Un cómic vallisoletano, entre los mejores del New York Times
El periódico estadounidense elige entre las d iez mejores novelas gráficas del año el libro ‘Menopause: A Comic Treatment’, del que la médica e ilustradora vallisoletana Mónica Lalanda es coautora / Colgó el fonendo «harta de la explotación laboral» y lo cambió por viñetas para la divulgación sanitaria
Una noche «de esas en las que no había mucho jaleo» por los pasillos de Urgencias del hospital británico en el que trabajaba, la médica vallisoletana Mónica Lalanda se topó con dificultad para comunicarse con unos pacientes. No por el idioma, que dominaba, sino por el lenguaje. «Apareció una pareja sordomuda adolescente buscando informarse sobre anticonceptivos. Ya que los chavalitos habían tenido la prudencia de acudir en mitad de la noche, tenía que hacer el esfuerzo de informarles. Me senté, iba tirando de papel, de un rollo enorme, y empecé a dibujar y a dibujar...».
Los primeros trazos de aquella noche la llevaron al The New York Times en el presente. Ese encuentro solo fue el inicio de una fructífera trayectoria en la medicina gráfica. Destaca como ilustradora, hasta el punto de que este prestigioso periódico estadounidense acaba de escoger entre las diez mejores novelas gráficas del año una de las obras de las que es coautora.
Se trata del libro ‘Menopause: A Comic Treatment’ , un proyecto colaborativo que aúna las viñetas de 25 autores de EEUU, Canadá e Inglaterra sobre la menopausia y sus tabúes. Con la excepción de Mónica Lalanda, como única representante española.
Ella ya no ejerce la medicina asistencial . Hace dos años abandonó su trabajo en un hospital castellano y leonés que prefiere evitar nombrar por terminar «quemada», y decidió centrar sus esfuerzos en una vertiente que le «apasiona». Pero matiza que aún está «en activo». «He seguido estos años siendo médico, solo que ahora he cambiado las herramientas, no conozco a los pacientes que ayudo y uso pinturillas (bueno, tableta) en vez de fonendo. Me he dado cuenta de que podemos recetar cómics. Acompañar, dar, por ejemplo, una versión optimista sobre una enfermedad que le sirva a quien la padezca».
Sus dibujos simplifican información médica para divulgarla . «Solo acepto proyectos en los que me siga sintiendo médico», precisa desde su casa de Valladolid, su centro de operaciones. Y en los tiempos de crisis sanitaria en los que el mundo está sumergido, las cuestiones para transmitir a la ciudadanía abundan.
Desconoce qué aprecia el rotativo norteamericano para incluir la obra en la clasificación de las mejores de 2020, aunque si tuviera que aventurarse a dar con una razón aporta algunas intuiciones: «Se publica tal variedad, cantidad y calidad de cómics al año que es difícil saber. Lo cierto es que el nuestro es valiente por el tema, y el desarrollo es impecable. Está narrado en 25 estilos gráficos distintos . Los cómics son muy diferentes entre ellos, pero cada autor aporta algo y de una manera estética, a veces divertida, otras informativa, otras muy chocante o provocadora. No tiene mucho valor que yo lo diga, pero creo que es un libro extraordinario».
El reconocimiento le «emociona» y la reafirma en lo acertada de su decisión de cambiar la asistencia a pacientes por la divulgación sanitaria. «Como autora de cómics , pone en valor mi trabajo, me impulsa a seguir creando. Ya solo ser parte de este libro está siendo un sueño. Algunas de las otras coautoras son para mí referentes absolutos, gente de gran peso internacional en el mundo del cómic. Ver mis páginas arropadas por las suyas es increíble». Cita especialmente a Lynda Barry , maestra que en los años 70 publicó el ya clásico cómic contra el racismo ‘The Good Times are Killing Me’, y la referente del movimiento ‘underground’ Joyce Farmen.
La selección la han realizado los ‘gurús’ del cómic como medio de comunicación, la académica Hillary Chute y el creador y editor Ed Park. Esta ilustradora resalta que «su peso en el mundillo es aplastante», por lo que el honor resulta mayor. En concreto, el cómic de Mónica distinguido por The New York Times se extiende en seis páginas y le ha servido a la propia autora para quitarse «telarañas mentales sobre el tema» . «De eso no se habla, es un tema tabú. Para la mayoría de gente una mujer menopáusica es alguien al final de su vida, una abuelita que teje en una mecedora.
