MEMORIA HISTÓRICA | CEMENTERIO EL CARMEN DE VALLADOLID
Huyeron por el pajar, están en la fosa cinco
‘Los seis de Alaejos’, jóvenes jornaleros que lograron escapar la primera noche, fueron apresados a los pocos días y fusilados en el 37 son, como otros seis de Zaratán, algunas de las personas que la ARMH cree haber identificado en El Carmen / También al teniente vasco que antes ser fusilado en Valladolid escribió a su madre: «Ha llegado mi momento, moriré por una calumnia»
- El teniente vasco fusilado en Valladolid: "Madre, muero por una calumnia"
- Paralizados los trabajos en El Carmen
- Piedras con flores de las abuelas para no olvidar dónde están
- Más "desprecio": 55 sacos de restos humanos sobre sus cuerpos
Fueron los últimos que volcaron a un hoyo de ese rincón del cementerio. La fosa número cinco del Carmen cobija a 'los seis de Alaejos'. Los restos de una cuadrilla de jóvenes jornaleros a los que fusilaron tras condenarlos a muerte en juicio sumarísimo sin que su familia se enterara. Ni siquiera, como ocurrió en otros fusilamientos, pudieron guardar y cargar los restos en una caja.
La tierra devuelve en el cementerio vallisoletano la historia de los hermanos Emiliano y Aurelio Gallego Cimarra y la de sus convecinos Paulino Caballero, Vicente Santana, Fermín Hernando y Fernando del Valle, los seis jornaleros de este pueblo vallisoletano, tirados a una fosa en la que calculan que reposan los restos de otras decenas de asesinados desde finales del 36 a mediados del 38. Entre ellos, otros seis vecinos de Zaratán : Germán Bermejo, Arcadio Manzano, Cándido Moya, Hilario Galván, Gerardo Domínguez y Miguel Martínez .
Hasta 160 represaliados fusilados tras juicios sumarísimos sospecha la Asociación para la recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Valladolid que fueron arrojados allí durante la Guerra Civil, pero habrá que esperar varias semanas para que retomen los trabajos de recuperación. Mientras, por primera vez se publica la relación de cada persona y su lugar de nacimiento efectuada por la ARMH y que puede consultarse en un buscador publicado en esta página web.
Lo ocurrido entonces fue que al escuchar cada vez más cerca los disparos al aire, Emiliano y Aurelio, estos dos hermanos alaejanos, de 29 y 34 años, junto con otros cuatro jóvenes que se refugiaban en su casa para evitar ser apresados, se afanaron en colarse en la casa contigua a través de un agujero que hicieron en el pajar , comunicado así con el corral del vecino. Taparon el hueco con unas escobas y, cuando los falangistas se marcharon, huyeron hasta refugiarse en la casa de la señora Adela, junto al río Trabancos.
Los seis consiguieron mantenerse un tiempo sin llamar la atención de sus perseguidores. Cruzaron al pueblo de Bobadilla y se emplearon como segadores. Fue un respiro breve. Al poco tiempo, los detuvieron y trasladaron a la prisión de Nava del Rey, primero, y a las infames Cocheras en Valladolid, después .
Sus hermanas Demetria y Petra desconocían, cómo tantas paisanas y paisanos de esta y otras provincias del país, qué ruta de la muerte arrastraba a sus queridos Emiliano y Aurelio, hasta que un día recibieron la misiva definitiva. Una prima les comunicó por carta lo indeseable: «[...] Es peor lo vuestro. Porque hoy día 18 [de enero de 1937] dejaron de existir en el mundo vuestros hermanos y los demás del pueblo».
Se refería también a Paulino, Vicente, Fermín y Fernando, otros jóvenes de Alaejos que corrieron la misma desgraciada suerte.
Así se recoge en una recopilación de testimonios de familiares de alaejanos represaliados de la dictadura bajo el título ‘Silencios rotos’ , coordinado por Fernando Mangas.
De lo que sucedió desde aquella noche en la que se vieron obligados a huir hay algo de certeza, bastante de conjeturas y un amplio vacío de incógnita. Hasta hoy, que alguna se trata de despejar tras las últimas excavaciones realizadas desde marzo y hasta finales de mayo en el cementerio vallisoletano del Carmen.
