Diario de Valladolid

JUICIO POR EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO

«Estaba obsesionada con Isabel Carrasco, por eso decidí matarla»

Montserrat González cambia ahora de versión y asegura que el bolso con el arma lo tiró en un garaje durante su huida con el único fin de exculpar a su hija en el asesinato de la presidenta de la Diputación

La asesina confesa, Montserrat González, ayer en un momento del juicio.-EFE/ J. CASARES (POOL)

La asesina confesa, Montserrat González, ayer en un momento del juicio.-EFE/ J. CASARES (POOL)

Publicado por
Felipe Ramos
Valladolid

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Fría, calculadora, con todo medido y perfectamente dirigida por su abogado, José Ramón García, quien tuvo que ser reprendido por el presidente de la sala antes las continuas interrupciones, claramente intencionadas, que provocaba en la declaración de su defendida. «Señor abogado, déjala terminar», le indicó.

En el primer día del juicio por el asesinato de la presidenta de la Diputación y del PP de León, Isabel Carrasco, la declaración de la asesina confesa, Montserrat González, era la gran esperada. Como ya estaba previsto se negó a declarar al fiscal, las acusaciones y la defensa de Raquel Gago, quienes se limitaron a leer las preguntas que tenían previsto realizarle.

A las 17.08 horas, la asesina confesa comenzó a responder a su abogado defensor, en una declaración que se prolongó casi dos horas, hasta las 18.34. Tras escuchar estoicamente y sin inmutarse las preguntas de las partes a las que no iba a contestar, Montserrat González, comenzó hablando de la relación que tenía con su hija, desde muy pequeña.

«Estaba pendiente de mi hija todo el tiempo. Tenía escoliosis y la tenía que ayudar. Ella era mi vida». Una declaración en la que más adelante se basó su abogado para demostrar la obsesión que Montserrat González tenía con Isabel Carrasco, por «la persecución increíble». «Sí, estaba obsesionada con ella –Isabel Carrasco-», respondió. Más adelante, confesó: «Era Isabel o mi hija, por eso decidí matarla».

Una decisión que tomó por el miedo que dice que le entró a que su hija cometiera alguna locura. «Mi hija estaba fatal, sentí miedo por ella. Una amiga suya de Gijón que estuvo deprimida se tiró al tren y el hijo de un policía se pegó un tiro con la pistola de su padre y otra hija de una compañera de mi marido se tiró por la ventana. No quería que a mi hija le pasara lo mismo», relató Montserrat González que rompió a llorar.

Lágrimas que desaparecían de inmediato en cuando hablaba de «la Carrasco», como llegó a llamarla. Ahí volvía a demostrar su inquina y su odio, el que le llevó a llevar al cabo el plan para matarla, junto con su hija y la policía local, Raquel Gago, según la investigación y la instrucción del crimen.

El fin último de la asesina confesa era hacer ver que la obsesión por Carrasco era solo de ella y así exculpar a su hija del asesinato, algo que también hizo con Raquel Gago. «No ha tenido nada que ver, ni ella, ni mi hija tenían ni idea», aseguró en una afirmación en la que olvidó que fue su hija quien llamó Gago y quien le metió el bolso con el revólver del crimen en su coche.

Un asunto, el del bolso en el que Montserrat González cambió ahora su versión para asegurar que lo tiró a un garaje de la calle Lucas de Tuy de la capital leonesa durante su huida, frente a lo dicho ante la juez de instrucción que se lo había entregado a Triana en el pasadizo que une la plaza del Mercado de Colón y Gran Vía de San Marcos. Todo con el único fin de exculpar a su hija. Para ello, reconoció que mintió en sede judicial, «pero porque fue lo que me dijeron los policías de Burgos que dijera. Pensé que me iban a ayudar», puntualizó.

Montserrat González comienza a relatar la persecución a la que Carrasco sometió a su hija, según ella. Y eso, pese a que en un primer momento, cuando llegó «la Carrasco» a la Diputación «se llevaban bien, estaba a gusto» con ella. «A mi hija le dijeron que la Carrasco era mala y que iba a tener problemas con ella pero se llevaban bien y los trabajadores de la Diputación le comentaban que era raro», relató.

Los problemas entre Triana y la presidenta comenzaron, según el relato de la madre, dos años después, cuando la joven fue al domicilio de Isabel Carrasco a arreglarle un ordenador y ella le habría propuesto tener relaciones sexuales. Hasta entonces, aseguró, la víctima llamaba frecuentemente a su hija y a cualquier hora.

Fue a partir de entonces, según la acusada, cuando su hija empezó a tener problemas; no logró la plaza de oposición en la institución provincial que pensaba que iba a ser para ella. Perdió 25 kilogramos en un proceso que «fue una persecución increíble, con un requerimiento de Hacienda, el despido de la Diputación, un problema con una factura que tardó mucho tiempo más de lo habitual en cobrar, un requerimiento de devolución de parte de los salarios percibidos en la Diputación. Le ofrecían trabajos que no le daban cuando ella –Carrasco– se enteraba», declaró.

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