Hay un desconocimiento tremendo, incluso por parte de las mujeres jóvenes, una especie de pudor o incluso de vergüenza, como si perder la fertilidad supusiera que pierdes valor como persona», señala, y agrega que ella misma cuando recibió la propuesta del proyecto pensó: «¿Por qué a mí? Si yo soy joven...».
Empezó a indagar sobre el asunto cuando se lo propuso la coordinadora del proyecto, MK, que firma bajo el seudónimo ‘Comic Nurse’ y es una de las líderes del movimiento Graphic Medicine, que aúna salud e ilustraciones. Desterró ese tópico y comenzó a contar a través de dibujos salpicados con humor su propio «proceso, la ruptura con la angustia vital, la vergüenza o la negación que sentía hasta ese momento». Se preguntó aquello de «¿Dónde están las otras mujeres? ¿Por qué no hay conversación al respecto?», y plasmó sus reflexiones.
Los mensajes que aparecen en la última de sus secuencias de viñetas no dejan lugar a dudas sobre sus pretensiones. Aparece una mujer, que es ella, gritando algunas consignas como ‘¡Dejadme en paz con los productos para quitarme las canas o con las cremas!’, ‘No soy joven, pero tampoco vieja’ y ‘Me siento sexy’ . Subraya Lalanda que con su diseño busca «dos cosas, que la gente se identifique con la situación y que se hable de ello».
Aunque sonaría ‘redondo’ afirmar que es fanática de los tebeos desde su infancia, Mónica rompe con el perfil tipo. «Me quedé en Zipi y Zape y Mortadelo y Filemón, pero no fui fan. Cuando me convertí en adolescente pensaba que eran para niños. Hasta que descubrí la medicina gráfica . Encontré novelas en las que los protagonistas de las historias eran los propios autores que, sin pretensiones y de forma fresca, contaban su enfermedad y ayudaban a la gente a comprender».
Sin embargo, lo que sí arrastra desde siempre es su predilección por dibujar. Tanto, que reconoce que sus apuntes de carrera «eran muy divertidos». «Utilizaba los dibujos también como herramienta nemotécnica para aprender» . Desconocía entonces que el desencanto por las condiciones de trabajo y el gusto por la ética médica y la comunicación marcarían su futuro.
Al poco de licenciarse, tras prepararse para el examen MIR , decidió marcharse a Inglaterra porque aquí «había muy pocas plazas para muchos candidatos». Se lanzó a la aventura con su novio, compañero de facultad, hoy su marido. A los tres meses, ambos trabajaban como residentes en tierras inglesas. Su hospital definitivo fue el Leeds, en Yorkshire, al que recuerda «con enorme cariño y nostalgia».
Tras once años «muy buenos años allí», decidieron regresar a casa para que sus hijos «sintieran arraigo antes de echar a volar». Pero lo que le esperaba no resultó para nada de su agrado. Mónica comenzó a trabajar en un centro hospitalario castellano y leonés . Describe esa etapa de ocho años como «terrible y dura». Fue suficiente para saber que no quería seguir allí. Ni en ningún entorno parecido.
«Ya en Inglaterra comencé una carrera paralela en el mundo de la comunicación médica que continuaba en España, así que decidí reconvertirme. Echo de menos a los pacientes, pero al final del día mi nivel de satisfacción personal es altísimo y sé que sigo haciendo Medicina con mayúscula. Me formé y trabajé muchos años en el sistema de salud inglés. La experiencia en el español tuvo mucho de shock cultural. El maltrato brutal al médico, el desprecio por su profesionalidad, la inestabilidad laboral, los jefecillos mediocres y los peligrosos turnos de 24 horas me empujaron al límite y decidí dejar la medicina asistencial».
En ese momento, volvieron a su Valladolid natal y tomó nuevo rumbo. Los encargos que hasta el momento efectuaba literalmente «por amor al arte», empezó a plantearlos en términos de remuneración económica. «Mis hijos tienen esa costumbre de comer y mi trabajo ya no solo tiene valor emocional, empieza a costar dinero. Dar ese paso fue duro, pero realista. Vi que podía tener una continuidad».