Un tiempo en el que han encontrado tres fosas similares a otras cinco descubiertas en 2016 y 2017 , aquellas «de ejecuciones extrajudiciales», muy próximas al lugar del nuevo hallazgo y cercanas también al memorial que se erigió para albergar los restos de 245 víctimas del franquismo.
A través de los registros de los propios ejecutores se sabía que las fosas constan como la 5, la 6 y la 7. «En una habrá más o menos 62 personas, en otra 56 y en la tercera más o menos 35, en un espacio global de 19 metros de largo por 2,40 metros de ancho», apunta Julio del Olmo , presidente de la asociación memorialista de Valladolid.
Al poco de comenzar a excavar, a los dos días, llegó la confirmación que tantas familias esperaban. Apenas a cuarenta centímetros de profundidad, el equipo de voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid se topó con el primero de los hallazgos: los restos de un brazo y, junto a las falanges de los dedos, un gemelo. A este primer descubrimiento le siguieron otros . Pero los trámites y los permisos para la siguiente fase, la de la exhumación, aún se ralentizará unas semanas.
La fosa número cinco arroja esperanza, además de para decenas de familiares de represaliados que se estima que terminaron allí, para los cada vez menos descendientes de los seis jornaleros de Alaejos . Pero tendrá que efectuarse la exhumación de los restos encontrados en las tres fosas comunes del Carmen abiertas en las últimas semanas para confirmar si como la ARMH sospecha son Aurelio, Emiliano, Paulino, Vicente, Fermín y Fernando. Fusilados en el campo de San Isidro tras un consejo de guerra «por rebelión militar».
Julio del Olmo se alegra de que «por el momento todas las hipótesis se estén cumpliendo», y detalla qué les lleva a pensar que al grupo de seis jóvenes de Alaejos y de seis oriundos de Zaratán los han encontrado donde se los esperaba, en la fosa número 5. «Por los documentos se creía que fueron los últimos echados a la fosa. Preguntamos al alcalde para a través de familiares para conocer si estaban enterrados con cajas o sin cajas y resulta que fue sin cajas porque las familias no se enteraron de la ejecución hasta después. Y es que los ataúdes tenían que llevarlos los familiares», explica Del Olmo. «Justamente tenemos a ese grupo de personas sin caja y además son todos jóvenes, como los de Alaejos. Al lado hay otro grupo de más mayores y creemos que son fusilados de Zaratán, que superaban los 40 años».
No son los únicos restos a los que se les atribuyen (por el momento y a falta de confirmación) un nombre y una vida truncada detrás. De las 160 personas que esperan hallar, ya estarían en disposición de sacar los restos de alrededor de 40 represaliados.
Así lo asegura Del Olmo, que cuenta cómo también en la fosa número 7 creen haber identificado a Salvador Lapuente , un guardia civil fiel a la República, proveniente de Vizcaya y fusilado en el 38. Prueba de que los caminos de la muerte trazados en aquel tiempo aún resultan un laberinto.
A esta conclusión les ha llevado el hallazgo de los restos «de un guardia civil sin zapatos, que vestía uniforme de gala, con emblemas propios de la época republicana, con botones que aparecen por el óxido en verde, pero que son dorados y evidencian que no eran de faena de uso diario». La prueba genética será la que determine si como todo apunta se trata de Salvador Lapuente, y también si junto a él está el teniente vasco del ejército Ángel Egaña .
El teniente vasco fusilado en Valladolid: "Madre, muero por una calumnia"
La madre de Ángel recibió la carta manuscrita días después del temido desenlace. « Querida madre, ha llegado mi último momento. Le digo que recen por mí que yo moriré por una calumnia, pero llegará el momento que Dios les castigará a los malos ».
Pasó el tiempo y esa madre, la del teniente vizcaíno de la compañía de Ametralladoras del ejército Ángel Egaña , falleció sin conocer dónde estaban los restos mortales de su hijo fusilado en junio de 1938.
Décadas sospechando que podían haberlo arrojado en la lejana Valladolid y cuando por fin parece que han dado con su tumba, una fosa común número 7 del Cementerio Carmen, quedan pocos familiares para rendirle tributo.
Su sobrino Kepa Egaña recuerda hoy cómo su padre vivió marcado toda su vida por el asesinato de su hermano Ángel. «Mi padre Ignacio llevó toda la vida con pena por su hermano. Falleció joven, con 59 años, y para él hubiera sido muy importante esto, que hayan encontrado sus restos, sobre todo para su salud. Murió con mucha pena », cuenta Kepa, que se crió rodeado de silencio sobre su tío.
