Triana.

Gago se encuentra en libertad provisional bajo una fianza de 10.000 euros y desde que se produjo el crimen sigue viviendo del erario público. Desde entonces lleva cobrados alrededor de 26.000 euros. Primero, durante su estancia en la cárcel –desde el 16 de mayo de 2014 al 29 de enero de 2015– y, pese a estar suspendida, continuó percibiendo unos 1.400 euros, tal y como establece la ley. En esos ocho meses y medio los más de 14.000 euros que percibió corrieron a cargo del Ayuntamiento. Pero al salir de prisión solicitó una baja por incapacidad temporal, por la que cobró de la Seguridad Social más de 11.000 euros, casi 900 euros brutos mensuales, más las pagas extras.

Sobre sus sucesivos testimonios sobrevuelan sombras, como la del hallazgo del arma. Sólo media hora pasó desde que Montserrat y Triana confesaran en Comisaría que el revólver estaba en posesión de Gago, cuando ésta llamó a un policía judicial amigo suyo para comunicarle que acababa de encontrarlo en un bolso detrás del asiento del copiloto. Hora y media después de la confesión de Triana, Gago la entregó en dependencias policiales. Sin embargo, una amiga negó ante el juez ver ese día ningún bolso detrás del copiloto. Otra versión que dio la acusada, que declarará hoy, fue que lo halló al intentar introducir una bici en el maletero.

También existe la sospecha del chivatazo. Una de sus líneas de defensa consiste en que, pudiendo deshacerse del arma, la entregó. Queda saber si lo hizo porque recibió un soplo que le alertó de que sabían que la tenía.

Gago sostiene que fue casual el encuentro con Triana en la calle, minutos después del crimen, cuando ésta le pidió dejar el bolso en su coche porque «iba a la frutería». Pero el operario de la ORA con el que conversaba Gago dice que «estaba en actitud de espera» y una llamada entre ambas dos minutos después de los disparos cuestiona el carácter fortuito.

También alarga la sospecha de una planificación a tres bandas el que tomara té en casa de las dos detenidas una hora antes del asesinato; que en los 40 minutos que rodean al crimen estuvieran las tres en un radio de cien metros y que se llamaran hasta 14 veces las horas previas.

El corporativismo ha estado presente desde el inicio del caso. La Policía Local de León le puso un coche oficial para que fuera a declarar y cuando salió de prisión lo hizo por un parking privado y en un coche de un funcionario que usó su pase para recogerla.