Se sumergió «en el mundo de la ética médica y el material era muy rudo, muy difícil de comprender». Casi por inercia, esta ilustradora se vio transformando el contenido en «pequeñas píldoras» . «Traduciendo conceptos difíciles de imaginar en imágenes y texto sencillos».
En esas lleva desde que le publicaron su primera ilustración por una curiosa carambola. En Inglaterra también trabajó como sanitaria en el área de comunicación de una aseguradora que «también formaba a profesionales sanitarios para evitar errores revisando fallos ocurridos».
En un momento dado, se produjo un conflicto entre el personal del propio centro. «Pensé en cómo podía ayudar a resolverlo. Se me ocurrió pintar una caricatura de todo el equipo , cada uno sujetando una letra de la palabra ‘comunicación’, que era el problema que habíamos tenido», relata.
No solo logró «que se rieran y volviera el buen ambiente», sino que el jefe de Artes Gráficas de la revista de la compañía apreció «calidad y originalidad» en su diseño. Le propuso que publicara periódicamente. Empezó con el dibujo de un médico sentado con su fonendo para la sección de Cartas al director .
En 2016 creó ‘Con-Ciencia Médica’ (LID Editorial), libro en el que convirtió «el código deontológico de los médicos en un cómic light y divertido inspirado en escenas reales». «Ahí mezclé mis pasiones, la medicina, la ética médica y el cómic», comenta.
Ahora, sus clientes son distintas organizaciones y administraciones, dentro y fuera de España. Como colaboraciones fijas cuenta con publicaciones para Acta Sanitaria y la revista del sindicato médico madrileño Amyts.
Uno de sus últimos proyectos fue para el Hospital de Enfermedades Tropicales de Londres , y otro se lo encargó una empresa de Oxford para un curso on line de Medicina en México.
Más cerca del hogar, ha efectuado algunas ilustraciones para la Junta de Castilla y León al inicio del Estado de Alarma y durante la ‘vuelta al cole’. También ha colaborado con la asociación Plena Inclusión, y con el Colegio de Médicos de Valladolid acaba de publicar una pieza audiovisual sobre recomendaciones para estas fechas. Con el grupo de radio-oncología del Hospital de Salamanca trabaja en facilitar contenidos visuales sencillos a los pacientes.
Cuenta que desde la irrupción de la Covid-19 , la intensidad de su labor es mayor. «Lo he vivido sin parar. Era importante que la información llegara rápida y clara. Me dediqué en cuerpo y alma a traducir información a formatos amables que saltan a redes sociales y corren como el fuego», indica.
Esta ilustradora comprueba que «explicar síntomas, dar nociones de cómo hacer una compra segura, qué materiales usar para hacerse una mascarilla casera o qué hacer si te encontrabas mal... funciona maravillosamente a través de la infografía. Puede ayudar mucho. La buena información es la primera parte de un buen tratamiento y en el caso de la Covid, de la prevención» .
Sin embargo, cree que la pandemia resalta las carencias del sistema. «Al profesional sanitario se le maltrata de una forma sangrante y esto va a más cada día . Durante la pandemia se ha trabajado a destajo y sin protección, que España sea el país con más sanitarios infectados es significativo. Se le utiliza, no se le valora».
Mónica se muestra muy crítica con la gestión sanitaria, pero se mantiene al margen de la política. «Si formara un gobierno tendría a gente de todos los partidos. Me siento muy huérfana de política , no me siento identificada con ningún partido. Eso no significa que no admire a mi hermana como persona honesta que es en su trabajo», señala sobre Sonia Lalanda, concejala de Vox en el Ayuntamiento de Palencia.
Mónica ensalza el valor del cómic para «divulgar, explicar, transmitir, hacer reflexionar, reivindicar...» , y opina que «la potencia de una viñeta no la tiene ningún otro medio. Es único, de metáforas, de lenguaje visual, de saltos en el tiempo y el espacio», apunta.
«Los cómics de tema transmiten lo que es invisible a los ojos. El miedo, la preocupación, la sensación de indignidad, la confusión y la angustia. Pueden acompañar, informar, hacer reflexionar e incluso pegar un buen tirón de orejas a los profesionales sanitarios». Como ilustradora, sus grandes referentes son Forges y Quino . «Admiro la capacidad de trazo simple cargado de inteligencia y humor. Dos grandes cuyo trabajo queda con nosotros para siempre».