«Cuando era niño, en casa había fotografías en las que aparecía mi tío Ángel y siempre estaba con la curiosidad, pero no se hablaba de él». Hasta que en la adolescencia se sentó con su progenitor y le pidió que le revelara su historia. «Con 15 años, en la cocina del caserío familiar, le dije que me contara qué le había pasado a mi tío. Empezó a llorar. Nunca le había visto así. Él era un hombre grande, serio, que imponía mucho... Impresionaba verlo roto. Me contó que mi tío era una persona muy religiosa, que era valiente».
Desde entonces, Kepa, que conserva aquella última carta escrita por Ángel Egaña desde Cocheras en Valladolid antes de su fusilamiento, ha tenido en su tío «un referente de valentía, un ídolo».
A Ángel lo apresaron cuando por la noche bajaba del monte hasta su pueblo e iba a ver a su madre al caserío. «Algún vecino lo delató, lo esperaron y le cayó una condena de 12 años, pero sin saber por qué una noche con alevosía se lo llevaron a Valladolid y lo fusilaron».
«Llevo años soñando con este momento. Siempre pendiente en honor a mi padre. Por él y por mí. Quería llegar a encontrar a su hermano, era especial para él. La historia te llega tan adentro que es difícil no estar pendiente. La carta de mi tío a mi abuela la tengo como un tesoro», explica a este diario este sobrino vasco.
Paralizados los trabajos en El Carmen
Kepa permanece atento a los nuevos plazos, a cada descubrimiento. La ARMH de Valladolid paralizó los trabajos de excavación y ahora están pendientes de que Gobierno y Junta de Castilla y León cumplan con los trámites que ya llevan más tiempo del esperado.
Aún no hay fecha marcada para los trabajos de exhumación porque dependen de ambas administraciones, de la nacional y de la autonómica. «Por una parte, el permiso para exhumar será rápido, pero por la reestructuración de la consejería tras las elecciones se ha retrasado un poco», explica Julio del Olmo. «El año pasado la Junta recibió del gobierno dinero para varios proyectos, entre ellos la búsqueda de fosas y ese dinero se ha terminado, ahora hay que poner en marcha otros», añade.
Explica que para que se materialice faltan trámites. «Que se ingresen en las arcas de la Junta, después se haga una convocatoria, que el Gobierno lo apruebe y que la Junta firme el convenio con la asociación». El laberinto resiste con la enredadera administrativa.
Para toda esta tramitación calcula que aún quedarán dos o tres meses para que puedan iniciar las exhumaciones. «En el mejor de los casos a ver si en agosto o septiembre podemos retomar los trabajos».
Piedras con flores de las abuelas para no olvidar dónde están
Mientras, les queda la satisfacción de ver confirmadas teorías. Como la de las piedras que servían de lápidas para tumbas sin nombre: «Varios nietos contaban que cuando eran pequeños sus abuelas ponían flores en unas piedras . Las hemos encontrado enterradas, alineadas conformando una sepultura. Eran piedras reaprovechadas de otras sepulturas, señalando dónde estaban esas fosas comunes».
Permanecen guardadas, alineadas, en cajas metálicas «para que si se construye un nuevo panteón se puedan colocar encima». En recuerdo de cómo decenas de madres, hijos y nietos tuvieron que velar a los suyos cuando ni siquiera sabían si se encontraban allí. Un monumento donde se aunarían los vivos y sus muertos, los muertos y sus vivos.
La segunda ratificación es la que corrobora el relato de familiares que mantenían que en esa zona «se encontraban fosas comunes de personas que pasaron por juicios sumarios».
Más "desprecio": 55 sacos de restos humanos sobre sus cuerpos
Y otra de las confirmaciones, algo más dolorosa, es la muestra de un absoluto «desprecio hacia las víctimas». Y es que sobre los cuerpos arrojados a las tres fosas no solo reposaba tierra.
Desvela Del Olmo que lo utilizaron para echar los huesos del cementerio que se iban recolocando. «Ese espacio se convirtió en un osario. Encima de los cuerpos de los represaliados hemos visto miles de huesos». La friolera de «55 sacos de restos humanos, que pesan entre 600 y 700 kilos». Aunque no hay medida para el peso de las profanaciones de esos tiempos.